El Principado de Asturias, uno de los cuatro supervivientes de la vieja Europa
La comunidad autónoma comparte denominación, con una interesante y rica historia detrás, con Andorra, Mónaco y Liechtenstein, tres estados soberanos en el continente mucho más ricos que el territorio asturiano, pero más pequeños y menos populosos

Principado de Asturias, uno de los cuatro supervivientes de la vieja Europa / LNE
Los cuatro juntos rondan a duras penas los 2 millones de habitantes y los 11.300 kilómetros cuadrados de extensión en Europa. Son pequeñitos en el mapa del continente –por no decir en el del mundo–, pero "ambiciosos" en su nombre: Principado.
Una denominación que hunde sus raíces en la apasionante y atribulada Edad Media europea; que tiene orígenes y evolución diferentes en cada caso, pero que ha llegado a la actualidad tras superar un sinfín de avatares históricos, y que hoy por hoy une con su nombre territorios tan distintos como son los estados soberanos de Andorra, Mónaco y Liechtenstein, por un lado, y la comunidad autónoma de Asturias, por otro.
Son estos los cuatro principados que existen en Europa —con permiso del de Gales, título honorífico del heredero al trono inglés aunque no institucional del territorio, que es nación constituyente–, y que comparten algunas similitudes, por pocas que sean, aparte de la denominación.
Lo que les une lo han querido poner de relevancia las embajadoras de Andorra y Mónaco en España, Eva Descarrega y Catherine Fautrier-Rousseau, en su reciente visita a Asturias, con la que ven la posibilidad de hermanarse o de colaborar en el futuro. Naturaleza, turismo o deporte son algunos de los ámbitos que acercan estos tres pequeños principados.
Pequeños, sí, pero con una gran historia detrás. Que Andorra, Mónaco, Liechtenstein y Asturias mantengan tal denominación en el siglo XXI es, explica Álvaro Solano Fernández-Sordo, doctor y profesor de Historia de la Universidad de Oviedo, fruto de una serie de distintos acontecimientos. "Estamos familiarizados con un nombre que tiene mucho detrás y que en el caso de Asturias tiene alguna diferencia respecto al resto", reseña el medievalista.
Para empezar, el significado. Un principado es un señorío o territorio gobernado por un príncipe, "que es el más alto rango después de señor, vizconde, conde, marqués y duque", apunta Solano. En su origen no fue el príncipe necesariamente el hijo del rey, el heredero, sino que era alguien con capacidad de gobierno.
Distinto es el caso de Asturias, cuyo título surgió a finales del siglo XIV en las Cortes de Castilla reunidas en Palencia y refrendado un año después en Briviesca (Burgos). "Los reinos de la época buscan fortalecerse y dar la idea de continuidad, de estabilidad, lo que hacen otorgando al heredero una región, una parte de su territorio, con el fin de que tenga rentas y también un título, con el fin de resaltar su figura", explica el profesor.
En Inglaterra será el Príncipe de Gales; en Francia, el Delfín, de la región del Delfinado; en los antiguos reinos de Navarra y Aragón, el Príncipe de Viana y el Duque —luego Príncipe— de Gerona, respectivamente; y en Castilla, el Príncipe de Asturias. "Territorio elegido porque entonces era motivo de preocupación para la Corona, inmersa en guerras dinásticas, así que Juan I decide zanjar la cuestión comprometiendo a su heredero con Catalina de Lancaster, con lo que calma a los ingleses, que reclamaban el trono castellano. Además, era un territorio con gran simbolismo, por la antigua Monarquía Asturiana", cuenta el historiador.
El título de Principado de Asturias sobrevivió siglo tras siglo y se recuperó para la comunidad autónoma en la Constitución Española en 1978. Una decisión, en opinión del profesor Solano, "muy acertada, con base en razones históricas, que permiten exhibir continuidad. Porque la lista de Príncipes de Asturias continuó ininterrumpidamente desde su creación, salvo algunas interrupciones cortas en las repúblicas. En el franquismo se cambió a Príncipe de España, de 1969 a 1975, caso único. Pero en la Transición se apostó por recuperar el original, para designar al heredero de la Corona en un sistema de monarquía parlamentaria, aunque evidentemente sin ningún atributo de soberanía territorial".
Sí que gozan por distintos motivos de esa soberanía e independencia territorial los otros tres principados europeos, monarquías parlamentarias al estilo de la española.
El antiguo imperio carolingio, posterior Sacro Imperio Romano Germánico, alumbró un sinfín de pequeños estados, muchos principados, hoy desaparecidos territorialmente e integrados en los grandes estados europeos surgidos en el XIX. "Aun así aún queda mucho título perdido por ahí procedente de ese mosaico territorial centroeuropeo", reseña Álvaro Solano.
De esos tres que han mantenido en el mapa actual sus fronteras de estado Andorra es el más antiguo. Y tiene no uno, sino dos príncipes, más bien copríncipes: el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, y el obispo de Urgel, Joan-Enric Vives. Ambos comparten el mando cada año –seis meses uno, seis meses otro– fruto de un antiguo acuerdo de finales del siglo XIII cuando el obispo de Urgel tuvo que enfrentarse al Conde de Foix en el contexto de la entrada cátara en el pequeño condado andorrano propiedad del primero.
También de una trifulca surgió la soberanía monegasca en el siglo XIII. El pequeño principado nació en plenas luchas del güelfos y gibelinos (los partidarios del Papa y del emperador), cuando un Grimaldi –y aquí hay también mucha leyenda y literatura– se lo arrebató a la República de Génova. Se disfrazó de monje y tras escalar heroicamente esa famosa pared de piedra, La Roca, bañada por las aguas azules del Mediterráneo, logró echar al invasor genovés.
El premio fue que su dinastía siga hoy al frente de un territorio cuya mínima extensión, apenas dos kilómetros cuadrados, no se corresponde con su riqueza, pues sus habitantes se consideran los más ricos del mundo, con un PIB per cápita de 241.000 euros (2023).
También pequeños y ricos son Andorra y Liechtenstein, con 39.400 y 173.000 euros per cápita aproximadamente. Unas cifras que, por supuesto, quedan muy lejos de las de la comunidad del Principado de Asturias (28.130 euros en 2023).
Nada tiene que ver la región norteña española, además, con el concepto de "paraíso fiscal" que se asocia a los tres principados en Europa. "No es cuestión del nombre, sino más bien esto lo explica el tamaño. Un estado pequeño, como lo son ellos, pueden permitirse fijar apenas impuestos, al tener un mínimo gasto público", explica Álvaro Solano. "Precisamente su suerte ha sido ser pequeños territorialmente, pues en los grandes conflictos han logrado pasar desapercibidos y mantener su independencia".
De los tres, quizás el más desconocido es el exclusivo Liechtenstein, encajado entre Suiza y Austria. Y eso que hubo un tiempo, en la década de los 80, en el que la hija del actual príncipe soberano y jefe de Estado, Juan Adán II, la princesa Tatiana, sonó con fuerza como novia del entonces Príncipe de Asturias, el hoy rey Felipe VI. Sobrina Tatiana, por cierto, de la princesa Nora, una habitual de los veranos de Ribadesella.
Fue quizás aquella la época en la que más españoles supieron situar a Liechtenstein en el mapa. Algo que sin duda todo el mundo sabe hacer en el caso del Principado de Mónaco, donde los Grimaldi reinan desde hace siglos. El titular actual, Alberto II, no es un desconocido en Asturias. Visitó Oviedo como miembro del jurado del Premio "Príncipe de Asturias" de los Deportes en 1989 que galardonó al golfista Severiano Ballesteros.
El hermano de las célebres (y díscolas) Carolina y Estefanía de Mónaco no solo reina en su minúsculo territorio, sino que con ellas y el resto de su famosa familia lo hace también en las revistas del corazón, esas que mantienen vigentes, aunque solamente en una vertiente más bien social y de imagen, los cientos de pequeños títulos nobiliarios que un día hace mucho tiempo tuvieron mando en plaza en el Viejo Continente.
Solo cuatro siguen vigentes en la práctica y el Principado de Asturias es uno de ellos. No tan rico y quizás menos famoso que los otros tres, pero sí el más grande en extensión y el más poblado. Y además, con su propia princesa, Leonor de Borbón Ortiz, la heredera de la Corona de España, para más señas, mitad asturiana por parte de madre. Más continuidad no se puede pedir.
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