Las ingenierías asturianas, en busca de un salvador de China o Alemania para despejar su futuro

Compañías del sector, atenazadas por la falta de financiación, aceleran los contactos con inversores

La planta cementera de Oruro (Bolivia),  construida por Imasa a más de 4.000 metros de altitud.

La planta cementera de Oruro (Bolivia), construida por Imasa a más de 4.000 metros de altitud. / Isabel celorio

Yago González

Yago González

Oviedo

Las principales ingenierías de Asturias, que suman más de 5.000 puestos de trabajo, buscan contrarreloj soluciones a sus graves dificultades financieras antes de que sea demasiado tarde. Algunas de ellas se han encomendado a la intervención salvadora de un socio industrial que les insufle la liquidez necesaria como para garantizar los pagos cotidianos, calmar a acreedores y mercados, y obtener el músculo suficiente para seguir accediendo a proyectos.

En este momento hay dos grandes ingenierías de la región a la caza de un inversor: TSK, con más de 1.500 empleados, e Imasa, con más de 800. La primera, propiedad de la familia García Vallina y con sede en Gijón, ha contratado para ello al Santander y al banco de inversión estadounidense Stifel.

TSK.

Ese tipo de encargos a firmas especializadas para sondear el mercado en busca de un socio industrial están siempre sometidos a firmes cláusulas de confidencialidad, aunque suelen producirse filtraciones de posibles candidatos. En el caso de TSK ha trascendido el nombre de China Energy Engineering Corporation Limited (CEEC), conglomerado más conocido como Energy China. Es una de las mayores compañías mundiales de ingeniería, construcción y equipos para el sector energético. Su sede central está en Pekín y cuenta con más de 115.000 empleados repartidos en 140 países. Uno de estos es España, donde desembarcó hace cinco años en los sectores de la energía nuclear y la solar. Además, el gigante chino está vinculado a otra ingeniería de Asturias, Duro Felguera, al haber asumido la conflictiva construcción de la central de ciclo combinado de Djelfa (Argelia), que estaba agravando el precario estado financiero de la compañía asturiana.

Esta semana, medios especializados también apuntaron a la posibilidad de que ACS, la multinacional de construcción de infraestructuras presidida por Florentino Pérez, se haga con TSK. No obstante, fuentes de la cúpula directiva de la ingeniería descartaron rotundamente ese escenario. Más allá de la identidad del inversor finalmente elegido, lo determinante en el caso de TSK será el alcance de su participación en el accionariado, ya que los García Vallina (el presidente, Sabino, y su hijo Joaquín, consejero delegado) pretenden seguir al timón de la empresa, si bien tampoco descartan vender el 100% de la compañía si las circunstancias lo exigieran.

Imasa.

El caso de TSK, con todo, es algo diferente al del resto de ingenierías asturianas golpeadas por la adversidad, dado que no ha necesitado un rescate por parte del Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Ese sí es el caso de Imasa, que recibió 35 millones de euros de la entidad estatal y que se encuentra en preconcurso de acreedores.

La empresa ha recurrido a JB Capital –fondo presidido por Javier Botín, hermano de Ana Patricia Botín– y a la firma asesora NK5 para encontrar un inversor. Al igual que sucede con TSK, se barajan varios candidatos para hacerse con Imasa. Uno de ellos es el fondo alemán Mutares, con sede en Múnich y especializado en potenciar empresas medianas –de entre 100 y 750 millones de euros en ingresos anuales– de sectores como la automoción, la ingeniería, el comercio minorista o la alimentación. Mutares ha realizado recientemente una inversión en el norte de España al adquirir al grupo Amper su filial industrial Nervión por 23 millones de euros.

Mientras tanto, Imasa se está viendo obligada a adaptar a su plantilla a la crisis que atraviesa, y por ello está aplicando un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) a la quincena de empleados de su filial Imatech.

La que de momento asegura no necesitar un socio inversor es Isastur, con unos 1.200 empleados y también rescatada por la SEPI con 40 millones. "Estamos pasando apuros de tesorería, pero de momento vamos capeando el temporal", señalan fuentes de la dirección.

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