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Mina Longo, la carrera de fondo de una diva de raza: "No es un mundo fácil, puse a muchos en su sitio"

"Encima de un escenario, con un micrófono, tienes una facilidad que yo a veces utilicé para decir cuatro cosas a alguno", dice la asturiana, que triunfa con su homenaje a Dúrcal

Rompetechos: Mina Longo, cantante: "He vivido situaciones de machismo y abuso de poder, hay que poner límites y barreras"

VÍDEO: Amor Domínguez/ FOTO: Luisma Murias

Chus Neira

Chus Neira

Oviedo

La primera vez que Mina Longo viajó a México fue también la primera que, en vez de cobrar, pagó por cantar. En la plaza Garibaldi de Tuxtla Gutiérrez pidió a los mariachis que tocaran "Se me olvidó otra vez", de Rocío Durcal:

–Son 20 pesos nuevos

–Pero si la pueden tocar en do, señores, y la canto yo, ¿me cobrarían menos?

–No, señorita, por acompañar a los profesionales cobramos más.

–Pues que sean 20 pesos.

Aquel verano Mina Longo no había cumplido todavía 24 años. Llevaba ya diez como profesional en la música; cinco más, desde los nueve, de su debut en un escenario y su primera paga como cantante. Pisaba por primera vez una tierra que desde niña, recién mudada a Gijón con su familia, pensó que podía visitar en cualquier momento, como si el mundo que estaba detrás de aquellas canciones que le hacían tanta gracia (Durcal, Vicente Fernández, Lola Beltrán) estuviera a la vuelta de la esquina, nada más salir de Ceares. La música sonaba todo el rato en la casa de la calle Progreso de Gijón, donde se había mudado toda la familia –diez hermanos–desde Colunga, lugar de nacimiento de Mina, seis meses antes, el 12 de noviembre de 1970.

Su madre, Trini González, cantaba por Marifé de Triana ("Torre de Arena", "La Loba"). El padre, Ángel Longo, ponía sin parar las casettes del Presi, Armando Montes, Diamantina, Josefina Argüelles y, en especial, "El niño abandonado", de La Pastorina, que todos los hermanos entonaban a coro. En esa infancia feliz y cantarina los padres de Mina fueron conscientes de las dotes musicales de su hija, como certificó Jesús Llera, en la prueba que le hizo con diez años en el Cuadro artístico de Ceares. Pero ellos no tenían recursos para formar a Mina y les recomendaron que fuera a la Agrupación artística gijonesa. Cantó para ellos, seguía los tonos y el ritmo, ensayó tres veces y en solo una semana pasó por delante de todos los niños y la pusieron a cantar en el festival. Mina se estrenó con "Fue tan poco tu cariño" y "La mochila azul". Acababa de cumplir once años y ese día empezó a comportarse como una profesional. A cuidar la voz, a cantar en Caldones o la Pedrera. Le daban cuatro perruques, pero también trabajaba con los de Ceares. Allí la paga era un poco mayor, así que cuando le dijeron que tenía que elegir se quedó con los del Cuadro. Ya tenía catorce años. "En casa entraba el sueldo de mi padre, que trabajaba en Emulsa, mi madre fregaba cuatro portales y había muchas bocas que alimentar, así que lo que yo ganaba venía bien". El circuito local incluía los bares del Coto: El Fugitivo, La Paz… Iban grupos de cuatro o cinco artistas. Jesús Llera con canción ligera y asturiano, Jesús Pedro Martínez con repertorio español, como si fuera Manolo Escobar y ella por lo mexicano.

La vida de Mina Longo volvió a cambiar al año siguiente, en octubre de 1985, cuando un coche que conducía en dirección prohibida atropelló a su padre mientras hacía su turno de noche recogiendo la basura por las calles de Gijón. Parecía que solo le había dado en una pierna. Volvió a casa tras un ingreso largo en la Cruz Roja, con una pierna amoratada, mil colores que la cantante aún lleva grabados en la retina, y un coágulo que una noche acabó con él. "Mi padre era un tiarrón, 1,96 metros, tela marinera. Se parecía a Rock Hudson y era mi mayor fan, me cuidaba mucho. En casa, para ahorrar, fregábamos con agua fría, y él decía a mi madre: ‘¡la nena no, que tiene que cantar y no quiero que se resfríe!’. El día antes de que muriera nos quedamos jugando al chinchón por la noche hasta que me mandó para la camina. ‘Venga a dormir, que mañana tienes que estar muy guapa para la actuación’. Lo recuerdo todo".

Mina Longo sólo pudo hacer EGB, se metió de lleno en la música para ayudar a su madre. Al año siguiente formó un dúo musical con un pianista y empezó a viajar por toda España, en una carrera que, curiosamente, la llevó poco por Asturias. Se acabó estableciendo en Mestas de Con y se movió más por Cantabria, País Vasco y Burgos. Actuó también en Alemania, en Bélgica o en Francia y vivió algunos de sus mejores momentos profesionales en festivales con el de Benidorm de 1996, cuando quedó quinta con "Un poco más de ti" y conoció a Pasión Vega, Inma Serrano o "La Década prodigiosa". Cinco años después quedó tercera en el concurso "Eurocanción" para representar a España en Eurovisión, el año de David Cibera. Fue una época buena en la que Longo realizó sus primeras grabaciones tras una primera casette de sus inicios, con 13 años. Una de aquellas cintas se la llevó César Fernández, un empresario mexicano vecino en Mestas de Con, a una amigo con sala en México DF y aquel mismo año en que no fue a Eurovisión sí consiguió un contrato de cuatro meses para cantar de miércoles a domingo en el "Olé Sevilla", una sala en la calle Insurgentes de la capital. Los días que descansaba, lunes y martes, Mina se iba al salón Tenampa en la plaza Garibaldi del DF, templo de la canción mexicana, a cantar con los mariachis. "Cantas como una pura mexicana", le decían. "Es que fui mexicana en otra vida", les contestaba.

Mina Longo todavía regresó más temporadas a México, menos meses, alternando con los meses malos en España y estuvo a punto de fichar con el representante de "Maná", pero un regreso precipitado a España lo frustró. A partir de 2007 el dúo se rompió y Mina siguió en solitario. Multiplicó su trabajo, también con una pequeña banda para hacer bodas en La Llorea, en Gijón. Y un día todo volvió a cambiar otra vez. "La pandemia fue mal para muchos, pero a mí me dio a conocer en Asturias, gracias a los directos para mis fans en Cantabria miles de personas se pusieron a verme en la región desde sus casas". El covid puso a Longo ante la cámara, vermús en directo, canciones para los seres queridos. Nunca trabajó tanto y nunca tantos se lo agradecieron después. Hoy todavía se emociona al recordar los mensajes de toda esa gente que empezó a pararle por la calle para agradecerle lo que había hecho en los meses de encierro. Esa nueva legión de seguidores es la que ahora llena los teatros en una nueva vida para la cantante, que celebró cuarenta años de carrera en el Prendes de Candás en 2022 con todo el papel vendido. Le pasó lo mismo al año siguiente en Pola de Siero. Empezó a colaborar más con la televisión autonómica. Llenó la Laboral con Falete en su homenaje a Rocío Durcal y ahora, después de triunfar en La Latina, en Madrid, este mismo viernes volvía a poner en pie el Filarmónica. Esta nueva Mina Longo, con banda y mariachis, no para. El 8 de noviembre estará en el Fantasio de Navia y el 28 de noviembre en Langreo, con entradas a la venta a partir de mañana.

En esa carrera no todo ha sido fácil. Mina Longo confiesa que lo que menos le ha gustado de la música ha sido el mundo que rodea la escena. Aún sabiendo que ese era el precio que tenía que pagar para dedicarse a cantar siempre tuvo claro el respeto. "Yo soy una trabajadora de la música y nada más, mi papel acaba cuando termina la actuación. No todo ha sido fácil y puse a muchas personas en su sitio. Desde entonces, no sé si se corrió la voz, pero he tenido muy pocos problemas. Es verdad que encima de un escenario, con un micrófono, tienes una facilidad que yo a veces utilicé para decir cuatro cosas a alguno". La anécdota que resume ese carácter de Longo sucedió en Posada de Llanes, una noche en los años noventa, cuando unos empresarios llegaron acabada la actuación. Pidieron que volviera a cantar. Ya habían recogido todo. Ella se disculpó, dijo que no podía y uno de aquellos hombres repuso que con dinero, siendo una mujer, todo se podía arreglar. "No sé a qué está acostumbrado para decir eso", le respondió Mina, "pero tenga mucha o poca reputación, no se nos habla así nunca, y no todo se compra con dinero". Lo que siguió, cuentan los que estuvieron allí, fue el legendario plantón de la cantante, abandonando el local mientras aquellos hombres seguían sacando billetes del fajo cuando ya llevaban puestas encima de la mesa unas 100.000 pesetas.

Todo eso queda ahora muy atrás, en este instante en que la cantante llena teatros en su mejor versión, con banda y mariachi. "El momento es ahora y es muy bonito. A veces no te llega porque tú tampoco estás en el momento. Ahora mismo tengo una serenidad y una forma de trabajar, con más calma, que también te da la veteranía. Estoy en un momento bueno de voz y el público me quiere. Eso es lo que importa, ellos mandan, el público es lo máximo".

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