Jordi Puntí, escritor: "Si hoy existe el reggaetón es porque existió Xavier Cugat"
La Universidad de Oviedo acoge en su Edificio Histórico la presentación de la última novela de Jordi Puntí, una "antibiografía" del músico Xavier Cugat

Jordi Puntí / Jordi Cotrina

La Universidad de Oviedo acoge este miércoles, en el Paraninfo de su Edificio Histórico, una doble sesión enmarcada en el Congreso de la comisión "Música y Prensa" de la Sociedad española de musicología, que en esta edición está dedicado a la música hispana en Estados Unidos a través de la prensa. La jornada incluirá un concierto a las 19.30 horas con Cristina Teijeiro e Irene Alfageme y una hora antes Jordi Puntí presentará "Confeti", la novela "antibiográfica" en la que ha reconstruido el tiempo, la gloria y los días peores de Xavier Cugat, uno de los músicos españoles de mayor relevancia en la música popular norteamericana durante buena parte del siglo XX.
¿De dónde sale este libro, por qué decidió escribirlo?
Hay dos orígenes. Uno es puramente biográfico. En mi infancia, cuando veníamos a Barcelona, pasábamos frente al Ritz y siempre me decían que me fijara en el Rolls Royce de Cugat. Ver ese cochazo dorado, una de las pocas cosas que se trabajo de Estados Unidos, con esa matrícula (CUGAT), era fascinante, como de otro mundo. Lo veíamos en televisión como un personaje que contaba historias de seres extraordinarios, de Sinatra o de Rita Hayworth. Eran los ochenta y si volviéramos a ver hoy esas imágenes nos parecería un viejo bastante alicaído con el peluquín y sus chihuahuas, pero en ese momento no nos lo parecía.
¿Y el segundo motivo?
Fue leyendo sus memorias, "Yo, Cugat". Pensé que me gustaría escribir una novela de un catalán que se va fuera y que cuando vuelve no ha conocido nada del franquismo, vuelve sin haber conocido la dureza y la tristeza del país y regresa casi como en una misión para recuperar la alegría de la vida. Lo que ocurre es que me dieron una beca para ir a estudiar el personaje a Nueva York, donde más actuó, y empiezo a descubrir que detrás de la máscara hay una persona con muchas dobleces, muy víctima del éxito.
¿Víctima de su propio personaje?
Sin duda. Estados Unidos lo recibe en los años 30 y 40, que es su gran momento, también en Hollywood. Pero después va perdiendo pie y pasa a ser un resto de la cultura popular, alguien que ya no es importante. Y lo lleva muy mal. LO que hace es agarrarse a sus esposas, convertirlas en estrellas para seguir teniendo él esa presencia, y acaba, como la mayor parte de los artistas en América, en Las Vegas, que es un cementerio viviente, una ciudad sin niños donde todo lo que se respira es para el éxito pero que es muy decadente.
Para novelar esta vida inventa la figura de un periodista que aporta distintos puntos de vista.
Ese es el territorio de la invención. Yo quería hacer una novela biográfica y en realidad salió una antibiográfica. Ese periodista es el que husmea y se interesa por la vida de los demás, pero con un compromiso con la información, con la veracidad. Eso me permite contar las dos caras, el éxito y el fracaso, y hablar de la estrategia de Cugat de inventarse parte de su vida para mejorarla, para sentirse feliz. Al final es lo que hacemos todos en nuestro día a día. Reconstruimos lo que pensamos, nuestras mentiras, esperanzas... Todo está hecho a través de la imaginación.
¿Cuán catalán fue Cugat, ejerció como tal?
En lo político, cero. Era del Ampurdán, se sentía de allí, es lo que había mamado. Cuando viajaba por el país oficiaba como catalán, pero cuando salía fuera oficiaba de español. Era capaz de mezclarlo todo, de ser muy amigo de Pujol, recibir una condecoración del Rey e ir a un homenaje a una hija de Franco. Políticamente, también en América, se arrimaba al árbol que mejor le cobijaba.
¿Cómo fue su relación con la música que hoy llamamos latina?
Los músicos cubanos no le respetaban mucho porque endulzaba demasiado su música. Pero es cierto que a él esa música le sirvió cuando llega el swing. Él ya era uno de los cinco directores más famosos de Estados Unidos cuando aparece Benny Goodman, Glenn Miller. Y su forma de renovarse fue introduciendo las congas, los güiros… Se trae a Miguelito Valdés, introduce ritmos nuevos y realmente revoluciona el panorama con algo que era muy exótico. Esa es la entrada de los músicos puertorriqueños y cubanos a Estados Unidos. Por eso digo a veces, medio en broma, que el reggaeton existe porque existió Cugat. Pero sí que hay una línea de sucesión que nace con él.
Hoy, en España, su figura y su música está muy olvidada, pese al gran éxito que tuvo.
Es reducto de nostálgicos. Pero fíjate que esa música de cantantes con orquesta, incluso la de Julio Iglesias o Perales, hoy solo puedes acercarte a ella por el lado irónico. Es verdad que sigue viva para la semana grande de fiestas, donde incluso se puede bailar, pero una aproximación intelectual sólo acepta la mirada irónica.
El libro tiene la virtud de no ser un lavado de cara a Cugat pero tampoco un ajuste de cuentas.
Ese era mi caballo de batalla. Por eso hablo de autobiografía. No quería caer en el retrato feliz ni hagiográfico, no es una defensa de Cugat. Pero tampoco es una crítica estrictamente. Es más bien una reflexión sobre los límites entre la realidad y la ficción y cómo construimos una biografía, como el mero hecho de escribir, la elección de una palabra o de otra, ya supone una opinión, modifica la realidad.
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