El gran mapa de las turberas en Asturias: estos son los cinco humedales de la región con una gran importancia ecológica
Las Dueñas, La Molina, Vega de Comeya y Llano Roñanzas son lugares donde no se descompuso del todo la materia vegetal

Turbera de Roñanzas, con el Cuera al fondo / Miki López
Las turberas, al igual que los pantanosos tremedales, son ecosistemas de gran interés ecológico, característicos de ambientes lacustres, húmedos y fríos, generalmente de origen glaciar. La formación de la turba (su producto estrella) es debida a una paulatina descomposición de la materia orgánica. De este modo, el paso de los años produce una acumulación del carbón poco evolucionado, que puede alcanzar espesores de varios metros, pero con un ritmo lento de crecimiento, estimado entre medio a diez centímetros cada siglo.
La lenta tasa de desintegración es el resultado de una actividad microbiana, en base a la acidez del agua o a la escasa concentración de oxígeno en ella, así como a las bajas temperaturas. Por ello, estos procesos suelen desarrollarse preferentemente en zonas de sustratos silíceos, que dan lugar a suelos ácidos característicos en cubetas con insuficiente escorrentía, donde las aguas estancadas provocan una oxigenación pobre. Son especialmente abundantes en áreas frías de montaña y también en zonas de terrenos calizos con aguas alcalinas.
La turba es un carbón natural de génesis relativamente reciente que presenta color oscuro, aspecto terroso, poco denso y notable acidez, produciendo al arder un humo espeso. Se distinguen dos variedades de este combustible fósil: turba negra y turba parda (con un poder calorífico inferior).
Por otro lado, las turberas constituyen una herramienta útil para el estudio de la vegetación y el clima del pasado. Al no descomponerse por completo la materia vegetal, en la turba formada se conservan maderas semifosilizadas, restos vegetales, granos de polen, etcétera) por lo que puede ser datada cronológicamente utilizando el isótopo radiactivo carbono-14.

Turbera de Las Dueñas. / Miki López
Dada la rareza y singularidad de su flora, es primordial conservarlos para el mantenimiento de la biodiversidad. Sin embargo, se trata de entornos bastante degradados, pues es público su deterioro al utilizarse la turba para jardinería; otras han sido desecadas para uso agrícola y ganadero.
Alusiones históricas a la turba asturiana
Las referencias primigenias sobre el lucro de esta roca organógena en la región datan del siglo XIX. En 1838, Guillermo Schulz menciona que: "En la faja llana de la costa entre Cudillero y Artedo hay depósitos de turba que se usan como combustible en aquellos lugares. Otro depósito de turba de excelente calidad, y de mucha extension é importancia, se ha descubierto recientemente por las obras de fortificación de la Villa de Gigon; este combustible ocupa gran parte de la llanura S.O. de dicha Villa, y por ahora no se trata de aprovecharle en razón de la abundancia de carbon que del interior de Asturias llega al referido puerto". Asimismo, el naturalista Pascual Pastor refiere, en 1853, que la turba tiene cualidades muy recomendables para su aplicación en el hogar, y especifica sobre la existente en La Espina (Salas): "se destina á este uso en Bodenaya solamente, y no toma otras proporciones, ni se investigan otros depósitos, por hallarnos en el país clásico de España del carbón de piedra".
En el año 1867 el periódico ovetense "El Trabajo" publicó varios artículos divulgativos sobre la turba firmados por Gumersindo Valle y, unos años más tarde, Fuertes Acevedo (1884) hace mención en su libro sobre Mineralogía Asturiana a esta sustancia, ofreciendo una serie de datos sobre la misma: "Alguna vez se ha hecho uso de esta materia como combustible, empleando los paisanos en ciertos puntos, los céspedes de Turba, con el nombre de terrones en los hogares; pero este uso no había constituido una explotación formal, hasta el año 1868, en que aparece beneficiada la Turba en alguna escala; en cuyo año, una sola turbera produjo 340 quintales métricos; pero al año siguiente se paralizaron los trabajos por causas que desconocemos, volviendo á reaparecer en 1871, que se estrajeron 208 q.m.".

Turbera de La Molina en La Espina. / Miki López
Importancia de la biodiversidad en las turberas
Las turberas se caracterizan por componer un medio anóxico (con escasez de oxígeno) debido a la impermeabilidad de los sustratos rocosos y a la dificultad de drenaje, lo que impide una completa descomposición de la materia orgánica.
Estos yacimientos albergan una flora y fauna especializada y a menudo relicta de origen boreal, que sobrevivió en enclaves de alta montaña o zonas costeras con condiciones climáticas específicas tras las glaciaciones.
Como vegetación destacada cabe citar los musgos (especialmente del género Sphagnum), plantas carnívoras (Drosera rutundifolia), brezos, fanerógamas (sobresale la brecina, Calluna vulgaris), juncos y plantas herbáceas (por ejemplo, el género Árnica, las cárices y la rosácea potentilla) y el arbusto cola de caballo (Equisetum). Respecto a la fauna, abundan los insectos, anfibios anuros (sapillo pintojo ibérico) y los reptiles.
En Asturias, y en todo el ámbito de la Cornisa Cantábrica, las turberas y zonas pantanosas son escasas y es digno de resaltar su significación ecológica debido a que organizan comunidades vivenciales, vestigio de condiciones climáticas del pasado.
Como ya se ha indicado, conforman ecosistemas característicos de lugares pantanosos y con baja temperatura; por lo tanto, diferentes a las condiciones climáticas que reinan en la Asturias actual. No obstante, nuestra región conserva importantes ejemplos, a pesar de que las condiciones climáticas de ahora no son tan favorables para su génesis. Durante las glaciaciones debieron ocupar gran parte del territorio, refugiándose luego en espacios singulares por sus condiciones topográficas o climáticas. Así ocurre en muchas de las sierras planas cuarcíticas del oriente de Asturias, cuyas plataformas de abrasión culminantes presentan una pendiente tan baja que dificulta el desagüe de la pluviosidad.
En Asturias se pueden reconocer principalmente dos grandes ejemplos de turberas: altas (con esfagnos) y bajas. Las primeras se caracterizan por el predominio del musgo Sphagnum y con frecuencia resultan de encharcamientos en áreas frías de montaña. Las segundas se gestan en charcas someras y lagunas ubicadas en zonas deprimidas de ambientes abruptos y contienen otros tipos de musgos, así como plantas de aspecto graminoide del género Carex.
Las Dueñas
Se encuentra cerca del pueblo de Las Dueñas en la rasa costera del concejo de Cudillero, entre la Concha de Artedo y la Punta Castañal, al oeste de la capital pixueta.
Su principal conveniencia es debida a la rareza de esta cuenca en plena zona costera y a la existencia en su seno de flora amenazada, así como por su tamaño, ya que es la mayor turbera litoral de la región con una extensión de unas 26 hectáreas (de ahí su nombre de "la charcona". Su génesis es debida a la presencia de un relieve de rasa bastante llano y a roquedos cuarcíticos impermeables que dificultan la salida de las aguas, dando lugar a un contorno en el que son incompletos los procesos de descomposición del material botánico.
Se trata de una turbera típica de esfagnos, en la que aún es posible reconocer los característicos abultamientos turbosos. Su singularidad radica en guarnecer buena parte de la flora ―incluyendo plantas carnívoras― y los invertebrados típicos de este hábitat. Forma parte del Paisaje Protegido de la Costa Occidental y fue declarada Monumento Natural y Zona Especial de Conservación el 25 de julio de 2002.
La Molina
Se trata de un enclave natural situado en los concejos de Tineo y Salas. Concierne a otra biota de esfagnos con una extensión de 33 ha, caracterizado por la aparición de una rica variedad de la flora típica de los humedales, como el briófito Sphagnum pylaesii, siendo una de las escasas localidades ibéricas donde aparecen estos ejemplares, catalogados como de alto interés. Además, cumple un papel trascendente como refugio temporal de aves acuáticas invernantes y como ámbito donde se asientan comunidades faunísticas significativas.
Esta turbera ha sido propuesta como Lugar de Importancia Comunitaria en 2004 y reconocida, diez años después, como Zona de Especial de Conservación.
Vega de Comeya
Se encuentra inmediatamente al norte de los Lagos de Covadonga. Concierne a una depresión cerrada, de aproximadamente 1,2 kilómetros cuadrados de extensión, limitada al sur y oeste por escarpes calizos y al norte por una suave cresta modelada sobre rocas cuarcíticas. El fondo de esta morfología kárstica (un típico poljé) es plano y está surcado por un pequeño arroyo que se pierde en un sumidero.
El humedal ocupa la zona encharcada del cuadrante noroccidental y en el resto de las laderas que limitan la llanura se aprecian abanicos torrenciales, argayos y avalanchas de rocas.
Los sondeos mecánicos practicados en el lugar demuestran que el espesor máximo del relleno alcanza los 57 m, correspondiendo al grosor de la masa de turba 5 m, por debajo de la cual se encuentran arcillas propias de varvas glaciares. La base de la turbera ha podido ser datada mediante el método del carbono-14 en torno a los 8.350 años antes del presente. Está situada dentro del Parque Nacional y Reserva de la Biosfera de los Picos de Europa, en una Zona de Especial Conservación.
Llano Roñanzas
Las acumulaciones de turba más notables del oriente astur se encuentran sobre la rasa costera de Llanes (turberas de Pendueles, la más grande, Llano Roñanzas, Buelna, Llano de la Mesa y Vidiago). Los yacimientos carbonosos se disponen sobre rocas cuarcíticas alteradas, formando bancadas con potencias medias comprendidas entre 0,5 metros y 1,6 metros (aunque existen capas de hasta 2 metros).
El valor medioambiental de Roñanzas (ubicada en la llanisca Sierra de la Borbolla) radica en que constituye una reliquia vegetal, lo que la convierte en uno de los pocos vestigios que perduran de la sedimentación de vegetales en entornos del último período glacial. La excelente preservación de la materia orgánica posibilitó poder definir en los últimos 2.500 años cinco períodos climáticos de condiciones húmedas (con predominio de musgos tipo esfagno), alternando con otros tantos más secos (con supremacía de ericáceas), perfectamente correlacionables con los establecidos en la Península Ibérica.
En Llano Roñanzas, se benefició la turba entre 1963 y 1992 (mina Montserrat), cuyo material era enviado a Cataluña para utilizarlo como sustrato en viveros y jardinería debido a sus propiedades para retener agua y sus nutrientes.
Núcleo urbano de Gijón
La existencia de turba y fangos organógenos en Gijón es conocida, al menos, desde la primera mitad decimonónica. Además de Schulz, Fuertes Acevedo describe al respecto, en 1884: "En la parte S.O. de Gijón, ha sido descubierta cuando las excavaciones para las obras de fortificación y aparece en capas que alternan con arena y margas [...]. En todos estos casos su presencia se deja conocer por cierto movimiento de fluctuación en el terreno á causa de la poca consistencia que ofrece la Turba, dada su estructura y gran porosidad".
Su distribución espacial se concentra en dos áreas principales. Una se prolonga por El Humedal hasta los alrededores de Cimadevilla, con una potencia máxima de los niveles turbosos de unos 6 metros. La otra ocupa una zona entre Begoña y la avenida de Castilla, más reducida de grosor (del orden de 1-3 metros). La turba suele aparecer en dos o más pequeños horizontes, o diseminada dentro de materiales arcillo-limosos. Muestra cambios muy rápidos de espesor y de facies en espacios reducidos. Las dataciones radiométricas en la turba de la Plaza de Europa, mediante carbono 14, proporcionaron una edad de 5.360 años (Holoceno).
El deficiente comportamiento geotécnico de estos tramos carbonosos puede dar lugar a asientos diferenciales y afectar a las edificaciones superpuestas. Tales carencias geomecánicas obligaron a utilizar pilotes de madera en las cimentaciones antiguas, especialmente en el dominio oriental de El Humedal. A pesar de estos remedios los problemas subsistieron, así en el año 1989 se declararon ruinosos varios inmuebles en la tristemente célebre "manzana reseca". Problemática relacionada con el abatimiento del nivel freático provocado por excavaciones realizadas en las inmediaciones; tal descenso de las aguas subterráneas dejó en condiciones aerobias la parte superior de los pilotes, produciendo su pudrición y el subsiguiente asentamiento de las viviendas.
Además de las mencionadas, existen otras repartidas por la zona centro-occidental, aunque no parecen alcanzar la valía de las llaniscas. Destacan las de Artedo (Cudillero), Sierra de Sobia (Teverga y Proaza), La Espina (Salas) y el sistema oligotrófico de germen glaciar de Cangas del Narcea, Ibias y Degaña, de manera prominente las dos lagunas de Fasgueo, en este último concejo (con el característico Juncus filiformis).
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