Fallece a los 76 años "Tino El Roxu", leyenda sidrera de Nava y Gijón

Hostelero carismático, pionero del escanciado como un arte y embajador de la sidra, deja tras de sí un legado impresionante

"Tino El Roxu", en una imagen de archivo.

"Tino El Roxu", en una imagen de archivo. / Juan Plaza

José A. Ordóñez

José A. Ordóñez

Oviedo

Asturias despide a uno de sus grandes. Ha fallecido Florentino Mañana García, "Tino El Roxu", histórico hostelero, maestro escanciador y figura señera del chigre tradicional. Tenía 76 años y, con su marcha, se va también una parte de la memoria viva de la sidra y de la Asturias más entrañable.

Nacido en 1949 en San Julián de Bimenes, criado en Nava y afincado desde los 16 años en Gijón, Tino forjó una vida intensa entre deportes, bolos, escanciados imposibles y un profundo amor por la familia. De joven, fue un buen futbolista, delantero centro en el Europa de Nava. Pero su vocación la encontró en el escanciado, tras robar de niño los vasos del bar de su padre, el bar Guillermo en la calle la Vega, de Nava, y estrellar más de uno antes de dominar la técnica. Años más tarde, lograría el récord de escanciado simultáneo en once vasos, en brazos, pies y hasta en la boca. El No-Do fue a Nava para grabarlo en los años setenta.

De carácter alegre, bromista y enormemente vital, "Tino El Roxu" encarnó el espíritu del chigre asturiano con autenticidad irrepochable. A los 18 años probó suerte en los astilleros como soldador, pero la huelga de 1981 le llevó a apostar por la hostelería. Así nació la sidrería Tino El Roxu, en la calle Hermanos Felgueroso, germen de un negocio que marcaría época en Gijón. Su mujer, María Emilia Zamorano, fue su gran apoyo: ella en la cocina o en la caja; él en la barra y escanciando.

Participó en ferias gastronómicas por toda España, fue imagen del Ayuntamiento de Gijón en Fitur y estrella del pabellón asturiano en la Expo de Sevilla de 1992, junto a Pedro Morán. Allí, durante siete meses, Tino fue símbolo de hospitalidad y la esencia asturiana.

Siempre impecable, deportista desde joven, fue también generoso y cercano. Escanció sidra al escultor Eduardo Chillida durante la inauguración del "Elogio del Horizonte", y protagonizó una simpática anécdota con el entonces Príncipe de Asturias, a quien permitieron mojar los labios con sidra en una parada de la Familia Real en Nava.

El azar también le sonrió: en 1988, gracias a la peña sportinguista Jiménez, repartió el Gordo de Navidad. "Compré un piso frente al chigre y otros tres en Benidorm", rememoraba entre risas entonces. Pero más que el dinero, lo suyo fue siempre el trato con la gente. "Todo es poco para atender a mis clientes".

En 2013 decidió retirarse, aunque de mala gana: "Si mis hijas hubieran cogido el negocio, yo estaría amarrado allí de por vida", explicó al echar el cierre. Ya jubilado, se volcó en sus nietas, Paula y Bárbara. Las mañanas de paseo con el perro, las partidas de tute o escoba en Casa Cundi y los partidos del Sporting llenaban su tiempo sin perder el humor ni la mirada luminosa.

Mañana sábado habrá celebración de la palabra en su memoria en la capilla del Tanatorio de Cabueñes a unas 13 horas. A continuación, sus restos mortales serán incinerados.

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