La reflexión de Humberto Arnés sobre la salud en Asturias, “un gran motor que no se puede desaprovechar”
El Principado cuenta con las piezas necesarias para construir una economía en torno a la sanidad; el reto es ensamblarlas con visión

Salud: el gran motor que Asturias no puede desaprovechar
Humberto Arnés ha sido director general del CDTI, del Instituto de Fomento Regional (IFR) de Asturias y de Farmaindustria
Hace unos meses, fui invitado por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) a participar en un grupo de trabajo encargado de elaborar un documento de reflexión y propuestas para la mejora del sistema de salud asturiano, recientemente publicado.
Mi contribución, junto a la de otros, se centró únicamente en la temática número 10 del informe: "La salud y el desarrollo económico asturiano". Aprovecho ahora la ocasión para compartir mi visión personal sobre este asunto –en gran medida coincidente con lo expuesto en el documento– con el objetivo de contribuir al debate sobre una cuestión de enorme actualidad e importancia: convertir la salud en uno de los grandes motores económicos de Asturias.
En un contexto de transformación económica global y búsqueda de nuevos vectores de crecimiento, Asturias se encuentra ante una oportunidad histórica: convertir su sistema sanitario en una palanca estratégica de desarrollo regional. Aunque carece de una gran industria sanitaria y compite con comunidades autónomas más grandes, los datos y las tendencias apuntan a que la salud puede –y debe– ser uno de los pilares sobre los que se asiente el futuro económico asturiano.
Asturias posee activos suficientes para posicionarse en el nuevo mapa de la economía del conocimiento en salud. Actualmente, el sector salud en Asturias representa aproximadamente el 12 por ciento del empleo, moviliza más de 3.300 millones de euros y concentra un tercio del presupuesto público regional. No estamos, por tanto, ante un actor secundario. Más bien al contrario: se trata de un ecosistema ya existente, sólido y con potencial latente. Cuenta con un sistema sanitario robusto, con profesionales altamente capacitados e infraestructuras sólidas, un entorno académico-científico potente –ISPA, HUCA, Universidad, centros del CSIC–, una agencia de innovación solvente como Sekuens y una larga tradición industrial. La experiencia internacional demuestra que regiones con características similares han logrado posicionarse como referentes en innovación sanitaria, y lo han hecho apostando por la especialización, la atracción de talento y la inserción en redes internacionales.
Asturias no necesita, por tanto, inventar nada: debe adaptar estas estrategias a su propia realidad. Pero este cambio exige más que buenas intenciones. A mi juicio, son necesarios tres factores clave: una firme voluntad política, una planificación estratégica rigurosa y audaz y una coordinación efectiva entre todos los agentes implicados.
Voluntad política:
Cualquier proceso de transformación profunda comienza por ahí. No basta con proclamas institucionales; se necesitan compromisos claros, asignación de recursos y estructuras de gobernanza robustas. Esta voluntad debe partir del más alto nivel institucional: la Presidencia del Principado, que ha de asumir el liderazgo de una estrategia transversal en la que salud, industria, conocimiento e innovación avancen de forma coordinada. La salud no puede seguir considerándose sólo como un servicio esencial, sino que debe ser vista como un vector de crecimiento económico, un sector con impacto directo en el empleo, el emprendimiento, la innovación y la atracción de inversión. Esta mirada requiere una dotación presupuestaria propia, estabilidad a medio plazo y una estructura de coordinación técnica capaz de conectar departamentos y políticas públicas. Además, el Gobierno regional debería fomentar tanto la oferta como la demanda de soluciones innovadoras, pero también impulsar la compra pública innovadora que genere un mercado local para nuevas tecnologías sanitarias.
Planificación estratégica.
No sólo hay que definir objetivos; hay que trazar cómo alcanzarlos y con quién. Asturias no debería competir en volumen, sino en inteligencia; tampoco debería hacerlo en todos los frentes. La clave está en ser selectivos e identificar y priorizar nichos estratégicos en los que pueda ser competitiva a escala nacional e internacional. Debe especializarse en nichos que aprovechen sus fortalezas y se alineen con las tendencias globales. Salud digital e inteligencia artificial (un campo donde convergen la excelencia clínica, el capital humano tecnológico y la necesidad global de eficiencia asistencial), ensayos clínicos (aprovechando la solidez del sistema sanitario para atraer inversión del sector farmacéutico y mejorar la atención), medicina personalizada, tecnologías asistenciales y prevención en salud pública (ámbitos donde Asturias puede especializarse sin necesidad de grandes escalas productivas) son buenos ejemplos sobre los que profundizar. Estos ámbitos no requieren de grandes escalas productivas, pero sí de alta cualificación, innovación y cooperación. La planificación debe incluir también mecanismos de implementación, y aquí Sekuens y el ecosistema ya existente desempeñan un papel esencial.
Coordinación entre todos los agentes del ecosistema.
El éxito de esta visión depende, en gran medida, de la capacidad para articular de forma eficaz a los cuatro actores principales: universidades y centros de investigación, empresas, emprendedores y capital riesgo. Las universidades deben, a mi juicio, volcarse en una investigación aplicada, formar talento interdisciplinar y reforzar la transferencia de tecnología. Las empresas tienen que comprometerse con la I+D y abrirse a la colaboración con centros de conocimiento. Los emprendedores deben centrarse en retos reales del sistema de salud, con modelos sostenibles, escalables y regulatoriamente viables. Las entidades de capital riesgo tienen que apostar por la innovación profunda, con paciencia y sensibilidad social, ofreciendo no sólo financiación, sino también mentoría y redes. En este contexto, la creación de un clúster de salud sería un instrumento ideal para articular esta visión. No debería tratarse de una etiqueta institucional más, sino de una plataforma real de cooperación entre empresas, emprendedores, centros de conocimiento y administraciones. Actuaría como espacio de encuentro, formación, internacionalización y coordinación, ayudando a superar barreras estructurales y la crónica desconexión entre empresa e institución sanitaria, consolidando así un ecosistema de innovación con capacidad para crecer, escalar e impactar.
En definitiva, Asturias ya cuenta con las piezas necesarias para construir una economía en torno a la salud. Lo que ahora necesita es ensamblarlas con decisión, visión y colaboración. El reto es claro: la salud es uno de los sectores con mayor potencial de futuro, retorno social y capacidad de atracción de talento e inversión. Difícilmente podríamos encontrar una apuesta más convincente que aquélla que mejora la vida de las personas mientras genera valor para toda la sociedad.
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