El anfiteatro de Cudillero renace entre el pulso turístico y residencial
El conjunto histórico artístico, joya de la corona del turismo en Asturias y orgullo de los pixuetos, frena su deterioro al reactivarse las reformas gracias al coto a la burocracia

Cudillero, plaza de La Ribera / Mario Canteli
"La villa de Cudillero cuenta para la satisfacción propia y para el disfrute del turista por su disposición arquitectónica y su ubicación de un hermoso anfiteatro, donde las casas aparecen superpuestas unas sobre otras aprovechando cada rincón minucioso. Recibe el nombre de anfiteatro, pues las casas simulan los palcos y la plaza sería la escena. Una de las cosas que más caracteriza este lugar es el colorido que lucen las cosas, sobre todo, en las ventanas y en los aleros".
Es ésta la carta de presentación que hace el Ayuntamiento de Cudillero de su principal reclamo turístico (también el de Asturias), el anfiteatro de la villa pixueta, declarado conjunto histórico artístico y que se puede calificar de mundialmente famoso sin exagerar. Pero disfrutar de algo así tiene su coste: el mantenimiento.

Carlos Valle se adentra en el anfiteatro desde la plaza de La Marina, junto a la casa «del cable», en plena reforma / Mario Cantelo
Y no es fácil mantener en pie, en buen estado y con bonitos colores año tras año, década tras década, esas en su mayoría pequeñas casas (más de un centenar) con paredes que se anclaron muchos siglos atrás a la roca de esa revirada montaña mirando al mar Cantábrico.
De esas complicaciones para evitar el avance de la ruina y el abandono por esas empinadas e imposibles calles da fe el alcalde, Carlos Valle, pixueto de pata negra (sus orígenes familiares están en casas cercanas a La Ribera, muy cerca del ayuntamiento que hoy dirige), quien ahora puede celebrar el resurgimiento en ciernes del anfiteatro, con varias reformas ya consolidadas y otras en ello. "Ahora mismo habrá unas 14 actuaciones de grado mayor activas, y desde 2020 se habrán hecho ya unas 40", enumera Valle mientras se da un paseo con LA NUEVA ESPAÑA por las entrañas de la villa pixueta, a estas alturas de junio en plena ebullición de turistas de todas las edades (excursiones de colegios, de jubilados, parejas, familias con hijos) y nacionalidades, y sumergida en los preparativos de las fiestas de San Pedro y del famoso sermón laico de l’Amuravela, que tendrá lugar el próximo 29 de junio.

El alcalde de Cudillero señala una reciente rehabilitación en la travesía principal. / Mario Canteli
Hay varios motivos que explican ese revival del anfiteatro pixueto, sumido durante décadas en un letargo producto de la marcha progresiva de sus vecinos a medida que se hacen mayores -es complicada la vida diaria entre escaleras, calles muy pendientes y casas, en algunos casos, sin acceso rodado-, pero también por la ingente burocracia y los elevados de costes para hacer cualquier obra o pequeña reforma.
"Hemos agilizado los trámites, en 2020 se tardaban cuatro años en lograr el informe municipal para una licencia; hoy, dos meses. También se ha modificado el decreto de Patrimonio para que algunos trámites se puedan hacer a nivel municipal, y no necesariamente regional, así se agilizan. Hay que tener en cuenta que la catalogación como Conjunto Histórico Artístico conlleva más exigencias", advierte el Alcalde, quien pone de ejemplo varias iniciativas privadas en la arteria principal de la villa, a los pies del anfiteatro, ya consolidadas.

Santiago Fernández, delante de su casa del anfiteatro; a la derecha, dos curadillos colgados. / M. R.
Entre La Marina y El Comercio se levanta Casa Julia: "Cinco años parada la obra cuando llegamos al gobierno y ahora lista. Otra, el edificio de La Gijonesa, arreglada hace dos años y también tras mucha espera". Sigue el paseo travesía arriba -la calle Suárez Inclán- y aparece un edificio esquinero, un clásico en las fotos de los turistas, arreglado para restaurante y apartamentos tras años en ruina. También hay algo de iniciativa pública, la Sala de las Tres Culturas, que ahora alberga una exposición de artistas locales como Manolo Romero, y también un centro de formación digital, rehabilitada en 2020 gracias a fondos europeos Leader.
Pero es evidente que el fin turístico (hostelería, comercios o alojamientos) predomina sobre el residencial a la hora de rehabilitar viviendas. Hay también segunda residencia de propietarios que viven fuera de Cudillero -es el caso de Elisa Álvarez y Fernando Razquin, quienes se cruzarán con el Alcalde durante el paseo- o vecinos de toda la vida, los menos, que apuestan por arreglar su casa en condiciones, como Santiago Fernández, quien hace casi 20 años acometió una buena reforma integral que le costó "15,5 millones de las antiguas pesetas de aquella, hoy a saber lo que subiría".

Elisa Álvarez y Fernando Razquin, camino de la playa, en pleno anfiteatro, pasan ante una obra. / Mario Canteli
Carlos Valle asume, como dice él, que hay que "ser realista". Y se niega a ver las viviendas de uso turístico y el resto de modalidades de alojamiento que se extienden por el anfiteatro como un problema, como sucede en otras partes. De hecho, el Principado está inmerso en un decreto que regule las VUT para evitar que se vayan de las manos. "Es que aquí es todo lo contrario, porque gracias a esto hay inversión. Tiene que haber un control y un equilibrio, por supuesto. Pero lo hay. El fin es potenciar y cuidar el aspecto del anfiteatro, y eso no se resuelve solo con viviendas privadas. Hay inversión de fuera, sí, pero también de hijos y nietos que ahora recuperan la vivienda familiar". Carlos Valle también lo hizo en su día, explica.
Todos quieren rentabilizar o, al menos recuperar, una inversión que no es pequeña. Una casa de 100 metros cuadrados puede rondarlos 200.000 euros arreglarla. Si hay que comprarla antes, todo se dispara. "Aparte de que hay muy poca ya, y está muy cara", señala Valle. Un ejemplo: si en 2019 una casa de 60 metros cuadrados rondaba los 40.000 euros, ahora se ha multiplicado por tres.

Las letronas de Cudillero, con el anfiteatro al fondo. / Mario Canteli
Grande es la inversión que acometen los propietarios madrileños en la llamada casa "del cable", una de las "más bonitas" en plena plaza de La Marina -está justo detrás de la antigua lonja de pescado ahora cubierta por una gran lona-, con ficha individual en el catálogo y que será destinada a segunda residencia, apartamentos turísticos y bajos comerciales. "Llegó a tener un pino creciendo en el tejado", apunta el Alcalde y confirman Elisa Álvarez y su marido, con vivienda a pocos metros.
Ella es pixueta, pero vive en Navarra, de donde es su marido. Todos los años pasan varias semanas en la casa de Elisa, quien la arregló de forma integral hace un tiempo. No se lo pensó. "Esto es lo más guapo del mundo y no lo cambio por nada, ahora bien, sí que es incómodo", explica mientras baja poco a poco, cargada con la bolsa de la playa, en chanclas, camino del muelle a tomar el sol, junto a Fernando Razquin, quien lleva las sillas.

Obras con la casa de La Torre, verde, al fondo, a la venta. / Mario Canteli
Por eso en cuanto ven al Alcalde no dudan en reclamarle una barandilla para facilitar el tránsito desde su casa hasta La Ribera. "Esto ha mejorado, se ve más limpio, pero hay que cuidarlo algo más", reclaman. La pixueta tiene un hijo de 18 años "más enamorado que yo de esto", por eso duda de que su casa acabe algún día convertida en vivienda turística.
También tiene claro que no será así Santiago Fernández, marinero retirado. "Ni loco la vendo", asegura mientras cuida el puesto de artesanía que su mujer Ángeles Campomanes tiene a la puerta de casa, donde también cuelgan un par de curadillos –pescado curado típico de la villa– cuyo origen explica a todo el que le pregunte. "Puedes tocarlo si quieres", ofrece.

La Sala de las Tres Culturas. / Mario Canteli
Álvarez es crítico con los costes del agua y el alcantarillado que pagan los pixuetos, y también con los muchos condicionantes que hay hoy en día para intervenir en el anfiteatro, por el que aún cuelgan pequeños azulejos que recuerdan la última intervención integral pública –el antiguo ARI–, en 1982. "Ahora todo es más complicado y caro. Hace años nos juntábamos los vecinos, había sextaferias, entre todos subíamos el material y nos arreglábamos Ahora eso no se puede", lamenta.
El lugar de cada casa en el anfiteatro importa y mucho para calcular costes de obra. Las casas del alto, con acceso rodado, lo tienen más fácil: "Arreglar un tejado allí arriba sale por 10.000, aquí, donde hay que traerlo todo a pie, 25.000".
Con todo, Santiago Álvarez0, como lo hace Elisa Álvarez, como también lo defiende el Alcalde y, a buen seguro, en general todos los residentes del anfiteatro, los de ADN pixueto, vivir ahí es "lo mejor del mundo, un regalo". Niega el marinero jubilado que sea incómodo o complicado cuando se va teniendo edad: "Allí arriba vivió hasta hace poco una mujer de 95 años, sin problema. Ahora los supermercados tienen gente que nos traen la compra hasta donde quieras. Ningún problema".
Palabra de pixueto.
Suscríbete para seguir leyendo
- Hacienda se pone firme en Asturias: inpeccionará ahora los pisos para buscar incumplidores fiscales por este motivo
- Están echando a los empresarios de Asturias', clama Luis Fernández-Vega sobre al polémico impuesto de sucesiones
- Un ovetense se gradúa en Derecho a los 76 años y es su hijo, vocal del Poder Judicial, quien le entrega la beca de licenciado: 'Papá, eres ejemplo de perseverancia
- El AVE arrasa: comprar billetes a Asturias es una misión imposible en su primer verano con toda la oferta
- Jesús Daniel Sánchez, director de vivienda del Principado: 'Se acabó eso de desarmar una vivienda pública y que no pase nada
- Atención conductores: estos son los 5 radares más 'multones' de Asturias
- Se buscan asturianos con influencia en el Gobierno central: solo ha habido tres ministros en lo que va de siglo
- El área de Neumología Intervencionista del HUCA, 'Asturiana del mes