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La semana política

Dos años, un suspiro

El PSOE repasa candidaturas locales y el PP se confía

Vicente Montes

Vicente Montes

Las legislaturas van camino de ser campañas electorales permanentes, como si mañana hubiese que ir a las urnas. Pero las elecciones son eso que, en teoría, sucede cada cuatro años. Es cierto que, casi como una paradoja relativista, el tiempo de la política cada vez pasa más rápido. Aún faltan dos años para los comicios, pero nadie quiere dejar nada a la improvisación.

Son conscientes de ello en el PSOE asturiano, donde ya han empezado las especulaciones sobre las candidaturas municipales. No es para broma: en las elecciones de 2023, los socialistas sufrieron una importante pérdida de poder territorial. Con una mayor participación, de casi dos puntos porcentuales, el PSOE se dejó en el camino casi 17.000 votos y 42 concejales. El PP sumó casi 45.000 papeletas y creció en 85 ediles. Vox incrementó en un 60 % sus resultados. En la FSA se achacó parte de ese mal resultado a la falta de tino en algunas candidaturas municipales. No en vano, el propio Adrián Barbón destacó que su candidatura autonómica obtuvo 20.000 votos más que las listas municipales.

Los socialistas vieron menguados sus feudos. Y en varios de los que mantienen se avecinan cambios en los carteles electorales. Acertar con la candidatura puede ser clave para conservarlos o inclinar la balanza hacia un cambio de color. Uno de los más evidentes es Llanera, tras el paso atrás en política de su alcalde, Gerardo Sanz. Allí el PSOE sacó mil votos de ventaja al PP en 2023. Asentar un liderazgo local como el de Sanz no es cosa de tres días. Hay también incertidumbre sobre el futuro en Villaviciosa, en Avilés y también en Siero (por otras razones). Falta perfilar un nombre para Gijón y tomar decisiones sobre Oviedo u otras zonas. ¿Mejor prepararse ya y tener delante dos años para asentar candidaturas claras? La ensalada de nombres empieza a servirse.

El Partido Popular no muestra tantas urgencias, básicamente porque confía en su marca y en el desgaste de Sánchez, pero las encuestas revelan una fuga lenta de votantes hacia Vox. Los sondeos muestran, dicho en trazo grueso, que los votantes de mayor edad tienen una sensación de bonanza económica y comodidad con la situación actual. También que los nuevos votantes y hasta los 30 años, en parte azuzados por la grave quiebra generacional que existe en cuanto a las dificultades respecto a sus padres, apuntan al voto de enfado, siempre más sobreactuado, de Abascal. Fiar a las sensaciones la elección de papeletas es un gran riesgo.

Dos años pasan en un ¡ay!, pero también pueden ser muy largos. Por ejemplo, en la batalla por la supresión del peaje del Huerna, dos años de espera pueden acabar volviéndose en contra. Ahí va otra paradoja mayúscula: el partido que tomó la decisión de prorrogar la concesión en 2000 y que la defendía parlamentariamente en los años siguientes, el PP, es ahora el que con más vehemencia pide acabar con esa "injusticia ilegal". El partido que la cuestionó, el PSOE, cometió el desliz de prometer en 2004 un imposible: la supresión del peaje, e incluso llegar a plantear una autopista alternativa. Era eso, un imposible, pero le sirvió al PP para colocar la batalla en la promesa incumplida. Que siempre hay vueltas sorprendentes lo ejemplifica que el propio Francisco Álvarez-Cascos defienda ahora tanto la decisión inicial de la prórroga como la supresión del peaje.

¿Quedará el ministro Óscar Puente solo defendiendo el peaje? Echando cuentas, es posible que Europa tome la decisión definitiva ya para comprometer al próximo Gobierno de España. Y suprimir el peaje tendrá un alto coste, ya tenga que pagarlo Sánchez o Feijóo. Veremos, pues.

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