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Adiós a los exámenes escritos de toda la vida: la IA cambiará la forma de evaluar en los colegios asturianos

"Los alumnos usan ahora la inteligencia artificial como si fuese algo clandestino; el docente debe enseñarles cómo y cuándo usarla y examinar el proceso en vez del producto final, valorando la originalidad y la reflexión", aseguran los expertos en tecnologías educativas

Atención, profesor: así hay que evaluar en la nueva era de la inteligencia artificial

Atención, profesor: así hay que evaluar en la nueva era de la inteligencia artificial / LNE

Helena López

La escuela debe aprender a convivir con la IA. No hay más remedio. Hará falta cambiar la forma de dar clases y, sobre todo, de evaluar.

Así lo afirma Lourdes Villalustre Martínez, profesora titular del departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo y experta en tecnología educativa. Según recalca, en la era de la inteligencia artificial ya no tienen sentido ni las clases expositivas ni los deberes y exámenes de siempre, los que solo miran el producto final, los de memorizar y reproducir contenidos.

"El profesor ya no es ese centro de información, tiene que cambiar su rol y hacer de mediador, de gestor de la IA", sostiene Villalustre. Porque lo que ella misma está viendo en las aulas de la Universidad de Oviedo es que los estudiantes no saben cómo utilizar la IA en el entorno educativo.

La usan, pero "como si fuese algo clandestino". "Hay que poner luz a cómo utilizarla, para qué utilizarla y para qué no se puede utilizar". Los alumnos deben saber que no se trata de hacer un copia y pega de lo que dice ChatGPT, ya que no siempre la información que aporta la maquinita es veraz.

Esto lleva a cambiar "por completo" el paradigma de evaluación actual. Con la IA presente en nuestra vidas, "ya no podemos evaluar a los estudiantes por lo que han entregado, por el producto final, sino que hay que evaluar el proceso". Es lo que los expertos llaman "evaluación auténtica".

¿En qué consiste? En utilizar nuevas (o no tan nuevas) metodologías, como los portafolios digitales, los estudios de caso o las defensas orales, y valorar otras cualidades: la originalidad, el razonamiento que hay detrás de un trabajo y la reflexión crítica, explica la profesora de la Universidad de Oviedo.

Exámenes orales

Josep María Castellà, profesor de Didáctica de la Lengua en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) , ve beneficioso volver al examen oral. Una manera de hacerlo es pedir al alumnado que haga el trabajo con IA y después hacerle una entrevista oral sobre el mismo. Otra forma, ejemplifica Castellà, de incorporar la IA es pedir al alumnado que al final del un trabajo escrito añada media página final en la que declare qué programas ha usado y qué ha hecho con ellos –si los ha usado para la redacción, para buscar el contenido o para corregir el estilo y la ortografía– y unas reflexiones personales añadidas. En definitiva, se trata de valorar el proceso.

La asturiana Lourdes Villalustre, que imparte la asignatura de Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación, puntualiza que los exámenes orales y escritos pueden convivir. "No tiene que ser todo oral, todo depende del contenido y de la materia. Por ejemplo, hacer un examen oral de matemáticas igual es un poco complicado".

¿Aprenden igual?

Con la llamada evaluación auténtica, ¿los alumnos aprenderían lo mismo? Lourdes Villalustre no tiene duda: lo mismo o más. "Cuando valoramos más esos procesos, estamos aplicando metologías más activas y hacemos más partícipes y protagonistas al estudiantado, de forma que el aprendizaje se ve mejorado". No obstante, añade, "no se puede decir categóricamente que por centrarnos en los procesos de aprendizaje va a ser mejor, todo depende de cómo se plantee ese aprendizaje".

La IA y todos lo cambios que implica en la educación, apunta la profesora de la Universidad de Oviedo, "es una oportunidad para replantearnos cómo estamos desarrollando nuestra docencia, qué metodologías estamos aplicando y qué educación estamos llevando a cabo". "La sociedad actual está totalmente digitalizada y, por lo tanto, la escuela debe adaptarse a este contexto".

Mandar deberes

Héctor Gardó, doctor en Ciencias de la Educación y director de Equidad Digital en la Fundació Bofill, reflexiona que más allá de la parte tecnológica, la pregunta sobre los deberes en la era de la IA interpela mucho sobre qué es educar y cuál es el papel del docente. Es importante dejar de hablar de qué –¿qué deberes mandar?- y empezar a hablar de cómo y por qué.

"El producto (el trabajo final a entregar) te lo puede crear la IA. Hablemos de cómo tendría que ser el proceso: cómo soy crítico con la información que encuentro, cómo la expongo, cómo la comparto con mis compañeros... El producto final (el trabajo) es una excusa. La IA nos invita a redoblar la apuesta por la humanidad en la educación, a preguntar al alumno cómo lo ha hecho, qué opina de ello, cómo se ha sentido haciéndolo, con quién lo ha hecho, cuándo…", detalla.

Gardó pone sobre la mesa una cuestión de calado. "La investigación dice que el uso indiscriminado de la IA está empeorando la curiosidad, la capacidad de asombro. Si tienes las respuestas a todo, ¿para qué tienes que pensar?".

Castellà es un convencido de la necesidad de "incorporar las novedades" a la enseñanza para que las aulas no sean "demasiado diferentes al mundo. Sócrates no quiso escribir ni una línea en toda su vida porque la escritura se acababa de inventar y él consideraba que destruía el conocimiento y la filosofía. Conocemos a Sócrates por Platón. Él se negó a escribir y a aceptar una novedad de la época que se impuso".

Los apuntes, a mano

"Veníamos de unos años de una innovación muy loca y, poco a poco, se va abandonando la idea de que cualquier cambio es bueno, que va desmontándose por la cruda realidad". Son palabras de Juan Fernández, profesor, investigador y autor de "En blanco: Cómo focalizar la atención, la memoria y la motivación para aprender", compartidas por infinidad de docentes de primaria y secundaria. Esa innovación demonizó aprender mediante la toma de apuntes, práctica desterrada en muchas escuelas durante años.

El profesor del Departamento de Pedagogía Aplicada de la UAB Màrius Martínez la defiende como "una habilidad interesante que valdría la pena no perder y una oportunidad de aprendizaje potente y valiosa". "El aprendizaje es un proceso complejo en el que vas incorporando en tu patrimonio ideas, valores y competencias. Es bueno que el alumno escuche ideas y conceptos, sepa discernir lo importante de todo lo que está escuchando y lo anote".

La selección de la información es crucial. No es transcribir, es procesar la información del profesor e identificar cuál es la más relevante. "Es como subrayar, si subrayas todo y dejas la página llena de colores pierde el sentido", prosigue el profesor de la UAB. Es imprescindible que el profesorado enseñe a tomar buenos apuntes. No hay que dar por sentado que el alumnado sepa hacerlo.

"La diferencia está en qué piensa la persona mientras toma apuntes. Tomar apuntes no es escribir lo que yo digo, sino lo que tú piensas que yo digo; es una buena acción porque es un ejercicio de interiorizar, conectar con lo que ya sabes y expresarlo de la manera que más encaja con tus modelos mentales", argumenta Fernández. "Es explicitar las representaciones mentales que tu cerebro va haciendo; para tomar buenos apuntes hay que reivindicar de nuevo la importancia de los conocimientos que te ayudan a saber cosas y a enfocar la atención". Uno de los problemas actuales en las aulas es la falta de concentración.

Los apuntes no son un producto final. Tienen que revisarse. En secundaria, Martínez recomienda dejar un espacio en los propios apuntes para anotar preguntas o lo que no se ha entendido y dejar momentos en clase para revisarlos y comentarlos.

¿Apuntes a mano o con el ordenador? Fernández dice que en ordenador es más fácil que desconectes en algún momento porque te ha llegado una notificación del móvil o del correo electrónico. A mano es más difícil seguir el ritmo y obliga a procesar mediante flechas, diagramas, abreviaturas, mapas mentales... y además aporta el trabajo de la motricidad fina.

Hay un consenso generalizado en que si quieres aprender algo necesitas procesarlo y en que para aprender cosas complejas es importante escribirlas. Escribirlo es una forma de apropiarse de lo que te están contando, de incluirlo a tu catálogo de modelos mentales. No solo es escribirlo, es también darle organización gráfica como ponerlo en forma de diagramas.

Se plasma en papel lo que comprendes, lo relevante y eso es bueno porque hay niveles muy bajos de comprensión lectora y oral.

Los apuntes mejoran la memoria a largo plazo porque lo escribes y lo consolidas. En la toma de apuntes entra también saber esquematizar, algo que se ha perdido a edades tempranas, también porque todo va más tarde. Lo que antes se consolidaba en infantil ahora se ha pasado a ciclo inicial y lo de inicial a ciclo medio.

En todo ello está de acuerdo Lourdes Villalustre. "Es cierto que no es lo mismo tomar apuntes en una pantalla del ordenador que tomarlos de manera manuscrita, porque al mismo tiempo que tomamos apuntes a mano, estamos trabajando otras habilidades y competencias que nos ayudan a fijar mejor los contenidos", expone. En la Universidad de Oviedo, Villalustre ya ha visto de todo: alumnos que ni siquiera toman apuntes, ni a mano ni a ordenador, sino que hacen fotos con el móvil a la presentación del profesor. "Eso ya es el colmo del colmo", dice.

Un ejemplo de clase

Ahí es clave la estrategia de enseñanza de cada profesor. Villalustre, por ejemplo, no pone textos en sus diapositivas. Son ideas muy esquemáticas que luego desarrolla en clase. "Les pido que no reproduzcan literalmente lo que voy explicando dentro del aula, sino que simplemente tengan la capacidad de escuchar y tomar las ideas más relevantes que luego pueden completar usando otros recursos". Ahí es donde entra en escena la IA y el papel del profesor de guiar.

"Esa capacidad de escucha, comprensión y atención no deberíamos perderla. Complemento mis clases con una serie de materiales que considero que son fiables, porque la IA no siempre aporta información veraz. Los alumnos necesitan que les demos recursos fiables para que puedan contrastar la información que reciben".

Los legisladores, otra vez por detrás de la realidad con la inteligencia artificial

Y otra vez se llega tarde. A las aulas asturianas (y españolas) llegó la Lomloe, la nueva ley educativa, en el curso 2021-2022. Se vendió como una revolución, basada en el aprendizaje y la evaluación competencial (contenidos aplicados a la vida real), pero de nuevo la legislación se queda atrás. La realidad va más rápido que las normas, después de la explosión de la inteligencia artificial.

"A nivel institucional, hay recomendaciones de cómo integrar el uso responsable de la IA en el entorno educativo, pero legislativamente, lamentablemente, no se ha materializado todavía. Todo depende de las acciones particulares de cada profesor o de cada centro", señala Lourdes Villalustre.

Josep María Castellà, de la Pompeu Fabra, es un convencido de la necesidad de "incorporar las novedades" a la enseñanza para que las aulas no sean "demasiado diferentes al mundo. Sócrates no quiso escribir ni una línea en toda su vida porque la escritura se acababa de inventar y él consideraba que destruía el conocimiento y la filosofía. Conocemos a Sócrates por Platón. Él se negó a escribir y a aceptar una novedad de la época que se impuso".

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