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La mina que va bajo el mar

Museo de la Mina de Arnao. | |  T. MIÑAMBRES / L. ARGÜELLES / TURISMO ASTURIAS

Museo de la Mina de Arnao. | | T. MIÑAMBRES / L. ARGÜELLES / TURISMO ASTURIAS

Alberto Arce

Fray Agustín Montero escribió al Rey Felipe II en 1591 para informarle del hallazgo en un acantilado asturiano de una piedra negra que ardía muy bien. Abierta al Cantábrico sobre la playa de Arnáu, en el concejo de Castrillón comenzó así una parte importante de la historia económica de España. "La primera explotación industrial de carbón de España, la primera mina con pozo vertical, la primera en la que se utilizaron explosivos y raíles y, además, con kilómetros de galerías bajo el mar", explica Lilia García Lorenzo, coordinadora de Patrimonio Cultural de la Sociedad Asturiana de Diversificación Minera (SADIM).

En el Museo de la Mina de Arnao confluyen el conjunto de hitos que marcan la trayectoria minera del país. La propuesta comienza con la explicación de cómo el encabalgamiento de una falla tectónica provocó el ascenso del carbón. Fósiles y rocas nos invitan a un apasionante recorrido por el descubrimiento de las vetas y los avances técnicos requeridos para abrir su explotación. De los primeros esfuerzos políticos, como el impulsado por Gaspar Melchor de Jovellanos, se muestran mapas, informes y proyectos. Fructifican en 1833 con la creación de la Real Compañía Asturiana de Minas, germen de la multinacional hoy llamada Asturiana de Zinc.

De hecho, el descubrimiento de que el carbón de Arnáu era idóneo para la producción de zinc ha jugado un papel fundamental en su conservación no solo física, sino memorística. El museo, de ejecución sobria y minimalista, recorre la continuidad histórica a través de una recopilación de cartas, imágenes y recuerdos del modo en que economía, política e incluso historia militar (la necesidad de armamento para alimentar las guerras carlistas) sostuvieron la osadía de los ingenieros belgas responsables de la explotación. "He comenzado las labores en el punto designado durante nuestro viaje ya que me pareció el más adecuado", parafrasea

Lilia García sobre lo que escribió el ingeniero Armando Nagel a sus superiores. Se trata de un poético ejemplo de la importancia de la archivística. "Gracias a la utilización de cajas del mismo zinc que se fabricaba aquí, muy resistente y poco atractivo para su expolio, se conservan todos los libros de jornales desde 1833. En ellos se descubre otro de los marcadores históricos de Arnáu", explica.

La mina que va bajo el mar

La mina que va bajo el mar

Fue en Arnáu, en 1835, donde entraron a trabajar en la mina las tres primeras mujeres mineras de las que existe registro en España: Victoria Pérez, Josefa de la Cuesta y Teresa González. Incluso la reina Isabel II se empeñó en bajar a una galería y firmar una piedra. Junto con Nagel, otro ingeniero belga, Adolphe De Soignie, fue el encargado, en 1838, de "comenzar a perseguir el carbón bajo el mar", recuerda de nuevo Lilia Garcia, buena conocedora de todos sus archivos. "Los ingentes beneficios de la explotación del carbón en la época permitieron la innovación que desarrollaron estos ingenieros", dice García.

Fue un proyecto pionero, único en la Europa continental. En Arnáu es posible descender 20 metros hasta el primer piso de galerías, al mismo nivel del mar, apreciar en directo la inundación de los niveles más profundos, que llegaron a penetrar más de 200 metros bajo el mar y caminar por los primeros recovecos mineros de España. Una magna obra de ingeniería que comienza por el único castillete de madera que se conserva en pie gracias a que el recubrimiento de zinc utilizado para promocionar el material ha permitido que los listones y vigas de roble, o una cuerda de cáñamo que sostenía la jaula de transporte de casi dos siglos, luzcan como el primer día. Las galerías, denominadas "pasos de hombre", entibadas y recubiertas en arco de medio punto de ladrillo rojo, están también en un perfecto estado de conservación, y son únicas en España y aptas para todos los públicos. Se aprecian la humedad y la oscuridad por la que avanzaban los mineros desde edades tan tempranas como los doce años, iluminados apenas por candiles de aceite de ballenas durante jornadas de hasta doce horas diarias. Sumergidas bajo el mar y bien iluminadas se observan las escalerillas de metal por las que los hombres acarreaban los sacos en la espalda "a fuerza de costilla" y se recuerda durante la visita una época en la que sucedieron increíbles avances técnicos, pero también profundas transformaciones sociales: la transición del trabajo en el campo y mar hacia la industria, modificando el uso del tiempo, costumbres como el vestido y la alimentación.

La visita propone en el exterior un tranquilo paseo a lo largo de una playa convertida hoy en paraíso del surf y que avanza por el paternalismo industrial del siglo XIX. Se penetra por una urbanización que muestra la combinación de usos: industriales (extracción transporte hasta la fábrica y sus hornos y el puerto); dotacionales (escuelas, clínica) y residencial (jerárquica, con las mejores viviendas de los ingenieros en lo alto y, en progresivo descenso en la jerarquía, las de los obreros. De nuevo el zinc de los tejados, una excepción en la zona, dota de unidad estética al conjunto.

En un rincón escondido en el patio trasero de la antigua escuela del poblado minero se descubre una joya de la educación española, el proyecto de educación al aire libre ideado por el padre Manjón: mapas de Asturias, España y el mundo, en relieve, se extienden por el suelo, entre tablas de geometría, aritmética y gramática.

La mina cerró por el anegamiento de sus galerías. Desde principios del siglo se venían produciendo filtraciones en distinto grado, hasta que en 1915 la inundación de las galerías por el agua del mar hizo imposible continuar la extracción de mineral. La experiencia de sus obreros era tan reconocida que un grupo emigró a Estados Unidos, donde se emplearon en minas vinculadas también a la producción de zinc.

El museo ofrece un muro de la memoria donde los descendientes de aquellos obreros que excavaban bajo el mar han dejado por escrito el agradecimiento por mantener viva su memoria.

El paisaje que construimos

El paisaje que construimos / Asturias Paraíso Natural

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