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La inteligencia artificial puede detectar el autismo en bebés: la Universidad de Oviedo patenta una herramienta y lo consigue mirándoles a los ojos

La edad se reduce de los 16 meses a los 9, mejorando la calidad de vida de los menores y sus familias

Un bebé mira unas luces de colores.

Un bebé mira unas luces de colores. / LNE

Sara Bernardo

Sara Bernardo

A veces, basta una mirada para descubrir un mundo entero. Y ahora, también podría bastar para detectar precozmente el Trastorno del Espectro Autista (TEA). Investigadores del grupo de Comunicación e Interacción Humana de la Universidad de Oviedo, y la Asociación de Familiares y Personas con Autismo (ADANSI) han presentado hoy una tecnología que promete revolucionar la forma en la que se diagnostica el autismo en bebés.

La herramienta, no invasiva y basada en seguimiento ocular e inteligencia artificial, permite identificar indicadores de riesgo de TEA en bebés desde los 9 meses, mucho antes de que los métodos tradicionales puedan hacerlo.

Una simple mirada

El procedimiento es sencillo: los bebés observan una serie de vídeos para evaluar su atención social y sus patrones de mirada. Mientras tanto, un dispositivo registra con precisión cada movimiento ocular. Después, un algoritmo de inteligencia artificial analiza toda esa información y determina, con un alto grado de exactitud, si existen señales tempranas de trastorno.

Las investigadoras Gloria Acevedo y Sara Vecino con el equipo del Centro de Investigación de Autismo

Las investigadoras Gloria Acevedo y Sara Vecino con el equipo del Centro de Investigación de Autismo / LNE

"Los métodos más usados actualmente, como el M-CHAT-R, no pueden aplicarse hasta los 16 meses y dependen de cuestionarios subjetivos a los padres", explica el profesor Martín González Rodríguez, coordinador de The HCI Group. "Nuestra tecnología, en cambio, se basa en indicadores completamente objetivos, lo que elimina sesgos y nos permite adelantar la detección a los 9 meses", celebra.

Detectar el autismo a edades tempranas podría marcar una diferencia enorme. Una intervención precoz mejora la calidad de vida de los menores y de sus familias, reduce la intensidad de los síntomas y disminuye la necesidad de apoyo a largo plazo.

El sistema desarrollado en Oviedo no solo distingue entre un desarrollo típico y posibles casos TEA, sino que además clasifica el nivel de apoyo necesario (niveles 1, 2 o 3). En las pruebas realizadas, la herramienta ha alcanzado una precisión del 87,64% en los casos con mayor necesidad de apoyo, una cifra que ha despertado un notable interés en la comunidad científica internacional.

"Si un bebé muestra indicadores de riesgo, puede derivarse inmediatamente a una evaluación especializada para confirmar el diagnóstico e iniciar una intervención preventiva", añade González Rodríguez.

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