Cecilia Díaz-Méndez, profesora de Sociología de la Universidad de Oviedo: "Nuestra relación con la comida ya no es biológica; es social, cultural y política"
"El concepto de comida saludable es cambiante, según la cultura", asegura la experta en alimentación

Cecilia Díaz-Méndez. | LNE

La socióloga Cecilia Díaz-Méndez, profesora de la Universidad de Oviedo y especialista en cultura alimentaria, analiza cómo la globalización, la tecnología y las redes sociales están transformando nuestra forma de comer. En esta conversación, advierte sobre la pérdida del sentido social de la comida, el papel esencial de las mujeres en la transmisión de hábitos saludables y la necesidad de que las instituciones vayan más allá de las recomendaciones nutricionales para promover una alimentación justa, sostenible y con identidad.
¿Hasta qué punto comer sigue siendo un acto cultural y no solo biológico?
Comer siempre ha sido un acto social, no se come solo para resolver necesidades nutricionales. Comemos a unas horas marcadas socialmente. Nuestra relación con la alimentación es a través del mercado. Somos un elemento más de ese sistema agroalimentario.
¿Qué efectos ha tenido la globalización en los patrones alimentarios de Asturias?
Efectivamente se trata de un proceso de globalización alimentaria que nos homogeneiza, al menos parcialmente, pues puedes encontrar un queso de cabrales en un supermercado en Nueva York o en Oviedo; pero es la cultura alimentaria la que genera diferenciación. El sistema industrial de alimentación es enemigo de la diversidad cultural alimentaria.
¿Cree que la tecnología alimentaria está cambiando nuestra identidad a la hora de comer?
Desde la política se potencian ciertos alimentos o procesos. El desarrollo tecnológico ha abaratado los precios. Hoy el comprador decide no solo para satisfacer el hambre, sino por el tipo de relación que quiere con la alimentación. Al comprar y preparar comida estás construyendo tu salud corporal y la salud ambiental de tu región.
¿Cómo afectan las redes sociales y los influencers a la forma en que comemos o percibimos la comida saludable?
El concepto de comida saludable es cambiante. Circula información muy diversa y confusa. Hoy es más difícil saber qué es fiable. Hay un entorno de cuestionamiento de la autoridad. La gente joven adquiere una cultura alimentaria en entornos nuevos: redes sociales, publicidad, series... Hay un entorno de cuestionamiento de la autoridad que pone en entredicho la fiabilidad de los mensajes en los que antes confiábamos. Si a esto le añadimos que la gente joven adquiere una cultura alimentaria en entornos nuevos, como los medios de comunicación, pero también la publicidad, las series o las redes sociales… ya tenemos la tormenta perfecta.
¿Qué riesgos observa en las modas alimenticias (como el veganismo, la dieta keto o el realfooding)?
Detrás hay prácticas basadas en preocupaciones relacionadas con la alimentación. Seguir ciertos comportamientos genera una identidad que te diferencia del resto, que te hace único y nos muestra ante los demás con atributos que nos ofrecen un determinado estatus social. La alimentación es una expresión muy potente de identidad que utilizamos para remarcar que somos asturianas, o ideológicamente progresistas, o expertas cocineras… nos sirve para mostrar quiénes somos y cómo queremos que nos vean los demás. Es una expresión de la identidad que remarca nuestra posición social.
¿Existen diferencias claras en los hábitos alimenticios entre distintos grupos socioeconómicos?
España tiene sus propias desigualdades. Las mujeres siguen mejor las recomendaciones que los hombres. La cultura alimentaria protege permitiendo elegir productos de bajo coste, saludables y sabrosos. Comemos bien gracias a las cocineras. Las mujeres transmiten sus creencias y valores sobre lo que es deseable comer. Se podría decir que comemos bien gracias a las cocineras, que asumen el rol de cuidadoras y elaboran diariamente la comida para sí mismas y para otros con criterios de salud y gusto. Aunque las elecciones en la tienda estén basadas en el precio (que lo están), la comida diaria se hace pensando en la salud; pero además las mujeres se preocupan en particular de comer en familia dando valor a la sociabilidad y a la comida misma. Y transmiten sus creencias y valores sobre lo que es deseable e inapropiado comer. Creo que se ha atendido poco a este papel de las mujeres como agentes de trasmisión de lo que se considera una alimentación saludable.
¿Qué papel deberían desempeñar las instituciones públicas y las universidades para promover una alimentación más justa y sostenible?
Las instituciones se han centrado en los componentes nutricionales. Esto ya no funciona. La alimentación hoy es mucho más que nutrirse. Es claramente insuficiente sustentar las recomendaciones en disminuir carne o aumentar fruta y legumbres.
¿Qué papel desempeña la familia en la transmisión de valores alimentarios hoy en día?
La mayoría de nuestros estudiantes viven en familia, lo que básicamente significa que tienen en casa a una persona que les cocina, que es en la mayoría de los casos una mujer. En ese acto tan generoso de cuidarles están recibiendo las normas, las creencias y los significados que sus madres tienen sobre lo que significa comer bien, que seguro es más fiable que lo que dicen los divulgadores sobre alimentación en las redes sociales. Pero estamos en un escenario de confrontación en la que seguramente pierde la familia. Quizás el reconocimiento del papel del cuidado de estas madres le da una dimensión y un valor a la cultura alimentaria familiar que la juventud aprecia por encima de las redes sociales. Habrá que investigarlo.
¿Cómo imagina la alimentación dentro de 20 o 30 años?
Se reforzarán tendencias ya apuntadas. Comeremos más solos por la presión del tiempo. Los valores van a seguir marcando hábitos. Las desigualdades serán mayores. Quizás se pierda el significado de la comida. Veo serias fracturas sociales en torno a la alimentación. Las instituciones podrán ofrecer alternativas a esas tendencias. El cambio alimentario se asocia al cambio generacional. Por otra parte, creo que la alimentación tiene unas regularidades y una estabilidad que no se dan en otros aspectos de la vida social. Por eso creo, como hipótesis, que el cambio alimentario se puede asociar al cambio generacional, al menos parcialmente. Si es así, el alejamiento de las culturas normativas (es decir, saludables) se produce en momentos vitales concretos, pero con el cambio del ciclo vital se revisan los hábitos alimentarios, bien por salud (como el cuidado de uno mismo al envejecer) bien por cuidado de otros (el caso de alimentar a los hijos). En determinados momentos de la vida se reajustan los hábitos aproximándolos a la norma saludable vigente.
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