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Gastronomía

El restaurante ovetense con las mejores vistas está de celebración

En pleno corazón de Oviedo, el negocio de los hermanos Juan y José Luis Cuesta celebra una década convertido en un refugio gastronómico donde la tradición, la hospitalidad y el respeto por el producto asturiano se transforman en una experiencia completa

José Luis y Juan Cuesta en el comedor de El Llar de la Catedral.

José Luis y Juan Cuesta en el comedor de El Llar de la Catedral. / Pablo Solares

Oviedo

En pleno corazón de Oviedo, frente al imponente pórtico gótico de la Catedral de San Salvador, El Llar de la Catedral celebra su décimo aniversario convertido en mucho más que un restaurante: es un punto de encuentro donde la gastronomía regional, la calidez del trato y el amor por el detalle se combinan con la autenticidad de un negocio familiar.

Hace diez años, Juan Cuesta abrió el establecimiento, y cuatro años más tarde, con la ampliación y la compra de La Taberna de la Catedral se unió su hermano José Luis, emprendiendo así un sueño común. El primero, al frente de los fogones, y el segundo, en la sala, formaron un tándem perfecto que ha sabido mantener un equilibrio entre tradición y modernidad, sin perder nunca la esencia de la cocina asturiana. "Solo tenemos palabras de agradecimiento", afirman, "por la fidelidad de tantos ovetenses y visitantes que han hecho posible que este proyecto siga creciendo".

Terraza de El Llar de la catedral.

Terraza de El Llar de la catedral. / Pablo Solares

Durante estos días, El Llar de la Catedral, Embajador del Desarme desde 2020, rinde homenaje a la tradición ovetense sirviendo el menú clásico. Garbanzos de Gomezello, más finos y suaves, con bacalao y espinacas; callos al estilo de la casa y arroz con leche, entre otros postres, son los protagonistas de una propuesta cuidada hasta el último detalle. Degustarlo aquí tiene un valor añadido: hacerlo frente a la plaza más emblemática de la ciudad, en un entorno donde historia y gastronomía se funden.

El comedor interior, con capacidad para unas 40 personas, invita a disfrutar con calma. La decoración rústica, con piedra vista, madera y pequeños toques contemporáneos, crea un ambiente acogedor y elegante. Desde cualquier mesa, los comensales pueden ver cómo trabaja Juan Cuesta, ya que la cocina es completamente visible. "Queremos que el cliente sienta que forma parte de lo que hacemos, que vea cómo se prepara su plato y el cariño con el que se cocina cada detalle", explica el chef.

En los meses cálidos, la amplia terraza exterior se convierte en uno de los lugares más demandados para disfrutar de la gastronomía local. Desde allí, con la Catedral de fondo, se degustan platos tradicionales elaborados con productos de temporada y primera calidad.

Entrada a La Taberna de la Catedral.

Entrada a La Taberna de la Catedral. / Pablo Solares

Diez años de confianza y una mirada al futuro

A lo largo de esta década, El Llar de la Catedral ha consolidado una clientela fiel y diversa. Ovetenses que lo consideran su lugar de referencia, turistas que vuelven cada año y empresas que confían en su equipo para celebrar reuniones y eventos. Precisamente, esa versatilidad es uno de los pilares de su éxito.

El restaurante cuenta con capacidad para hasta 100 comensales sentados y 150 de pie, lo que lo convierte en un espacio ideal para eventos privados, reuniones de empresa, presentaciones, prebodas o celebraciones familiares. Además, ofrece servicio de catering para todo tipo de ocasiones, adaptándose a las necesidades y gustos de cada cliente.

Una cocina con alma

El éxito de El Llar de la Catedral no se entiende sin su filosofía: respeto absoluto por el producto asturiano, recetas tradicionales actualizadas con sutileza y un servicio cercano que pone siempre al cliente en el centro.

Diez años después, este restaurante ovetense sigue fiel a su nombre –llar significa hogar— y a su esencia: ser un lugar donde la buena comida y la buena compañía se encuentren. Desde su privilegiada ubicación, los responsables de El Llar de la Catedral invitan a sus clientes de siempre, y a quienes aún no han cruzado su puerta a descubrir, o redescubrir, su propuesta gastronómica y a reservar su mesa para los eventos que llegan. Porque hay lugares que no solo se visitan, se viven.

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