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Un Peugeot blanco, el coche que buscan en una balsa de Ribadesella que podría resolver el caso de Maritrini y su bebé, desaparecidas desde hace casi 40 años: "Nunca salían de casa"

"El marido era raro, lo mismo te saludaba que no", indican los habitantes de la localidad ante la reapertura del caso por el hallazgo de dos coches en una balsa

La balsa con las dos boyas que señalan los vehículos hundidos. A la derecha, la casa familiar de Trinidad Suardíaz

La balsa con las dos boyas que señalan los vehículos hundidos. A la derecha, la casa familiar de Trinidad Suardíaz / Juan Plaza

Sara Bernardo

Sara Bernardo

Berbes (Ribadesella)

Un Peugeot 304 blanco ha vuelto a despertar un caso que Asturias creía enterrado. Casi cuarenta años después, la desaparición de Trinidad Suardíaz, conocida como Maritrini, y de su hija Beatriz, de poco más de un año, ha vuelto al foco de la investigación. El coche es la pieza que faltaba. Se trata del vehículo que por aquel entonces conducía el marido de la mujer, Antonio María Da Silva, apodado El Portugués. Según el testimonio de un vecino, lo habría arrojado con los cuerpos de su esposa y su hija a la balsa de una antigua mina de espatoflúor en Berbes (Ribadesella), el mismo paraje donde ahora la Policía Nacional ha localizado dos coches hundidos bajo toneladas de fango y mineral. Uno de ellos conserva restos de pintura blanca, suficiente indicio para reabrir el caso. En el pueblo solo vive una decena de vecinos. Y apenas cinco coincidieron con los protagonistas de esta truculenta historia.

La jueza Ana López Pandiella, titular del Juzgado de Instrucción número 4 de Gijón, autorizó ayer la extracción de los coches "con todos los medios necesarios" para esclarecer una desaparición que, desde 1987, está rodeada por el misterio.

Arriba, a la izquierda, María Adela de las Horas, ayer, en Berbes; y al lado, la casa familiar de Trinidad Suardíaz. Debajo, el dormitorio, con la cuna, la cama matrimonial y una maleta.

Arriba, a la izquierda, María Adela de las Horas, ayer, en Berbes; y al lado, la casa familiar de Trinidad Suardíaz. Debajo, el dormitorio, con la cuna, la cama matrimonial y una maleta. / Juan Plaza

Quienes conocieron a Trinidad recuerdan una vida teñida de aislamiento y "miedo". Según relatan varios vecinos, antes de desaparecer ya había sufrido episodios de violencia por parte de su marido. Uno de ellos casi acaba en tragedia: un día, mientras viajaba en coche con su abuela, Da Silva intentó despeñarla a ella y a la niña por un barranco. Aquel suceso fue la primera señal de alarma de una relación dominada por el control y la amenaza.

Tras ese episodio, Trinidad se fue apartando del mundo. "Ella y el bebé nunca salían de casa", destaca María Adela de las Horas, vecina de Berbes, apoyada en la valla de su vivienda. "Él era muy raro, lo mismo te saludaba que te giraba la cara. Ella parecía triste, siempre asustada", cuenta. El silencio familiar y la falta de denuncia alimentaron durante décadas la sensación de que el caso había sido tragado por el tiempo. Nadie alertó oficialmente de la desaparición hasta 2002, cuando un hermano de Trinidad, con problemas de alcoholismo, acudió finalmente a la Policía Nacional.

"Había muchas formas de hacerlas desaparecer", apunta el escritor Ignacio Alonso, que conoció a Trinidad cuando aún vivía en su pueblo natal, Bárcena (Villaviciosa). "La sospecha de que estuvieran en la balsa existía desde hace años, pero nunca hubo pruebas", cuenta. En la casa que señala De las Horas, el paso del tiempo ha hecho estragos. Por una de las ventanas se observa la maleza y, tras ella, una cuna oxidada a los pies de una cama matrimonial cubierta por una manta naranja sobre la que se posa una maleta. Los mismos objetos que se encontraron los investigadores en una inspección en el año 2018. En aquella ocasión, además de la maleta con ropa, los investigadores descubrieron una carta en la que Trinidad pedía a su esposo que no volviera "a molestarnos más" y le pedía que acudiera a un especialista porque "no estás bien".

Ahora, con el hallazgo de los vehículos en el fondo de la balsa, la investigación entra en una fase decisiva, esperando que los resultados de la extracción permitan reconstruir las últimas horas de Trinidad y la pequeña Beatriz. Berbes observa en silencio, como si el pueblo entero contuviera la respiración. Cuatro décadas después, aquel Peugeot 304 blanco que desapareció sin dejar rastro podría ser la última voz de una madre y su hija.

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