Adolfo Menéndez Menéndez, jurista, ingresará en la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia: "Hay una embestida general contra el imperio de la ley"
El administrativista indica que, en lo que se refiere al Estado de derecho, "en España estamos bien, pero hay que estar vigilantes" porque "ha habido intentos continuados de romper el sistema de control del poder"

Adolfo Menéndez Menéndez. | JOSÉ LUIS ROCA

El prestigioso administrativista Adolfo Menéndez Menéndez (Gijón, 1958), Abogado del Estado, secretario de la Fundación Princesa de Asturias y presidente de la Asociación Atlantista de España, ingresará como Académico de Honor en la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia el próximo día 11. El jurista gijonés abordará la lucha permanente entre poder y derecho, un combate que cobra especial relevancia en estos tiempos en que vivimos «una embestida general contra el imperio de la ley», que solo se frena con una estricta separación de poderes.
En su discurso de ingreso hablará de la agonía del Derecho.
Agonía en el sentido griego, de lucha. Lo que hay es una lucha permanente entre el poder y el derecho. El derecho es una forma de controlar el poder, el derecho público. En cada momento histórico se presenta de una forma distinta. Siempre existirá el poder y siempre existirá el derecho que trata de limitarlo. En este momento, hay una embestida contra el imperio de la ley que tiene varios ejes: económico, tecnológico y ético.
¿En que sentido chocan economía y derecho?
Hay una totalización de la economía, un desacierto porque no enfoca de una manera completa lo que es la condición humana. La economía es importantísima, trata de asignar recursos escasos de manera eficiente. El derecho trata de otra cosa, de la convivencia, de la concordia, de la paz, de la justicia. Las dos cosas están relacionadas y una no puede funcionar sin la otra. Pero el derecho tiene sus propias reglas. No hay peor forma de generar inseguridad jurídica que aplicando a las cuestiones jurídicas argumentos económicos, políticos o sociales.
¿Y el plano tecnológico?
Los «tecnoevangelistas» tienen razón cuando dicen que la tecnología nos ayuda en todo. Pero deja de ser útil cuando nos convierte en esclavos. Y ahí hay otra tensión que afecta incluso al concepto mismo del derecho.
¿Y el plano ético?
Hay una ética pública que hay que recuperar. Desde el punto de vista jurídico es muy sencillo. Se trata de que la ley hay que cumplirla. Y que no es lo mismo trabajar para la innovación empresarial, por ejemplo, que para el narcotráfico. Y no es lo mismo trabajar para la libertad que para destruirla. Y no es lo mismo trabajar para destruir la condición humana, que para ayudar a los más débiles. Esa recuperación de una serie de valores es fundamental. Hay autores que ponen de manifiesto que estamos yendo a un sistema contractual: todo se puede pactar, algo inconcebible hace años.
¿Adónde nos lleva eso?
Hoy se pactan las penas en determinadas circunstancias. Ese pactar, que es típico del derecho privado, choca mucho en el caso del derecho público, que se ha caracterizado siempre porque la ley, que es la que aprobamos entre todos, es una referencia objetiva a la que todos estamos sometidos y que garantiza la igualdad y los mecanismos para acercarnos a la justicia. Si no hay unos instrumentos que nos permitan dialogar entre todos y concordar, es muy difícil.
¿Y cómo va el combate entre derecho y poder en España?
España es una democracia de primer nivel, que tiene los mismos problemas que todas las democracias en este momento. Las democracias están siendo atacadas porque defienden el Estado de derecho. Tenemos una constitución estupenda y unos mecanismos de control del poder suficientes, en algunos casos muy buenos.
¿Pueden mejorar?
Pueden y deben mejorar continuamente. Pero podemos sentirnos orgullosos de ellos y podemos, en España y en Europa, proyectar nuestro sistema como un sistema homologable y eficiente. Naturalmente, para que eso sea así hay una cuestión esencial, que es la separación de poderes. Porque el control jurídico del poder lo hace siempre el poder judicial. Y el poder judicial tiene que ser independiente. A lo largo del tiempo ha habido intentos continuados y sistémicos de romper ese sistema de control. Porque el poder lo que no quiere es ser controlado.
¿Es la reforma para «democratizar» el acceso a la judicatura otro intento de controlar a los jueces?
No sé qué quiere decir eso de «democratizar» el acceso a la judicatura. Cualquier intento de no dejar a los jueces hacer lo que tienen que hacer, que es hacer su trabajo de acuerdo con la ley, es antidemocrático porque la ley es la que contiene la decisión democrática de todos los ciudadanos. Se aprueba una ley por el procedimiento que establece la Constitución. Y el juez lo que hace es aplicarla. Podrá haber un margen de interpretación, que no es arbitrario, porque el esquema de la interpretación jurídica está controlado dogmáticamente. Nuestro Estado de derecho puede evolucionar sin traicionarse a sí mismo, conservando la libertad y el funcionamiento de control. Porque si no hay control, los más fuertes son los que se lleven al gato al agua. En España estamos bien, aunque tenemos que estar vigilantes.
¿Es Trump un ejemplo de ese intento de doblegar el derecho a su antojo?
Es un problema de época. Ejemplos los tenemos aquí, en Estados Unidos, en Israel: Netanyahu ha hecho cosas discutibles desde el punto de vista de la independencia judicial. Ha ocurrido en parte en Polonia, ha ocurrido en Hungría. Es decir, hay una situación global que trata de poner en cuestión la vigencia del imperio de la ley. Y si tú acabas con el imperio de la ley, a lo que llegas es a un sistema de fuerza. En este momento, todo el aparataje institucional que se creó tras la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas, la OTAN, la OSCE, la Organización Mundial del Comercio... está en cuestión, y no puede ser.
¿Cómo está de salud la OTAN?
No está tan mal como parece. En junio de este año hubo una reunión en la Agencia Atlántica en la que se ha reafirmado la validez de la organización y en su necesidad. Es una organización defensiva y eso sigue vigente. Es una de las más antiguas organizaciones internacionales y, sobre todo, una de las alianzas defensivas más eficientes y que más han permitido prevenir el flagelo de la guerra a lo largo de estos 80 años.
¿Es factible un ataque de Putin?
Se trata sencillamente de estar preparado en términos militares. Estar prevenidos es bueno. Si va a haber un ataque o no, pues basta con mirar a alrededor para ver que hay tensiones. Vivimos en un mundo que está cambiando. Eso no es malo en sí mismo. Para defenderse de esas tensiones, hay que estar preparado. Eso supone muchas cosas. Supone tener el instrumento, unas fuerzas armadas adecuadas. Supone dotarlas presupuestariamente, como se está haciendo ahora en Europa. Supone una vinculación transatlántica, esencial, a la que no podemos renunciar. Estados Unidos es nuestro aliado. Y todos los países de la OTAN son nuestros aliados. Y tenemos que ser leales con ellos, como ellos lo son con nosotros. Y que Europa tenga su sistema de defensa, y que lo active y que lo potencie ahora, en función de las circunstancias, no es malo. Es sumar a la OTAN diferentes capacidades.
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