La opinión de Guillermo Ulacia, ex presidente de Femetal y ex directivo de Arcelor, sobre el futuro de la siderurgia: Europa frente al reto del acero
La necesidad de una respuesta coordinada, ambiciosa y urgente para lograr mantener una siderurgia sostenible en la UE

Alto horno / Pablo Garcia
La industria siderúrgica europea se encuentra en una de sus etapas más críticas. A pesar de décadas de innovación y liderazgo tecnológico, producir acero en Europa es hoy considerablemente más caro que en Estados Unidos o China. Esta situación pone en riesgo no solo a los 330.000 empleos directos del sector, sino también la capacidad del continente para liderar la transición hacia una economía baja en carbono, ya que el acero es fundamental para industrias clave como la automoción, la construcción y las energías renovables.
Sin una industria siderúrgica fuerte, Europa podría perder soberanía industrial y capacidad de innovación, quedando dependiente de terceros países.
La patronal Eurofer ha advertido de que, sin una respuesta contundente, Europa podría quedarse sin una industria siderúrgica relevante en menos de una década. Por ello, ha propuesto una serie de medidas para recuperar la competitividad del sector, que incluyen el reconocimiento estratégico del acero en la política industrial europea, la reforma de la política energética, el desarrollo de una protección comercial efectiva, la garantía de materias primas y la financiación de inversiones «verdes».
Según el Joint Research Centre de la Comisión Europea, los costes de producción en la UE pueden superar en hasta un 20% los de sus principales competidores, lo que pone en peligro la viabilidad de muchas plantas y el futuro industrial del continente.
Por ejemplo, el coste medio de la bobina caliente producida por la vía integrada (BF-BOF) es de 458 euros por tonelada en la UE, frente a 466 euros por tonelada en Estados Unidos y a 403 euros en China. Aunque los costes en EE UU son similares, su ventaja energética –con precios de electricidad y gas mucho más bajos– le permite compensar otras partidas.
China, por su parte, lidera en eficiencia de costes gracias a una combinación de mano de obra barata, bajos costes indirectos y una política industrial agresiva que favorece la producción masiva. A pesar de tener los costes de materias primas más altos del mundo, logra mantener precios competitivos gracias a economías de escala y subsidios implícitos.
En Europa, los principales factores que elevan los costes son las materias primas (68% del coste total), los costes laborales (los segundos más altos del mundo, solo superados por Japón), los costes energéticos y los costes medioambientales.
El «informe Draghi» identifica la fiscalidad energética como un factor clave en la desventaja competitiva respecto a EE UU. Aunque los precios mayoristas de electricidad eran similares antes de la crisis energética, los precios finales para los consumidores europeos son mucho más altos debido a la fiscalidad.
En 2024, tras la normalización post-crisis, el precio final sigue siendo en Europa seis veces mayor que en EE UU, lo que significa que las mejoras en los precios de generación se ven absorbidas en gran parte por los impuestos.
Ante esta situación, la Comisión Europea ha presentado un Plan de Acción Europeo para el Acero y los Metales, que prioriza medidas de protección comercial, un ajuste efectivo en la frontera de carbono y el desarrollo de mercados para materias primas de bajas emisiones.
El 7 de octubre de 2025, la Comisión propuso reducir un 47% las cuotas de importación sin aranceles (de 30 millones de toneladas en 2024 a 18,3 millones), imponer un arancel del 50% al resto de las importaciones (alineado con EE UU) y exigir un certificado de trazabilidad del origen del acero. Esta iniciativa, pendiente de aprobación, busca aumentar el uso de la capacidad instalada del 67% al 80% y recuperar la rentabilidad del sector.
No obstante, la recuperación de la competitividad enfrenta otros desafíos. Entre 2026 y 2034 se eliminarán progresivamente los derechos gratuitos de emisión en el Régimen de Comercio de Emisiones (ETS), lo que podría aumentar los costes ambientales hasta un 50% del total.
Para minimizar este impacto, será necesario acelerar la inversión en tecnologías de bajo carbono, como hornos eléctricos, captura de carbono y uso de hidrógeno verde, lo que requiere apoyo financiero y acceso competitivo a energía limpia. De lo contrario, existe el riesgo de deslocalizar los procesos emisores de CO2 a países sin precios de carbono, algo que el Mecanismo de Ajuste Fronterizo de Carbono (CBAM) pretende evitar.
Finalmente, se estima que el acero está presente en más de 50 cadenas de valor esenciales y, que el acero verde tendrá un coste de producción mayor que el convencional, causando un doble efecto en exportaciones e importaciones de los principales sectores consumidores de acero europeo.
Es necesario una estrategia industrial integral, que no deje a ningún sector fuera del CBAM o bien que vayamos aplicando otras alternativas como un impuesto especial a los importadores de contribución a la industria limpia para equilibrar costes y proteger la industria.
El ritmo en la implantación de medidas no es el adecuado, al verse lastrado por la lentitud en despejar las incertidumbres regulatorias relativas a la energía, el coste de las emisiones de CO2 y la financiación de inversiones. Además, es necesario abordar la reestructuración por el exceso de capacidad instalada en Europa, no solo en China, para recuperar la competitividad perdida. Mientras esto no ocurra, será difícil aprobar las inversiones necesarias para evolucionar hacia una economía baja en carbono.
En conclusión, la industria siderúrgica europea enfrenta un reto existencial. La combinación de altos costes energéticos, laborales y medioambientales, junto con la competencia internacional y la lentitud en la toma de decisiones políticas, amenaza su futuro. Solo una respuesta coordinada, ambiciosa y urgente, que combine protección comercial, reformas energéticas y apoyo a la innovación tecnológica, permitirá a Europa mantener una industria siderúrgica competitiva y sostenible.
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