El silencio roto por Paula, la asturiana que aún llora al recordar que su marido quiso matarla hace 20 años: "Ya no me culpo"
Sanitaria, formada en Psicología tras dejar a su maltratador, nunca ha contado su historia en público: "Ya no me culpo, pero aún siento dolor por haber permitido todo lo que permití"

Paula L. M., durante la entrevista. / Irma Collín

Paula no pensó que los recuerdos la iban a hacer llorar. Porque han pasado muchos años, más de veinte, desde que su marido la intentó matar. Asfixiándola, queriendo tirarla por la ventana, apaleándola. Dos décadas desde que la chantajeó con que si lo dejaba se mataría. Y, peor, desde que la anuló completamente con la amenaza de hacerle algo terrible a sus hijos.
Paula no imaginó que iba a llorar contando su vida porque hace mucho que dejó atrás ese calvario. Y porque ahora que ya "no odia", cuando decidió "perdonar" a su exmarido y ya no se siente "culpable" de haber sido una mujer maltratada, pensó "que podría hablar con tranquilidad" de aquella terrible experiencia. "Nunca lo conté en público, pero he trabajado mucho en ello y estaría dispuesta a hacerlo", contestó por wasap a la solicitud de esta entrevista.
Pero la realidad es que solo llevamos unos minutos de conversación y la entereza de Paula L. M. se quiebra. Y con su llanto y con todas las pausas que tiene que hacer en su relato para ahogar las lágrimas, lo que aflora es la angustia que vivió durante los cinco años que duró su infierno. Hasta que un día del que "no recuerdo muy bien ni cómo fue", se marchó de casa con sus hijos y por primera vez pidió ayuda a su familia. "Llamé a mi hermano para contarle lo que pasaba; él vivía en Canarias pero dejó su trabajo y se plantó en Asturias para estar conmigo. Aquí sigue. Si él supiera todo lo que supuso eso para mí...". Entonces empezó una nueva etapa. Una historia mejor, de superación, resiliencia y cariño. Así y todo, Paula recuerda su vida de hace 20 años y llora.
El perfecto novio
"Cuando lo conocí era un encanto. Tuvimos un noviazgo donde todo fue perfecto. Me casé con 23 años y nada me podía llevar a pensar en qué se iba a convertir mi matrimonio", cuenta Paula L. M. La primera señal de alerta la tuvo el día de su boda. "Se celó con un primo. Me reprochó que por qué bailaba con él... cosas así. Y a mí me chocó porque nunca se había comportado de esa manera. Fue raro. Pensé que serían los nervios de la boda". Pero no lo era. Eran los primeros destellos de una personalidad "airada y agresiva" que tenía a su mujer en el centro de la diana.
"Al poco tiempo quedé embarazada y ahí fue a peor. Infidelidades, golpes, desprecios...". Y Paula disimulaba. "Lo quieres ocultar por no hacer daño a mi entorno. Pensaba en mi padre, mis hermanos... Él ya me estaba haciendo daño a mí y yo no quería hacérselo a nadie más. Lo oculté todo el tiempo". Y cuánto lo lamenta. Porque sabe que ella tenía "esa red social, familiar, que me hubiera dado el apoyo que necesitaba". Pero eso lo reflexiona ahora. "No buscar ayuda fue el error más grande de mi vida".
¿Y nadie sabía lo que pasaba? "Alguien sí. Recuerdo una íntima amiga que me decía: ‘Cari, yo creo que César no se porta muy bien contigo. Si quieres venir a mi casa podemos hablarlo tranquilas". (Será la única vez en toda nuestra larga conversación que nombra a su maltratador y solo lo hace poniendo su nombre en boca de otros).
Paula nunca quiso tener esa charla. "Yo estaba como paralizada; anulada. De joven mi padre me crio como muy protegida, mimada, cuidada... No era capaz de asimilar lo que me estaba pasando y no quería hacer sufrir a nadie. Y, además, aunque suene ilógico, para entonces ya tenía a un hijo y no quería dejarle sin padre". También estaba la culpa. "A veces pienso que me responsabilizaba de lo que me pasaba. Yo sabía que no era culpable, pero pensaba que igual sí. ¿No se entiende, verdad?".
La rutina familiar de Paula –por entonces vivía fuera de España– ya era "horrorosa, horrible" cuando decidió reunirse con su familia en Asturias. La tierra donde están sus raíces se le planteaba como una salvación para dejar a su maltratador atrás. "Hablé con mi suegro y le dije que por favor convenciera a su hijo para que me firmara la salida del país de mi niño de un añito". Su intento provocó la reacción airada de su marido. En vez de golpes físicos, esta vez a Paula le esperaba el chantaje psicológico. "Se colgó de un puente y me dijo que si quería que firmara, que sería responsable de su muerte. Me sentí atrapada".
En Asturias el matrimonio se fue en un principio a vivir con su padre. Paula consiguió pronto trabajo. Su marido ni lo intentaba. "Él quería vivir a costa mía y de mi padre; los amigos de papá le consiguieron trabajo en un bar y sus problemas y frustraciones las pagaba conmigo. Un día llegó tardísimo a casa y me empezó a dar patadas, golpes... yo estaba embarazada de nuevo y trataba de protegerme y, a la vez, me tapaba la boca para que mi padre no oyera nada...". Más recuerdos. "Otra vez, ya viviendo solos, intentó tirarme por la ventana de un tercer piso...". La memoria de Paula se ha hecho muy selectiva. Ha tenido muchos recuerdos enterrados, pero en cuanto le pone palabras a alguno de aquellos infiernos la memoria le lleva a otro.
"Recién casados decidí operarme de las anginas, porque me solían dar muchos problemas. Al llegar a casa tras la operación, convaleciente como estaba, tuve la feliz sorpresa de que me esperaban mis amigas del instituto con flores y una bonita bienvenida. Él echó a todos de casa, enfadadísimo, rompió las flores, me arrancó la vía que llevaba puesta... yo me acosté, disgustada, y cuando me di cuenta me estaba intentando estrangular, apretándome tan fuerte el cuello que me dañó las estructuras", relata Paula echándose de forma instintiva las manos a la zona para subirse el jersey, como si aún pudiera protegerse.
Una denuncia, y la retiró
Más recuerdos. "Un día, en su locura, llegó diciéndome ‘espero que te mueras’. Muchas veces buscaba la pelea. Me cogió tan fuerte del pelo que me arrancó un mechón y me tiró por las escaleras del edificio donde vivíamos". Para entonces ya sus vecinos intuían que la maltrataba y avisaron a la Guardia Civil. Se personaron en la casa y ella aún recuerda las palabras que uno de los agentes dirigió a su marido: "Si vuelve a pasar, ya sabes dónde vas a dormir". Nada más. Esa era la realidad de la violencia de género hace veinte años.
¿Nunca denunció? "Sí, una vez. Pero la retiré. Él me amenazó con mis hijos, y la quité. Tenía mucho miedo". También los médicos sospecharon. "Un día me vieron con tantos hematomas que preguntaron. Yo dije que me había caído por la escalera. Tenía muchísimo miedo, no era capaz de avanzar".
Hay otro día de horror que no se le olvida. "Era 24 de diciembre. A mí siempre me han gustado mucho las Navidades. Y le pregunté, ilusionada. ¿Qué vamos a cenar? Me dice que no va a estar. Me puse a llorar y me disgusté. Pero disimulé y fui a casa de mi padre con los niños. Cuando volví me estaba esperando y me dijo que acostara a los pequeños que iba a hablar conmigo. Entonces apagó las luces y puso una silla al borde del último escalón que tenía la escalera de casa, que era de dos plantas. Me sentó allí, me ató, me amordazó y se marchó. Pasé toda la noche al borde del escalón, muerta de miedo, sin moverme para no caer, con el terror a que mis hijos despertaran y no pudiera atenderlos. Hasta que volvió, borracho y muerto de risa".
"Con él no había futuro"
Paula está convencida de que si no se hubiera ido de su lado "todo iba a acabar muy mal". Así que un día "tuve la fuerza; me vino la luz, y me marché con mis hijos". Esos hijos que también veía en peligro. "Al mayor, que tenía como 5 años, ya le pegaba alguna vez y le castigaba fuerte. Yo me volvía loca con eso y prefería que volcara todo el daño sobre mí".
Paula L. M. lleva años trabajando como sanitaria. También estudió Psicología, aunque no ejerce. "Creo que lo hice para poder autoayudarme". Sabe que tiene ahora una vida buena que se ha ganado a pulso y ha tenido muchos años para analizar lo que vivió cuando apenas era una veinteañera.
"He evolucionado mucho como persona y como mujer para mejor, y siempre pienso que con él no habría evolucionado nada. No tenía futuro. Pero sigo preguntándome por qué dejé que me maltratara. ¿Por qué no me fui a la primera falta de respeto? ¿Por qué no busqué ayuda? Y no tengo respuesta. No sé si fue inmadurez, vergüenza, o un miedo ilógico. Sé que es un problema complejo y que puede resultar extraño a ojos de quien no lo ha sufrido. Lo sé. Aún sigo preguntándome por qué me pasó. Es terrible que yo haya pasado por esto. Aún no me lo creo. Y veo, además, que me sigue afectando", reflexiona.
Durante años, añade, "lo odié. Ahora ya no. Ya lo perdoné. Un día me senté a escribirle una carta, como si se la fuera a enviar, y me alivió. El perdón me ha permitido pasar página. Pero aún siento dolor por mí misma, por haber permitido todo lo que permití".
Todos o casi todos sus traumas los ha resuelto a solas. No buscó asociaciones de mujeres maltratadas, ni centros de apoyo... nada. "Solo hace poco que he podido hablar de esto con algunas personas", confiesa. No cree que sea lo más conveniente, y sabe que ahora hay muchos más recursos que cuando le sucedió a ella. Por eso insiste en que cualquier mujer con problemas debe buscar ayuda. También poner límites. "No hay que permitir ni malos gestos ni faltas de respeto. Hay que poner freno. No hablo desde el extremismo. A todos nos puede pasar que alcemos la voz, que digamos alguna frase que no es la más conveniente. Pero si eso se repite no se puede tolerar. Sin respeto llegarán más cosas", dice.
Y vuelve a su experiencia. "Me considero una persona fuerte, en la vida he demostrado que tengo bastante resiliencia en muchos aspectos, pero en este fui incapaz de afrontarlo. Aún hoy, veinte años después, no entiendo muchas cosas de mi proceder. Pero ya no me voy a culpar más. Solo quiero que no me vuelva a pasar nunca porque ahora no permitiría muchas cosas que permití".
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Siero, comprometido con la igualdad desde temprana edad
