¿Por qué es necesario un pacto para la coeducación sexual? Decisiones responsables ante la (des)información en internet

Hay que diseñar instrumentos para evaluar la teoría y el desarrollo de habilidades críticas y la capacidad para tomar decisiones informadas y responsables en sexualidad, sobre todo ahora que internet es la principal llave de acceso a la (des)información sobre el tema

Un grupo de estudiantes camino de las aulas | EFE

Un grupo de estudiantes camino de las aulas | EFE / Julián Martín

Soraya Calvo González

Soraya Calvo González

Soraya Calvo González es profesora de la Universidad de Oviedo y sexóloga

Que la educación cambia a las personas que van a cambiar el mundo ya lo dijo Paulo Freire el siglo pasado, pero seguimos sin hacerle caso… y así nos va. Tanto representantes políticos como medios de comunicación refieren continuamente a la educación en general, y al sistema educativo en particular, con planteamientos muy diversos que van desde destacar las deficiencias del sistema hasta culpar constantemente a la juventud, a quienes se les atribuye la responsabilidad de casi todos los males que nos afectan como sociedad.

Mientras los debates sobre educación siguen subordinados a intereses partidistas, seguimos rezagados respecto a Europa en una materia importante, aunque intencionalmente marcada por la polémica: la educación sexual con perspectiva de género o "coeducación sexual".

A pesar de las recomendaciones internacionales que respaldan la implementación de lo que entidades como la OMS o la UNESCO llaman Educación Integral en Sexualidad, el sistema educativo español sigue obviando, con premeditación y alevosía, este cuerpo teórico. Evidencias y datos demostrados para defender su inclusión sobran: previene la violencia de género y los delitos por motivos de diversidad sexual, fomenta la toma de decisiones informadas sobre salud sexual y autocuidado, previene embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual, mejora la cohesión social y el bienestar comunitario, etcétera.

Esto resulta aún más llamativo si conocemos que la educación sexual se incorporó en la legislación educativa española en los 90, en el marco de la LOGSE, y en la práctica nunca ha dejado de formar parte de la normativa aplicable. En estos años se han sucedido debates relevantes sobre la forma en que debe desarrollarse: ¿una asignatura específica o un contenido transversal, cuyo abordaje pudiera abarcar diversas áreas del conocimiento?

La respuesta fue clara y profundamente perniciosa: se apostó por la transversalidad. En pedagogía hay un dicho esclarecedor que sentencia lo que ha pasado bajo el prisma de la transversalidad: "lo que no se evalúa, se devalúa".

Con la LOE de 2006 se incluyeron en los objetivos generales de cada etapa educativa temas relativos a los derechos sexuales y reproductivos, en la línea de las aportaciones que desarrollos legales, como el matrimonio igualitario o la ley contra la violencia de género, habían incorporado. No obstante, la incorporación de estos contenidos a través de la asignatura obligatoria "Educación para la Ciudadanía" encontró limitaciones por diversos motivos que iban desde la insuficiente formación del profesorado hasta la aparición de movimientos que invocaron la "objeción de conciencia" a la asignatura por motivos morales.

La LOMCE de 2013 optó por eliminar aquellos contenidos considerados controvertidos; lo cual dejó una huella en el debate público y en la percepción social sobre la importancia de esta materia.

La LOMLOE, ley vigente, ha retomado tímidamente el compromiso de incluir coeducación y educación sexual en los currículos, sin embargo la experiencia demuestra que la mera integración transversal no es suficiente. Esa transversalidad conduce a una abstracción de los contenidos, que al carecer de una estructura premarcada y evaluación formal vinculada provoca que sean tratados de manera superficial o incluso omitidos debido a que dicha omisión no tiene consecuencias reales.

Si bien es cierto que en la actualidad, la mayoría de los currículos autonómicos incluyen aspectos relacionados con la igualdad y la sexualidad en materias como Biología, Educación para la Salud o Valores Cívicos y Éticos, rara vez estos se abordan de manera global y progresiva a lo largo de toda la escolarización. Esta situación evidencia la necesidad de formalizar y sistematizar los diferentes componentes didácticos, elaborando una estrategia que permita su adaptación a las necesidades y características de cada etapa, estableciendo objetivos claros que permitan construir conocimientos sólidos y culturalmente contextualizados.

Resulta pertinente diseñar instrumentos para evaluar tanto la teoría como el desarrollo de habilidades críticas y la capacidad para tomar decisiones informadas y responsables en materia de sexualidad. Esto cobra especial importancia en un contexto en el que Internet es el principal espacio de acceso a (des)información sobre sexualidad, y en el que estereotipos sobre feminidad y masculinidad, que se creían superados, dominan el discurso transmitido desde la "manosfera". [Se llama manosfera a una red de sitios web, blogs y foros en línea que promueven la masculinidad enfatizada, la hostilidad hacia las mujeres o misoginia, y una fuerte oposición al feminismo].

Respecto a la concreción de los contenidos es conveniente recordar que, históricamente, la educación sexual se ha fundamentado en un modelo sanitario orientado a la prevención de embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual y otros riesgos, algo fundamental pero insuficiente para abordar la complejidad de la sexualidad humana.

Un modelo integral debe incorporar diversas dimensiones. Es esencial reconocer la dimensión afectiva y emocional de la sexualidad que implica sentimientos, emociones y vínculos afectivos; así como promover el autoconocimiento, el respeto propio y la capacidad de establecer relaciones conscientes basadas en la empatía y las habilidades comunicativas. También se debe atender a la igualdad, la diversidad y los Derechos Humanos, reconociendo la pluralidad de orientaciones e identidades y fomentando el pensamiento crítico frente a discursos misóginos, LGTBIQfóbicos y de odio.

Para evitar miradas basadas en el terror social y en discursos negativos es importante que la coeducación sexual haga énfasis en el valor del placer, aspecto clave para el bienestar y para la construcción de relaciones basadas en el consentimiento y los buenos tratos.

Por último, en un mundo interconectado es crucial incluir un análisis de la influencia de las TIC [Tecnologías de la Información y las Comunicaciones ], promoviendo una alfabetización mediática que permita al estudiantado discernir entre información veraz y bulos o discursos que manipulan la realidad.

El éxito de cualquier propuesta educativa depende en gran medida de la preparación de quienes la implementan, y uno de los desafíos más evidentes es la insuficiente formación del profesorado en esta materia. Sin las claves adecuadas, muchos/as profesionales de la educación sienten inseguridad o miedo al abordar estas temáticas. En suma, el artificioso discurso en torno a la defensa del pin parental (que ni es una medida educativa, ni está legislada como tal) actúa como una barrera de disciplinamiento social que dificulta el trabajo docente.

Somos muchas las que hemos recibido señalamientos y denuncias públicas por parte de entidades como Hazte Oír, simplemente por ejercer nuestra profesión y proponer iniciativas en esta línea. El profesorado de cualquier etapa necesita formación, sí; pero también seguridad para desarrollar su trabajo sin convertirse en el blanco de campañas políticas orientadas a, entre otros objetivos, menospreciar la labor docente y atacar la educación como derecho universal. El apoyo de las administraciones educativas a las profesionales que reciben este tipo de ataques debe ser público y unánime.

Para superar estos obstáculos, es crucial impulsar, en primer lugar, la formación inicial y continua del profesorado, incorporando contenidos sobre educación sexual en los grados y másteres de acceso a los cuerpos docentes. En este sentido, es importante difundir con orgullo y proyección buenas prácticas ya existentes, como el programa asturiano "Ni Ogros Ni Princesas", reconocido recientemente por la UNESCO.

Además, las administraciones públicas deben adoptar políticas explícitas, claras y comprometidas en defensa de la coeducación sexual, garantizando el derecho de la infancia y la adolescencia a recibir los conocimientos necesarios para desarrollar su propia sexualidad a lo largo de sus vidas, sea cual sea. Recordemos que la sexualidad es un proceso vital que va mucho más allá de las relaciones eróticas.

Para lograr lo expuesto, es urgente consolidar un pacto que impulse la coeducación sexual como una parte fundamental de la estructura del sistema educativo, integrando este cuerpo teórico de manera efectiva en el currículo escolar. Dicho pacto debe precisar y concretar los saberes básicos para abordar la sexualidad de forma integral, adaptando objetivos y metodologías a cada etapa del desarrollo y escolarización. Además, es necesario establecer criterios claros para su vinculación competencial y evaluación: hablamos de un ámbito del conocimiento justificado, sólido y trabajado desde hace décadas que merece ser tratado con respeto y valor.

Todo plan requiere de una financiación, por lo que es imperativo aumentar la inversión en educación y mejorar las condiciones laborales del profesorado, asegurando que los centros dispongan de los recursos necesarios para impartir una coeducación sexual de calidad y que sea sostenible a lo largo del tiempo. La implicación de toda la comunidad educativa en esta labor, incluyendo familias, personal técnico y estudiantado, así como agentes comunitarios, AMPAS y colectivos juveniles, contribuirá a construir consensos que faciliten la implantación efectiva de estos contenidos en el currículum y su impacto en la sociedad en general.

En Asturias tenemos servicios públicos que desde lo no formal están haciendo una gran labor para mejorar la coeducación sexual de las personas jóvenes, como es el caso del Servicio de Orientación e Información Sexual (SOISEX) del Departamento de Juventud del Ayuntamiento de Gijón/Xixón.

Paralelamente, es necesario establecer protocolos que aseguren el legítimo derecho del alumnado a participar en estas iniciativas sin interferencias extrapedagógicas. Para ello es necesario analizar las dinámicas de resistencia y rechazo ante la coeducación sexual por parte de ciertos sectores sociales y políticos, que perciben estos contenidos como un ataque a la libertad de las familias para decidir sobre la formación de sus hijos/as. El discurso no se reduce a un simple desacuerdo ya que con frecuencia utiliza un lenguaje emocional y polarizador para generar miedo e indignación. Esta situación es especialmente evidente en mensajes difundidos en plataformas como Twitter (actualmente X), donde dichos mensajes suelen viralizarse debido a algoritmos que favorecen posturas extremas.

Las últimas investigaciones apuntan a un aumento en los mensajes que cuestionan la legitimidad del profesorado y los centros educativos, sembrando dudas sobre el sistema público de enseñanza, su calidad e incluso su financiación. Dicha situación resulta especialmente preocupante en un contexto donde la educación pública ha sido una conquista social clave para garantizar la igualdad de oportunidades gracias al llamado mecanismo de "ascensor social". Además, este fenómeno perpetúa la desinformación y contribuye a la radicalización de las posturas, permitiendo que narrativas basadas en noticias falsas y prejuicios se difundan ampliamente. Un ejemplo de cómo funcionan estas cámaras de eco es el uso recurrente de frases y eslóganes que apelan a la "protección de la infancia" o la "defensa de los valores familiares". Aunque a primera vista parecen argumentos válidos, en muchos casos ocultan intenciones políticas que buscan frenar los avances en igualdad de género y derechos.

Por último, no podemos olvidar que el potencial diseminador de las TIC supera con creces el alcance de la educación formal. En muchas ocasiones, son estas plataformas, como TikTok, las que moldean opiniones, pensamientos y, en definitiva, la influencia social, en lugar de los centros educativos o las universidades. Los referentes no siempre son docentes, y la educación tampoco puede entenderse como una varita mágica que soluciona todos los males del mundo. Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la difusión de ideas valiosas sobre sexualidad y en la deconstrucción del imaginario colectivo que reproduce estereotipos de género clásicos. Si no tenemos cómplices entre quienes crean contenidos mediáticos, este camino va a ser mucho más difícil.

La coeducación sexual no debe ser concebida únicamente como una herramienta preventiva o informativa, sino como un componente esencial en el desarrollo de una ciudadanía crítica y comprometida con la igualdad y los Derechos Humanos. Nuestro futuro como humanidad depende en gran medida de la calidad y el espíritu de la educación, formal y no formal, que ofrecemos hoy. Por ello, apostamos por una coeducación sexual que combine el conocimiento científico, el vínculo con lo contextual y el fomento de la diversidad como ejes fundamentales para formar personas capaces de enfrentar los retos del futuro.

Esta labor exige una responsabilidad compartida y coordinada con el objetivo de detectar y eliminar las potenciales barreras existentes y asegurar que la formación en sexualidad e igualdad se imparta de forma coherente, formalizada y evaluable en todos los centros educativos, con el consiguiente eco en los medios sociales. Con un compromiso firme y sostenido por parte de todos los agentes implicados, la coeducación sexual dejará de ser un contenido relegado para convertirse en el cimiento de una transformación educativa que permita a cada persona vivir su sexualidad de forma responsable y placentera, abriendo el camino hacia un futuro verdaderamente justo, inclusivo y, en definitiva, feminista.

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