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Susana Fernández

El feminismo, con los hombres

La igualdad social y laboral entre hombres y mujeres no se conseguirá buscando enemigos, sino encontrando aliados. El tránsito de las mujeres por este largo camino hacia la equidad, no exento de obstáculos y dificultades, debe hacerse de la mano de los hombres, cuya complicidad y compromiso son indispensables para lograr el objetivo. Y sin más hombres feministas nunca habrá suficiente feminismo.

Porque feminismo es predicar igualdad, sumar sin restar, con el objetivo claro de lograr una sociedad más justa, menos discriminatoria, que termine con las conductas machistas y erradique la violencia sobre la mujer. Pero nuestra sociedad seguirá siendo incompleta y estando enferma si no conseguimos que los varones se sientan parte del movimiento feminista y se impliquen en él.

Y no lo estamos haciendo del todo bien. En primer lugar, nos equivocamos promulgando y aceptando que existen feminismos válidos y otros que no lo son. En segundo lugar, todas las estrategias feministas deben ser respetadas y secundadas. Sin embargo, las mujeres de algunas formaciones políticas se han investido a sí mismas en guardianas de este movimiento, y tal parece que solo ellas conocen el camino de la igualdad y que únicamente sus métodos y soflamas resultan válidos. Y no es cierto. Ni hay un solo camino, ni éste es excluyente.

En los últimos años, ciertos sectores del feminismo más radical han confundido la igualdad social y laboral con que los dos sexos deban ser el mismo. En ese intento de feminizar a los hombres se han rebasado algunos límites tan finos como absurdos, que logran el efecto contrario al que persiguen. Atacar cualquier tipo de gesto o acción, por superficial que estos sean, imaginando una agresión de género donde no hay más que un comportamiento conductual, es un error. Y elevar esto a categoría de agresión, solo provoca rechazo y alejamiento.

Solo conseguiremos acabar con la lacra social del machismo con la ayuda, el compromiso y fuerza de los hombres. Reprender estupideces solo los enfrenta de la causa igualitaria, en lugar de implicarlos. Ni todos los comportamientos encierran un machismo patriarcal, ni todas las conductas masculinas, que no machistas, son reprobables. Reprender estupideces, además de desviar el foco y generar ruido, solo convierte en nuestros enemigos a quienes tendrían que ser nuestros cómplices. Y sin su complicidad y compromiso nunca habrá suficiente feminismo en nuestra sociedad, y nunca llegaremos a la igualdad.

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