Secretario general de AP en Asturias en los años decisivos de la Transición y de la discusión del Estatuto de Autonomía asturiano, Isidro Fernández Rozada (La Cerezal, 1943). “Al mismo tiempo era el coordinador del partido con las demás fuerzas políticas que estaban en el Consejo Regional, que presidió Rafael Fernández en los años previos a la autonomía”, recuerda el veterano político de la derecha asturiana, que en esa etapa ostentó la gestión de la organización con hasta cinco presidentes de los populares asturianos, Manuel Menéndez Cabeza, Baltasar García Parúas, Manuel Robledo, Luis Fernández Vega y Claudio Fernández Junquera.

–Al principio en AP eran remisos a la aprobación del Estatuto de Autonomía. ¿Por qué?

–Siempre apostamos por la autonomía y la apoyamos para Asturias. Nuestra postura era acorde con la política y la estrategia de Manuel Fraga. De hecho, fui uno de los diputados asturianos que acudió al Congreso para defender que Asturias fuera la primera autonomía de las que se constituyeron en la vía del artículo 143 de la Constitución.

Nuestra postura era acorde con la política y la estrategia de Manuel Fraga. De hecho, fui uno de los diputados que acudió al Congreso para defender que Asturias fuera la primera autonomía de las que se constituyeron en la vía del artículo 143

–Pero en AP reivindicaban que Asturias fuera por la vía más inmediata del artículo 151, al igual que las comunidades históricas que ya habían tenido Estatuto o estaban en trámite en la Segunda República.

–Nos valía el artículo 143, pero preferíamos la vía del artículo 151 porque creíamos que las referencias que se hacían a las comunidades históricas, garantizándoles mayores y más competencias, desvirtuaban lo que debía de ser el estado de las autonomías. Temíamos que eso diera lugar a comunidades autónomas de primera, segunda y tercera; sobre todo porque se perdía la Diputación Provincial. Juan Luis de la Vallina siempre consideró, por su experiencia en la Diputación, que era una herramienta muy válida para los intereses de Asturias y, fundamentalmente, para las alas del Oriente y del Occidente. Renunciar en aquel momento a la vía rápida del artículo 151 era tanto como admitir que Asturias era una autonomía de segunda y todo nuestro empeño era evitarlo.

–¿Y por qué cambiaron de postura?

–Se convocó una reunión en Madrid, a la que entre otros asistimos Juan Luis de la Vallina y yo mismo, con Manuel Fraga para desbloquear la situación. Fue cuando se acordó que diéramos luz verde a la vía del 143, pero garantizando las competencias de la antigua Diputación al tratarse Asturias de una comunidad uniprovincial. Trabajamos siempre con una vocación constructiva para conseguir las competencias que entendíamos necesarias para Asturias, en un afán de reconciliación similar al que hubo para la Constitución española. Gente de ideologías tan dispares como Jesús Sanjurjo, Gerardo Iglesias, Emilio García Pumarino, Serafín Abilio y nosotros trabajábamos juntos para conseguir el mayor nivel de competencias para Asturias. Y aunque alcanzamos acuerdos importantes, aquellas negociaciones no estuvieron exentas de diferencias. Fuimos firmes defensores de la necesidad de los acuerdos y, frente a los desencuentros, primó el interés general de Asturias. En muchos casos pensé antes en Asturias que en otras estrategias internas del partido, como cuando negociamos temas centrales para Asturias como la minería o los Picos de Europa, por ejemplo.

Isidro Fernández Rozada. FERNANDO RODRIGUEZ

¿Esas diferencias alcanzaban al bable/asturiano?

–Mire, durante diez, quince años, recorrí Asturias de punta a cabo, de los Oscos, San Tirso de Abres, a Ibias, Tormaleo, Pola de Somiedo, Valle del Lago, a Ondes y Lena, donde los vecinos me comentaban miles de problemas, y en mi vida ni uno solo me dijo que aquí hacía falta la cooficialidad. Aquí cada uno habla como quiere y jamás dejé de entender a nadie y ellos me entendían a mi. Como me dijo en su día Alarcos, “una lengua hecha adrede no se hablará jamás”. El Estatuto de Autonomía hizo el encaje de la protección del bable. Es un problema artificial.

–¿Se refiere al debate actual sobre la cooficialidad?

–No se puede adoptar una decisión de esa relevancia con una minoría y sin un acuerdo entre los dos principales partidos. Son ganas de marear la perdiz. Quizá haya que mejorar el Estatuto del Autonomía, pero entre las prioridades de cambio no está la cooficialidad.

No se puede adoptar una decisión de la relevancia de la cooficialidad con una minoría y sin un acuerdo entre los dos principales partidos. Son ganas de marear la perdiz

–¿Aquellas cesiones de unos y otros hubieran sido posibles en el ambiente que se respira ahora en la política?

–El espíritu de una Constitución, donde se dieron el abrazo gente como Santiago Carrillo y Manuel Fraga, sembró una impronta que se remarcó en el Estatuto asturiano. La diferencia está en el radicalismo de determinadas fuerzas políticas, creciente en los últimos años. Hay que trabajar por el interés general de Asturias y por la conquista de discursos constructivos para la región, aunque las posiciones de los partidos sean muy distintas, para dar a la sociedad una respuesta que no ve ahora.

–¿Qué nota le pone a la autonomía asturiana?

–Hubo épocas buenas, regulares y malas. Ahora hay un rechazo creciente de la sociedad. Echo en falta el espíritu constructivo de la Transición. Teresa Mallada está haciendo ofertas sinceras de colaboración que no encuentran correspondencia. Asturias necesita tener más peso específico, hay que ir unidos en asuntos no ideológicos.