Juan Ambou y Miguel Esperón recuerdan la lucha en el depósito de máquinas y los talleres del ferrocarril del Norte

El dirigente comunista y el teniente del Ejército dirigieron un duro enfrentamiento  

Al fondo, las ruinas de la Cámara Santa y el calustro de la Catedrial; en primer término, Juan Ambou y Miguel Esperón

Al fondo, las ruinas de la Cámara Santa y el calustro de la Catedrial; en primer término, Juan Ambou y Miguel Esperón / Archivo.

Melchor Fernández

Melchor Fernández

Esta información fue publicada originariamente el 4 de octubre de 1984 con motivo del 50 aniversario de la Revolución del 34. LA NUEVA ESPAÑA realizó un gran despliegue editorial para dibujar cómo fueron aquellos días con la ayuda de historiadores y los testimonios de las personas que lo vivieron, famosas o anónimas. Estos días, con motivo de los 90 años de estos sucesos, recuperamos ese trabajo de Melchor Fernández Díaz, director del diario por entonces, y los redactores que participaron en la interpretación de estos hechos históricos.

El domingo, siete de octubre, los revolucionarios de Oviedo intensificaron el ataque «con toda clase de armas, contra el depósito de máquinas y talleres del ferrocarril del Norte, cuyos edificios se alzan en una estrechura flanqueada por el cerro de Buenavista y la falda del Naranco», relata Aurelio de Llano. 

Juan Ambou, entonces joven comunista y secretario del influyente Sindicato Ferroviario., es uno de los responsables del ataque. Los disparos de cañón y de ametralladora «repiquetean de una manera infernal sobre las máquinas y carriles», recuerda Aurelio de Llano. Ambou, sin embargo, minimiza hoy la cuantía del armamento del que disponía su grupo, procedente de La Argañosa. 

-Habíamos pasado cuarenta y ocho horas de gran tensión, a la espera de los acontecimientos. Aquel día logramos que nos entregaran algún arma de las que tenía depositadas González Peña en Valduno, que juntamos con los 25 fusiles que teníamos los jóvenes comunistas de la Argañosa escondidos en el Ateneo Obrero. Salimos desde allí para tomar posiciones, primero en San Pedro de los Arcos y después, hacía el depósito de máquinas de la estación del Norte. Recuerdo que se congregó la barriada entera en donde estaba la terminal del tranvía. Había un gran entusiasmo popular y allí mismo se nombró el comité del depósito de máquinas, integrado por dos socialistas, dos comunistas y un republicano: nuestro afán era organizamos bien para ganar posiciones.

El teniente Esperón

Al frente del depósito de máquinas estaba el teniente Miguel Esperón, que es atacado de frente y por los flancos. Esperón, hoy coronel retirado del Ejército de Tierra, relató aquella experiencia a Ernesto Conde, colaborador de LA NUEVA ESPAÑA.

-El lugar que se nos encomendaba defender permitía el control del barrio de la Argañosa, en su entronque con San Antonio. Apenas hubimos llegado al depósito de máquinas, cuando despuntaba el día y estábamos ocupados en organizar su defensa, comenzamos a recibir disparos de fusilería y disparos de armas de caza desde la parte de la Fuente de la Plata. Al principio, creíamos que nos disparaban desde un tren procedente de Trubia que transportaba elementos revoltosos. Pero según aclaraba el día pudimos precisar que se trataba de fuego desde posiciones fijas que iban cerrando el cerco, extendiéndose en torno al depósito, ocupando las alturas de alrededor. La forma esporádica de los disparos parecía indicar que se trataba de fuego de tanteo más que de un ataque real, como si quisieran conocer la importancia numérica de las fuerzas defensoras. Para economizar municiones y despistar a los atacantes, ordené que se disparase sólo en caso de verdadera necesidad. 

Escasez de municiones

El teniente Esperón aún no sabía entonces que estaba impidiendo el paso de la columna que, al mando de Ramón González Peña, intentaba la ocupación de Oviedo. Su única preocupación en aquella mañana del domingo, 7 de octubre, era la escasez de municiones. Comunicó telefónicamente con el capitán Caballero Muñoz para pedir más medios, pero no obtuvo una respuesta satisfactoria. Más tarde, recibió una llamada del teniente González Parreño desde San Pedro de los Arcos: éste abandonaba su posición por falta de municiones. Esperón no se lo pensó dos veces y llamó al comandante Caballero al Gobierno Civil. 

-Le expuse con claridad la situación y su respuesta fue categórica: «Puede usted retirarse, Esperón». Media hora después un proyectil disparado por un cañón «Ramirez de Arellano» nos cortó la comunicación telefónica. Quedamos completamente aislados de los puestos de mando. Y comprendí que había que organizar cuidadosamente la retirada. Ordené continuar con disparos esporádicos, para que el enemigo no se percatara, mientras que comenzamos a subir a tres vagones para salir del depósito los 36 soldados de la sección y los heridos que teníamos; además de algunos civiles del personal del depósito, acompañados de algunos familiares. Se designó a un maquinista para que manejara la locomotora, que ya estaba encendida: sólo había que levantar la presión para salir. Pero el maquinista se resistía, en una actitud pasiva. Sólo cuando saqué la pistola, con decidido intento de zanjar el asunto por vía expeditiva, comprendió que el asunto iba en serio. Comenzamos a caminar hacia Oviedo, lentamente, por temor a que nos hubieran colocado obstáculos en la vía. A las nueve de la mañana entrábamos en la estación.

El depósito quedaba así en manos de los insurrectos, que conquistarían también poco después la estación. 

Ambou recuerda que esta operación permitió a los revolucionarios «conseguir comunicación con Trubia a través del ferrocarril. Mandamos enseguida allí varias máquinas para blindar, que nos permitiría los después transportar con más seguridad material de guerras.

Tracking Pixel Contents