Ahora el PCE es un residuo político que no se sabe si quiere seguir viviendo o no, pero hubo un tiempo en que tuvo la mayor importancia en España. El PCE que había construido Santiago Carrillo era una maquinaria formidable, presente en todos los espacios de la sociedad y hegemónico en bastantes. Cuando aquí la política estaba prohibida y era fácil ir a la cárcel por desoír la prohibición, muchos miles de ciudadanos se implicaron a través del PCE en la inquietante tarea de ir trayendo las libertades, aunque no fueran comunistas. Fue un partido clave para que España rompiera a la democracia sin romperse la crisma, anticipando dos décadas el espíritu de la transición con su política de reconciliación nacional ¡de 1955! Por favor, hagan lo que quieran con sus restos, pero con el mayor respeto, y sin denostar a aquellos magníficos comunistas que, paradójicamente, nos enseñaron democracia.

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