"Ese mundo extinto, y ya distinto, desciende por la senda de la Col.lada hacia Mual, entre el monte bajo y la pradera, para asomarse a una hermosa vega en las que los lugares y las casas tienen nombres que cuentan: el Cascarín, el Fuexu, o el Corralín, Farruquito, Abel, Mingo, Capador, Castroneiro, Riguilón... Esa hermosa vega, con ese paisaje humano pululando".

Alfonso López Alfonso, natural de Moncóu, un pueblo de esta misma parroquia que desde la Col.lada permite descansar la vista sobre Mual, recuerda con estas palabras cómo ese mundo extinto, los furtivos, caminaba alerta al apuntar estas vegas. En esas casas con nombres evocadores vivían los guardas, los guardas de Muniellos.

El abrumador entorno que hoy nos acoge es descendiente directo de ese modo de vida. De esas personas que se afanaron en preservarlo, protegerlo y dejarlo como el más valioso de los legados. Verdaderos guardianes del paraíso. La herencia que seamos capaces de transmitir desde este presente amenazante será, en buena medida, también obra de los guardianes de hoy de esta zona de otro tiempo.

¡Cometeríamos una injusticia con las mujeres y hombres que protegen la entrada al "bosque que sobresale entre todos los del universo" si nos ensimismásemos únicamente con su belleza, si cayésemos rendidos como en una especie de síndrome de Stendhal en verde, obviando a los padres de la criatura. Moal no es ejemplar por Muniellos, sino por su gente. Porque es su gente la que dibuja los contornos arbóreos y colorea los infinitos verdes de Muniellos. Que los adjetivos se los quede el bosque y el agradecimiento sus guardianes.

De Mual es Naciu Riguilón, que escribió:

Pueblu sou,

Pueblu me chamu.

Siendo Pueblu

hei de morrer.

Como nun diba ser

Pueblu

si un Pueblu foi nacer.

A partir de hoy, Pueblo Ejemplar. Siempre, gente ejemplar.