En este tiempo incierto, se nos ha ido calladamente Manuel Figueiras Dacal, jurista prestigioso que, durante los años más fecundos de su carrera, desempeñó el cargo de Registrador de la Propiedad en Gijón y en Oviedo.

Como Registrador, ejerció su función con el talante abierto de un árbitro imparcial y con la voluntad de quien se empeña en prestar un servicio eficiente. Entendió el Derecho como un instrumento en favor de la paz jurídica y la prevención de los conflictos, y aplicó la ley con flexibilidad y prudencia, atendiendo a la singularidad de los intereses en juego y al trasfondo humano de los problemas en presencia. Desempeñó su cargo con la sensatez de quien dedica a sus resoluciones serenidad y estudio, y con la responsabilidad de quien pone cuidado en lo que hace y ponderación en lo que decide.

Como jurista, disponía Figueiras de un sólida formación académica que le permitió orientar sus investigaciones en direcciones muy diversas: desde el poder de disposición o la disociación del dominio, a las implicaciones en Derecho de la inteligencia artificial o la filosofía utilitarista. Aunque sus preferencias investigadoras se centraron en el estudio de la seguridad jurídica, un valor que juzgaba indispensable en las sociedades abiertas para dar certidumbre al Derecho y estabilidad a las estructuras morales.

Como persona, tenía Manuel Figueiras el juicio sereno, la actitud amable, el gesto acogedor. Su talante intelectual y su formación jurídica le conferían autoridad y liderazgo entre sus compañeros. Quienes acudían a él en consulta encontraban siempre en sus respuestas la idea novedosa, el consejo eficaz, la sugerencia salvadora. Tendrá Manuel Figueiras larga vida en nuestro recuerdo, y se le recordará también en la Galicia profunda a la que él tanto amó y en la que su familia tenía antiguas y prestigiosas raíces.