Carta de un amigo a Tonín, el guardia civil fallecido en el atropello de Mieres: "Eras grande porque eras humilde"

"El próximo meteorito viene p'aquí, nos dijiste; y el meteorito nos cayó encima"

Ángel Antonio Ambrosio, en Las Ubiñas.

Tonín, ayer te nos fuiste prematuramente, mientras en el grupo de guasap esperábamos tu último mensaje mordaz, una broma más que intuíamos en tus sempiternas ganas de hacernos reír, aun en la distancia que nos obligan los perimetrales y el ajetreo de la propia vida.

Eras “pegamento” para todos desde los años del “duru”, para aquellos que compartimos cole y cancha de baloncesto en aquel Mieres más bullicioso, que se nos fue hace muchos años con Xenón, el Trafuelgu y el Mea culpa. Años de canastas, rock and roll y de comprender el lugar que ocupábamos en el mundo, desde esa cuenca minera de pocas oportunidades, de eternas reconversiones y planes de viabilidad. Una generación a la que pronto le enseñaron a sacar el billete en la Estación del Puente Siana.

Tú lo viste rápido, nunca engañaste a nadie. Y así un buen día nos dijiste a tus “gozchilas de casa” que te ibas Jaén, a la Academia de Guardias, dejando atrás una juventud quizás más cómoda, porque no entraba en ti “pasear libros por la calle del Viciu”. Los cuerpos y fuerzas de seguridad te gustaban desde siempre, herencia de tu padre, que con raíces sevillanas afincadas en la Güeria de San Juan, supo muy pronto, primero trabajando en la mina y después como policía, enseñarte valores firmes que te han acompañado siempre a ti y a tu hermano Hugo, un ejemplo de servicio a los demás, sin parafernalias, ni medallas.... Porque si algo te gustaba de las personas era eso, la entrega y la modestia, ser paisanos, siendo directos.

El fallecido, con su grupo de amigos de infancia en el equipo de baloncesto en el que jugaba.

Eras grande, porque eras humilde, todo corazón. Y desde esa humildad y generosidad nos hablaste tantas veces de la miseria del mundo, la de los pícaros y lazarillos, la de los tramposos con los que te topabas día a día… Y los de traje y guante blanco, los aprovechados, te irritaban más (“están en todos lados”, decías) aunque siempre acababas sacándonos una sonrisa, tirando de ironía o de algún recuerdo de aquellos que parecían olvidados y alegraban el día.

Eras también nuestra memoria de los muertos del terrorismo, nos hiciste ver muy pronto lo que magistralmente haría más tarde Fernando Aramburu con Patria, que nada justifica la muerte ni los perdones devuelven lo perdido. Hablamos de los problemas del mundo, cuando fuiste al Líbano. Y al volver, cuando explotó el puerto de Beirut, nos dijiste que habías ido varias veces por allí a los suministros. Y hace poco en Ceuta, con la valla: nunca te la sopló nada, y a cada huella nos dejabas un montón de huellas que hoy recordamos con cariño, más de las que quizás intuiste. Últimamente andabas preocupado con la deriva de todo, “mundo raro”, decías, refugiado en tus lecturas y documentales, y sobre todo en tus perrinos y los lobos, clamando contra la caza, consciente de que el Planeta, ya tiene la soga al cuello. Y sin “ismos”, porque ninguna etiqueta te gustaba: “Son más leales que la mayoría de nosotros”, decías de los animales abandonados que ayudabas.

Anteayer bromeaste con este pertinaz encadenamiento constante de noticias malas. Algo te olía mal. “El próximo meteorito viene p'aquí…”, dijiste mientras compartías los links de los avistados en Granada y Cangas del Narcea. Y una vez más Tonín, tenías razón, el meteorito nos cayó encima, aunque tu estela sigue firme y luminosa en el cielo de los que un día conocimos al guardia ejemplar, al amigo único.

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