Un economista de saber enciclopédico

Joaquín Ocampo

Joaquín Ocampo

Para cualquier interesado en la cuantificación de la publicística académica de don Juan Velarde, la base de datos Dialnet se lo pone fácil: 485 artículos en revistas científicas, 163 colaboraciones en obras colectivas (capítulos de libro), 43 libros, 18 coordinaciones de obras colectivas, 13 tesis doctorales dirigidas, 14 reseñas de libros… No entraré en recorrer su trayectoria investigadora ni su desempeño profesional en la Administración porque, a buen seguro, será el lugar común de estos días en la prensa. Por lo mismo, me centraré exclusivamente en tres aspectos de su producción científica y en una anécdota.

El primero, referido a sus colaboraciones en la obra de historia del análisis económico español más relevante hasta la fecha: los 9 volúmenes de "Economía y economistas españoles" que, bajo la dirección de don Enrique Fuentes Quintana, verían la luz entre 1999 y 2000. Entre sus autores están "todos lo que son" en la profesión, –entre ellos, el malogrado Ernest Lluch, asesinado pocos meses después de redactar su aportación a la obra–. Don Juan es el autor más representado en la misma al firmar nada menos que 10 capítulos referidos tanto a la Economía clásica o a sus críticos, como a la consolidación académica de la propia ciencia en España. Velarde perteneció a la primera promoción universitaria salida de la tan tardíamente creada Facultad de Ciencias Económicas (1943) de la Universidad Central madrileña. El número, el ámbito temporal y, claro está, los contenidos de sus trabajos dan una idea aproximada del saber enciclopédico de Velarde.

El segundo se refiere justamente a este último adjetivo: "enciclopédico". En mi larga vida lectora solo he encontrado a dos historiadores de la economía a los que cumpla esa calificación. Ambos pertenecen a mundos encontrados, pero ambos, como científicos, se profesaban respeto y admiración. Me refiero a Josep Fontana y a don Juan Velarde. Devoradores borgianos de libros y archivos, de memoria elefantiásica, cada una de sus obras era en realidad dos: el texto principal, consagrado en el título, y las notas a pie de página en las que se anotaban y comentaban multitud de fuentes documentales y bibliográficas, inéditas o desconocidas para un lector normal y que nos servían de punto de partida para ampliar conocimientos o iniciar nuevas investigaciones.

El tercero comporta algo de añoranza. Se refiere a un libro "Política económica"editado en 1964, y redactado a dos manos por dos sabios ilustres de la economía: don Enrique y don Juan. Era el libro que por entonces se seguía en la asignatura "Formación Política Nacional", de tan mala prensa en aquellos tiempos en que, por pereza y pobreza intelectual, dividíamos el mundo entre buenos y malos, fachas y progres… Un libro ya agotado pero cuyo rigor todavía mantiene su vigencia y podría hacerlo figurar como lectura de referencia para las actuales generaciones de estudiantes de economía. En el prólogo de los autores al mismo, podía leerse una frase evocadora de las palabras que Alfred Marshall dirigía en Cambridge a sus pupilos: "El fervor social suscitado por las callejuelas sórdidas y la tristeza de las vidas malogradas constituye el punto de partida de la ciencia económica".

La anécdota que cierra esta evocación, y que paso a referir, se la debo al privilegiado trato personal que la Fundación Valdés Salas me permitió mantener con don Juan. Tiene que ver con Ernest Lluch. Me comentaba Velarde su empeño, como gran estudioso de la obra económica de Manuel Belgrano, en probar que la bandera albiceleste argentina que el mismo Belgrano creara se había inspirado en las armas heráldicas del todopoderoso inquisidor y fundador de nuestra universidad, don Fernando de Valdés y Salas. El punto de partida para tal suposición la basaba Lluch en el hecho de que Belgrano hubiese cursado estudios de derecho en Oviedo entre 1782 y 1786 supuesto discutible y no probado. Como orgulloso salense, Velarde me animó a indagar en aquella cuestión: "¡Sería una bomba que un escudo de Salas estuviese en el origen de la bandera de Argentina!", decía.

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