Francisco López de Mendoza Grajales presidió la primera misa católica en la ciudad de San Agustín de la Florida (cuyo alcalde es Tracy Upchurch, que estuvo en Avilés en 2020, antes de la pandemia). Fue el día de la Natividad de Nuestra Señora del año 1565: aquel 8 de septiembre es cuando comenzó su historia el asentamiento de occidentales más antiguo y continuado de los actuales Estados Unidos. López de Mendoza, que era fraile, había acompañado al Adelantado, a Pedro Menéndez, en su aventura floridana, la que recaló en aquel norte lleno de caimanes y hugonotes en el día de San Agustín de aquel mismo año 1565, diez días antes. Así se anuda la ligazón agustiniana entre las dos ciudades separadas por un océano y unidas por pasado y devociones comunes.

El somedano Diego Flórez Valdés, que fue uno de los generales de Pedro Menéndez de Avilés y luego esposo de una de las sobrinas del Adelantado, fue el primero que desembarcó en el territorio en el que está ahora la ciudad de San Agustín. Román Antonio Álvarez, biógrafo del navegante, explica: “La orden que recibe es la de contactar con los nativos y buscar un lugar adecuado para establecer un campamento, al que se denominará San Agustín, por ser ese día el 28 de agosto”. Se da la circunstancia, sigue el relato Álvarez, que los hombres de Pedro Menéndez (Flórez Valdés, entre ellos) llevaban cinco días navegando con la costa floridana delante de los ojos, o sea, que la fundación de San Agustín hubiera podido ser el día de San Eleazar (23 de agosto), San Bartolomé, apóstol (24), San Luis de Francia (25), San Ginés (26) o quizá Santa Mónica (27).

Pablo Castañón, caracterizado como Pedro Menéndez.

Pablo Castañón, caracterizado como Pedro Menéndez. Mara Villamuza

La casualidad del día, pues, hace que la ciudad que ordena fundar Pedro Menéndez (que desembarcó el día 8 de septiembre después de haber acabado con la amenaza hugonote, que, a fin de cuentas, era una de las cosas que le había llevado hasta aquel territorio inhóspito que pretendía explotar) se llame San Agustín, pero no sucede lo mismo con la primera parroquia católica de la futura ciudad norteamericana. Francisco López de Mendoza Grajales, el fraile de la misa, es el que la funda. Esa parroquia ahora es catedral, es decir, sede episcopal que preside el cubano Felipe Estévez. Recientemente, en 2015, llegó al templo –que es monumento nacional en los Estados Unidos– la primera reliquia del santo de Hipona que la nombra.

La ciudad americana es sede episcopal y la dirige el cubano Felipe Estévez

En Avilés la parroquia de San Agustín pertenece actualmente a la Unidad Pastoral de La Magdalena. La iglesia es de finales de los ochenta. Y es que la celebración de San Agustín en Avilés, a decir de Álvarez, tiene más que ver con las ferias estivales que con la razón histórica. El patrón de Avilés es San Nicolás de Bari, la patrona, la Virgen de La Luz. Los dos títulos vienen impuestos por el Vaticano. La devoción a San Agustín, uno de los padres de la iglesia, es popular y tan celebrada que el hospital del área sanitaria de Avilés lleva su nombre. Las iglesias, sin embargo, tardaron.

Explica Ángel Garralda, el párroco emérito de San Nicolás de Bari, que la parroquia del polígono se desmembró de la de La Magdalena por orden del Arzobispo Gabino Díaz Merchán. Eso fue en 1982. Hasta 1988 no hubo templo. El actual es de Manuel Calvete y “se inauguró el 19 de marzo de 1988, con viviendas para sacerdotes, salones parroquiales etc. siendo el primer párroco Jesús López Feito”. El actual es David Cuenca, que también lo es de La Magdalena y de Versalles.

Lo que le pasa a Avilés con los patronos y las fiestas, le sucede también a Gijón y a Oviedo. San Pedro es la primera devoción de la capital de la costa Verde. En la capital capital a quien se venera es a Santa Eulalia de Mérida y al Salvador. Pero las fiestas mayores son las de Begoña y San Mateo.

El marino Pedro Menéndez pisó por primera vez la que sería su ciudad el día de Covadonga “a mediodía, con banderas y estandartes desplegados y en medio del estruendo de descargas de artillería y música de trompetas, pífanos y tambores. En tierra lo esperaban gran cantidad de indios”, concluye Álvarez en su biografía.