La Granda (Gozón), S. F.

«Viendo lo que hacía Godoy con América los criollos sólo podían pensar que era un irresponsable», comentó el profesor Mariano Cuesta, de la Universidad Complutense y, al tiempo, de la Real Sociedad Geográfica. El secretario de Estado del despacho, es decir, el primer ministro de Carlos IV, cedió «por nada» -según cuesta- Nueva Orleans, La Florida, la navegación del MississippiÉ Admitió el profesor Cuesta que la primera intención de Godoy no era otra que la de evitar una posible alianza entre Inglaterra y los Estados Unidos, todos contra Napoleón, cuando Godoy se mostraba sumiso todavía al emperador francés. Es decir, América se convirtió en un tablero de los juegos políticos de los primeros años del siglo XIX, los más convulsos, cuando la Independencia quedó en manos de las tropas enviadas desde el otro lado de la cordillera de los Pirineos.

¿Qué sucedía entonces al otro lado del Atlántico? Que se estaba incubando el virus de las independencias. Los americanos y los españoles, por decisión de las Cortes, eran ciudadanos del reino de España con los mismos derechos, sin embargo, el Reino Unido ofreció la manzana de la discordia, es decir, se convirtió en el país que más animó a las luchas independentistas. «Inglaterra siempre se ha caracterizado por ser el gran libertador de los pueblos ajenos», bromeó el profesor Mariano Cuesta.

Para comprender todos los sucesos desorbitados de aquellos primeros años decimonónicos hay que poner la vista en sus personajes protagonistas: Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, que pasó de la sumisión a Napoleón a la cesión ante Inglaterra. Napoleón, que pasó de la jefatura del Ejército a ostentar la Corona imperial francesaÉ Los dos protagonistas jugaban al reparto del mundo, de un Imperio español en la más absoluta de las decadencias. España ya no era la que había sido y, además, se permitía el lujo de jugar con todo un continente y hacerlo, además, desde la más absoluta de las «irresponsabilidades», como dijo el profesor Mariano Cuesta que, a la vez que explicaba el fin de la Corona española en el Atlántico, comentó también los viajes científicos de nombres tan preclaros como el almirante Malaspina o de Humboldt, uno de los exploradores más importantes de un continente que nació nuevo, que se desarrolló en el desamparo y terminó celebrando la Independencia.