Teresa CEMBRANOS

Patrick Sueiller de Oliveira tiene 14 años y llegó a Avilés hace un mes desde su Brasil natal. Ese día se reencontró con su madre, que vino a España a trabajar y a la que no veía desde hace seis años, y con sus hermanos, de los que estaba separado desde un año atrás. Ahora, con una de ellas, Andressa María de Oliveira, comparte clase en el Instituto de La Magdalena en el aula de inmersión lingüística, una iniciativa de la Consejería de Educación que arrancó el pasado mes de noviembre en Avilés. Ambos, junto con otros ocho alumnos extranjeros, están aprendiendo castellano de la mano de las profesoras Azucena Álvarez y Carmela Greciet.

«Esto es como una pequeña familia. Empezamos el curso con tres alumnos y ahora tenemos diez. Enseñar a los niños a hablar, escribir y entender el español es muy satisfactorio, pero te exige mucho», reconoce Greciet. La procedencia de los escolares -todos ellos están cursando la ESO- es variada, pero son mayoría los brasileños. También hay marroquíes, chinos y rumanos.

Pabila Dandara es de Brasil y tiene 14 años. Lleva nueve meses en Avilés y acude desde hace dos al aula. Estudia en el Carreño Miranda y dice, entre risas, que lo que más le gusta son «los españoles». Said Chkibo es un marroquí de 16 años que, pese a llevar sólo un año y medio en el país, ya se ha recorrido gran parte del territorio español. Antes de recabar en Avilés, estuvo en Cádiz, Sevilla, Córdoba, Madrid, Guadalajara, Valladolid y, finalmente, Asturias.

Alys y Cristi Sofroni, dos hermanos rumanos, fueron los primeros en acudir a la recién inaugurada aula de inmersión lingüística. Ahora, tras dos meses recibiendo las lecciones de Greciet y Álvarez, se han incorporado de manera continua a las clases en La Magdalena. El tiempo medio que los alumnos extranjeros acuden al aula de inmersión es de 240 horas, aunque es flexible ya que todo depende del ritmo de aprendizaje. Cada día van a clase de español durante cuatro horas, y las dos siguientes se trasladan a sus centros de enseñanza con el resto de compañeros. «La intención es que no pierdan el contacto con sus compañeros. Tenemos una comunicación directa con el resto del profesorado para ver la conveniencia de que se incorporen al ritmo normal del curso y también para que nos ayuden con las materias de cada curso. Su estancia en el aula de inmersión depende de su evolución», explicó Greciet.

Las actividades que realizan los escolares son muy variadas, desde vocabulario curricular, que mandan los profesores de cada curso, gramática y «español de supervivencia», a explicar el sistema educativo de España, pasando por canciones, vídeos, excursiones y analizar noticias de los periódicos. «Incorporamos poco a poco nuevo léxico y procuramos dar un enfoque comunicativo a las lecciones; no usar gramática a secas, sino relacionarlas con el día a día», señaló Greciet.

Ahora están preparando una obra de teatro con otros alumnos del IES de La Magdalena titulada «Las princesas no están tristes», una adaptación libre de Azucena Álvarez del texto de Rubén Darío «La princesa está triste». «La intención es que tengan contacto con el resto de niños españoles, que los conozcan y se relacionen. Cuando los niños llegan al aula, pasan por un primer momento de mutismo, una especie de incomunicación. Luego, poco a poco se van soltando y comienzan a relacionarse con sus compañeros del aula. Lo que es más difícil es su contacto con los demás, por eso es importante hacer este tipo de actividades, donde todos participen y se conozcan», explicó Álvarez.

Uno de los últimos alumnos en llegar al aula es Erte Zheng, procedente de China. Lo hizo el 8 de enero «sin saber nada de español ni de inglés». «Llegó con un diccionario de chino, por lo que tuvimos que comprar uno de chino- español. Empezamos con dibujos y ahora, poco a poco, ya escribe en español. En dos meses avanzó mucho, aunque tiene muchas dificultades para hablar», comentó Álvarez. Su gran punto de apoyo en el aula es Yuye, también china, que está en el IES de Corvera. Lleva ya once meses en España y las profesoras la «utilizan» de traductora e intérprete con Erte. «Es muy trabajadora y aplicada».

En el aula también está Carla Soares, de 15 años y de Brasil, que asegura que no le resulta difícil hablar español ya que lo había estudiado antes. Ahora vive en Coto Caicedo y acude al IES de Salinas. Leonardo Ferreira también es brasileño, tiene 14 años y llegó hace un mes a Avilés. También está Kaio Dellryttis da Silva, el «play boy del aula», dicen sus profesoras entre risas. Se ha adaptado muy bien a su nueva situación. Elivelton Abrus es compatriota de Kaio y lleva siete meses en España. Juega en el equipo de fútbol del Raíces. Todos ellos forman una gran familia unida por las ganas de aprender un nuevo idioma.