Saúl FERNÁNDEZ

La memoria tiene recovecos que el corazón desconoce. La voluntad por mirar hacia delante choca de bruces con el camino recorrido y, entonces, surge la controversia. Estos parámetros explican la polémica que suscitó en 1988 la emisión en el programa «Vivir cada día» del documental «El cadáver del tiempo», una visión subjetiva sobre el origen de Ensidesa y sobre la llegada de los emigrantes (entonces, «coreanos»). Dos de los protagonistas de aquella polémica -Javier Maqua, el director del filme, y Manuel Ponga, alcalde de la ciudad retratada- se dieron un abrazo y un apretón de manos a la entrada del salón de actos del Centro de Arte de El Arbolón que sirvió como una presentación -de hecho, no se conocían personalmente- y como enterramiento del hacha de una guerra de veinte años, por el amor a una ciudad.

LA NUEVA ESPAÑA propició la paz definitiva con la reposición del docudrama «El cadáver del tiempo», un trozo de la memoria ciudadana congelada en el tiempo, un pedazo de desconsuelo sobre los recuerdos vividos, aunque no aceptados. Javier Maqua reivindicó su trabajo y dijo que «era un acto de amor a Avilés, porque los madrileños tenemos la suerte de ser de Madrid y de donde es el padre» y Manuel Ponga llevó a su debido tiempo la polémica emisión del programa de «Vivir cada día»: un tiempo de dos canales, demasiada expectativa y, al final, «un jarro de agua fría», es decir, la dura llegada de los emigrantes, la podredumbre, el choque con los «avilesinos de toda la vida». «Viéndola desde la actualidad, sin embargo, descubrimos un documento de lo que fuimos y de lo que de verdad ahora somos», concluyó Ponga.

El salón de actos, con aforo completo, respondió a la convocatoria. Tras la emisión del filme se abrió un turno para las preguntas que, desde la primera intervención, se convirtió en un repaso a la memoria de aquellos que seguían viendo en el documental «un folletín» al que le sobraba «subjetivismo», a los que recordaban «no la llegada de Ensidesa, más bien el día de la emisión, hace veinte años» y es que las edades de los espectadores de esta reposición representaban a casi todas las generaciones posibles.

¿Desprecio hacia los «coreanos»? ¿Mirada de señoritos? «Hay que entender la situación. Pasamos de 15.000 a 100.000 habitantes en poco tiempo y eso crea incomprensión», explicaron desde el patio de butacas. «¿Conviene recordar?», se preguntó Maqua. «Desde luego. Ni yo, ni ninguno de mis concejales, éramos partidarios del silencio», respondió Manuel Ponga. La polémica la selló el mismo ex alcalde de aquellos años de temblor. «Invito a Javier Maqua a que ruede una segunda parte del documental», comentó Ponga. El director aceptó el envite y la necesidad de seguir recordando los años más convulsos se mantuvo en el salón. Tras veinte años, una catársis. La memoria no se pierde.