Saúl FERNÁNDEZ

Cuando Casa Demetrio, en Naveces, abrió sus puertas por primera vez en Asturias se celebraba a la Santina y en Europa los nazis planeaban el ataque final a Stalingrado. «Fueron mis abuelos los que abrieron el negocio, el 8 de septiembre de 1942», cuenta Demetrio Álvarez González, entre la barra de su bar y el mostrador de la tienda, entre un café cortado y la atención a una señora que contempla en silencio las estanterías ultramarinas de uno de los pocos negocios rurales de la comarca que resisten el empuje del tiempo y de las grandes superficies, entre Santiago del Monte y Santa María del Mar. «Antes había más tiendas como ésta: en Bayas; aquí, en NavecesÉ El hotel Marqués de la Moral -unos metros más allá- fue restaurante y hasta cine», recuerda.

Álvarez González cuando habla lo hace de memoria. Pertenece a la tercera generación de comerciantes, tras Demetrio Álvarez Ruiz -el fundador- y tras José Luis Álvarez y Mari Carmen González -los padres-. «Ahora lo llevamos mi hermana Regina y yo», dice. Tres generaciones dedicadas a la aventura del negocio rural, tres generaciones en la doble frontera.

Mirar atrás es una de las características primordiales de los chigres tienda de la comarca, es decir, la combinación de comercio y ocio exige de una inversión de envergadura: décadas tras la barra, todas las horas de cada día, todos los días del año.

Araceli Hevia, la esposa de Leoncio Martín González, del bar Leoncio, representa a la cuarta generación detrás de la misma barra, en Illas. Leoncio González Hevia, el hijo de Araceli y de Leoncio Martín, echa horas en el local de La Peral, aunque confiesa que «porque no queda más remedio». Araceli Hevia salva este aparente desapego con la ilusión de la herencia.

-Verá, cuando me jubile mi nieta Lucía cumplirá 18 años y sería la sexta generación -dice.

Antonina, la estanquera, fue la primera de La Peral, allá por 1860. «Vendía tabaco, comida y ponía vinos», asegura Leoncio González Hevia.

Demetrio Álvarez González y Leoncio Martín González coinciden en que el declive aparente de los chigres tienda se salva con trabajo sin descanso.

«Tenemos horario de funeraria», asegura Jacinto Menéndez, el propietario de Casa Belarmino, en Manzaneda, Gozón.

-Pero ponga que me llaman Manolo.

-¿Y eso?

-De Jacinto ManuelÉ

Manolo, pues, acaba de inaugurar las obras de rehabilitación de su negocio. «Fue este noviembre cuando acabamos», dice Mari Cuervo, la esposa de Manolo Menéndez, la que en verdad regenta el negocio: «Hasta la jubilación. Nuestra hija ahora está en un bar, en La Ribera, en Luanco», explica Mari Cuervo.

Casa Demetrio abre todos los días, de nueve y media a diez de la noche. Los domingos y festivos, horario recudido: de diez de la mañana a dos de la tarde. El bar Leoncio sólo cierra los lunes, pero abre de nueve a doce. «La cosa es echar horasÉ aunque páganme poco», bromea Leoncio Martín. En Casa Belarmino la cosa va de las nueve de la mañana a las diez de la noche. «Hace años servíamos comidas, pero lo dejamos y ahora todo es vender un poco de azafrán, que si el tabaco, que si el periódicoÉ», dice Mari Cuervo. En San Cristóbal, en Avilés, Francisco Javier Maneiro rehabilita Casa Maneiro. «El local es anterior a 1909. No le puedo concretar más porque no tengo más documentación que un certificado que expidió el Ayuntamiento entonces», explica mientras lo saca de un portafolios. «Fue Salvador Maneiro Longo, mi abuelo, quien abrió el negocio, y tenía permiso para vender, como dice el certificado, vinos, aguardientes, licores y otros productos del país», añade. Tras Maneiro Longo vinieron Salvador Maneiro González y su esposa Nieves Menéndez Muñiz. «Los últimos fuimos mi mujer y yo. En 2006 dejamos la tienda y lo convertimos en bar», explica. «Lo que pasó es que no podíamos mantenerlo abierto, trabajaba en otro sitioÉ».

La tradición, la familia, los chigres de la resistencia.