La política tiene sus propias reglas, también respetuosas con los protocolos y los significados de las cosas, fíjense. El rechazo de la Junta General con los votos de PP e IU al trazado de la ronda del puerto ha catalizado lo que llevaba larvado meses y que acabará, si no se arreglan las cosas, en una auténtica batalla comarcal. Es curioso que algo con tan poco valor jurídico real como un pronunciamiento de la Cámara -se cuentan a miles los que han desoído los gobiernos- haya avivado el fuego.

Hasta ahora, las relaciones entre los concejos de la comarca avilesina han sido bien avenidas, pero cuando se trata de sufrir efectos negativos causados por otros las cosas cambian. Ángela Vallina (IU) ha expresado muchas veces a su homóloga avilesina, Pilar Varela (PSOE), su rechazo al trazado de la ronda portuaria. El malestar por que algunas decisiones de Avilés perjudiquen a sus vecinos también ha soplado desde Corvera recientemente, aunque de momento trasladado en conversaciones privadas.

La ronda portuaria es vital para Avilés. Sin ella, será difícil sacar al Centro Niemeyer todo su potencial, ejecutar la intervención ferroviaria y desarrollar toda la gran operación urbanística de la ría. La ronda es clave para ese nuevo Avilés tan proclamado. Lo malo es que a los intereses avilesinos el tiempo se les echa encima.

Los argumentos de Castrillón son también de peso. La infraestructura discurre próxima a territorios que el concejo se ha esmerado en recuperar, como el Peñón de Raíces o la senda fluvial. Además, toda la Corporación unánimemente -sí, incluido el PSOE- se opone taxativamente a un trazado que afea con una indudable costura en el territorio municipal.

Este debate lleva como mínimo dos años produciéndose. Y es ahora, con las prisas, la urgencia, la necesidad insalvable y la escenificación parlamentaria cuando se acelera todo, en lugar de haber previsto soluciones mucho antes. La Consejería de Infraestructuras ha dicho que analizará alternativas casi hasta el mismo día en el que una excavadora melle el suelo castrillonense, pero hasta ahora no ha puesto sobre la mesa ninguna.

Detrás de todo este debate, en los mentideros se cuenta que está el hecho de que quien paga es el Ministerio de Fomento, dispuesto sólo a financiar la opción más barata. Y también, la necesidad de Avilés de dejar inmaculado su suelo, ya de por sí tan escaso para las operaciones urbanísticas. En cualquier caso, siendo honestos, han sido más explicados los argumentos de Castrillón que los de Avilés. Nadie duda de la necesidad de sacar el tráfico portuario, pero ¿por qué no caben otras alternativas?, ¿cuántas veces los criterios técnicos se han dejado de lado en aras al interés político?

Tan negativo sería que las obras se iniciasen en contra de un concejo como que una infraestructura capital para Avilés quedase bloqueada por la falta de entendimiento. Ése sería un estupendo jarro de agua fría para un Avilés que sí empieza a creerse que ésta pueda ser su hora.

Permanecen, en el subsuelo, otras claves. En el Parlamento, el PSOE apoyó el segundo punto del mandato: que se abriese una negociación para consensuar el trazado entre Avilés y Castrillón. Los socialistas intentaron hasta el último momento que el PP no votase en contra del trazado actual, pero se les escaparon las implicaciones del segundo punto que ellos mismos apoyaron. Las vio algún dirigente avilesino que indicaba en los pasillos a sus compañeros de grupo parlamentario la difícil situación en que quedaba Avilés con ese acuerdo.

La respuesta del PSOE de Avilés ha llegado clara por boca de la alcaldesa, Pilar Varela, exigiendo al Principado celeridad en la obra y menos pamplinas. Hay en las palabras de Varela tanto de aviso a su homóloga de Castrillón como al propio presidente del Principado.

La necesidad de negociar el trazado era evidente hace dos años y se dejó dormir el sueño de los justos. Ahora, Avilés y Castrillón tensan ambos lados de la cuerda con argumentos que cada uno justifica. Desde el principio ha faltado claridad. Si el Principado cree que el trazado actual no tiene problemas, ¿por qué no ha expuesto a las claras su impacto y tratado de desmentir los avisos de Castrillón?

La prisa siempre es mala consejera, pero también es cierto que es la única forma, muchas veces, de obligar al entendimiento. Así debería ser. Porque el interés para construir un futuro Avilés tampoco debe pisar el de Castrillón por defender su pasado.