E. CAMPO

De Betis a Carbonell, pasando por Koipe e Ybarra, Carlos Vicente Vílpido tiene todas las marcas de aceite del mercado y muchas que ya no se encuentran o sólo se comercializan en el extranjero. Y siempre en lata. Carlos Vílpido atesora en el interior de su recién abierto restaurante hasta 162 latas de distintos tamaños y marcas y, también, de distintos tipos de aceite. De girasol, curiosamente, sólo tiene una y el oliva es quien manda, pero tiene desde aceite de nuez hasta de coco de palma, pasando por el de pepita de uva.

De cómo empezó esta obsesión oleosa la historia es la siguiente. Un buen día, hace ya siete años, Carlos Vílpido fue con dos amigos de Soto del Barco a Pola de Allande. Y entraron a Casa el Choferín, un bar-tienda donde había de todo, incluso una lata de aceite que atrapó la atención del restaurador. «Era de la marca Claudia, no la había visto en mi vida». Y como resulta que su hija también se llamaba así, Claudia, él se encaprichó con la lata y la compró. Ésa fue la primera de su ahora numerosa colección. El segundo ejemplar lo consiguió bastante más lejos, «en un pueblo remoto de Brasil». Allí encontró otra lata que le llamó la atención, no por su marca, Carbonell, sino por su diminuto tamaño, similar al de una lata de refrescos.

Y de este modo Vílpido fue atesorando más y más latas, que ahora se alinean en varias repisas de su restaurante, Carlos y Yo. Y las usa para cocinar. Carlos Vílpido tuvo durante ocho años un hotel en Soto del Barco y tanto allí como en su nuevo negocio utiliza todas las marcas de aceite, la que toca en cada momento, para evitar que caduquen.

En su punto de mira tiene varias latas que le faltan para su colección, como una de diez litros y otras de los años de posguerra. Sin embargo, su principal objetivo en estos instantes no está tan vinculado al aceite como a impulsar la cocina tradicional avilesina. Dice que los visitantes que vengan a ver la ciudad y el Niemeyer no tienen por qué salir fuera a comer, sino que se debe disponer en la ciudad de cocina de calidad. También con ese objetivo prepara la edición de un libro de recetas tradicionales avilesinas, como el arroz con pixín, el congrio con guisantes, las sardinas a la visigoda... Para ello se inspirará en la tradición que heredó de su madre y de su abuela.

Y mientras trabaja en esto, Vílpido espera con impaciencia abrir la lata de aceite del Desierto de Tabernas de Almería, una rareza donde hasta la graduación (0,1) es inusual: caprichos de gourmet que hacen esta afición «lenta y cara» a la par de exquisita.