El otro día, por casualidad, llegó a mis manos una lujosa invitación, de buen gramaje y a todo color, con la que la activa Sociedad de Amigos del País convocaba a una conferencia sobre la guerra de la Independencia. Mucho me sorprendió comprobar que el dibujo que ilustraba tal invitación no era otro que una página de mi obra «Avilés, una historia de mil años», en su cuarta edición. Se trata de una interpretación libre de Gaspar Meana de las tropas napoleónicas ante el palacio de Camposagrado, dibujada por encargo para ese libro. Estoy acostumbrado a que, precisamente por la calidad de esa edición que se difundió en fascículos, sus reproducciones sean utilizadas por los maniacos del escáner, sin permiso y sin cita en multitud de lugares. Jamás me importó. Pero este caso es diferente, ya que se trata, además, del trabajo de Gaspar Meana, gran dibujante y mejor persona. Gaspar vive de su ingenio, de sus dibujos y de sus derechos de autor. Si alguien quiere usar su trabajo, debe ser con su consentimiento (que no sería difícil de lograr de forma gratuita) o pagando el precio que cuesta la reproducción. Ese trabajo se copió sin consulta previa al autor del libro, sin pedir permiso al autor de los dibujos y sin tan siquiera tener la cortesía ni la precisión de citar al pie la procedencia. Por eso supongo que debe ser producto de alguna fatal casualidad. Una invitación es un acto protocolario de respeto a las buenas formas y a la educación. Es de personas educadas mostrar respeto al trabajo ajeno y a los derechos de autor. Por eso, no me cabe duda de que los amigos de la entidad organizadora del acto, siempre educados y respetuosos, buscarán algún medio para reparar este proceder.

Juan Carlos De la Madrid