La elaboración de un protocolo supone una oportunidad para aprender a consensuar en familia. Para llegar a un pacto dialogado es imprescindible realizar reuniones entre todos los miembros implicados, con la colaboración de un experto independiente que asesore en temas tan variopintos como: los requisitos de incorporación en la empresa, las funciones y la retribución a los familiares, la separación de bienes, los criterios sobre distribución de dividendos, los préstamos a los socios y sus condiciones, las mayorías exigibles para adoptar acuerdos, la organización de los órganos de gobierno y la planificación de la sucesión.

Con el objetivo de abordar nuevos retos, el IDEPA ha destinado una línea de ayudas para la elaboración de protocolos y establece como plazo máximo el 30 de mayo para la presentación de solicitudes. Las subvenciones suponen un ahorro del 50 por ciento en los gastos de consultoría relativos a la consolidación y continuidad de las empresas familiares, hasta un límite máximo de 20.000 euros.

Las buenas intenciones se convierten en realidades tras un diagnóstico previo de la situación desde una perspectiva económica, legal y de estructura parentesco-familiar. Si de dicho análisis se concluye la viabilidad de consenso se podrá redactar un documento que ayude a regular las relaciones entre las distintas partes interesadas, así como acciones destinadas a la profesionalización y búsqueda de socios financieros cuando proceda. Es recomendable comenzar por una jornada de sensibilización donde un experto oriente a la saga de los distintos temas a tratar, buscando fórmulas que otorguen igualdad de oportunidades entre los miembros del clan bajo la premisa de seleccionar aquellos profesionales que demuestren más talento.

El gran follón surge cuando se entremezclan criterios y se exigen distintos requisitos a los futuros propietarios. Ante tales desequilibrios, el conflicto está asegurado. Los favoritos son promocionados por cuestiones de sangre, se crean puestos de conveniencia. Y a la postre, se siembra desigualdad que desemboca en desconfianza, lucha por el poder y litigios. El desliz incluso puede llevar a una sucesión equivocada, el principio del fin. En tales casos el «protocolo» se convierte en imposición, se construyen blindajes e incluso hay quien opta por falsificar la firma de sus propios hijos para dejarlo todo «atado y bien atado»?, el terreno queda abonado para la desunión.

Es preciso definir claramente los perfiles de puesto con responsabilidades, funciones y autoridad en la gestión diaria, así como los requisitos mínimos para acceder a los distintos cargos. Ahí reside el secreto de las sagas sobrevivientes. En cuanto a la propiedad, se necesita formar accionistas competentes que constituyan el gobierno empresarial. Los socios sin cualificación convendría que estuvieran representados en el consejo de administración por independientes.

En conclusión, el protocolo familiar es un documento escrito que surge del consenso de los familiares propietarios y de sus herederos consanguíneos, por tanto, es necesario que sea conocido y esté firmado por los miembros de la siguiente generación que se incorporarán en el futuro a la empresa y/o la propiedad. En el mismo se plasman los valores de la familia y de la firma, así como las reglas de actuación entre parientes y sociedad. Constituye una herramienta útil para promover una correcta sucesión dentro de un marco de continuidad, bajo las premisas de unidad y dedicación. Por ende, se deberá escuchar a todas las voces, fomentar acuerdos, y construir una política de dividendos que contente al grupo, sin perjudicar al negocio. Todo un reto para las verdaderas familias empresarias.

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