Abelardo González Blanco, presidente de la Fundación Sabugo ¡Tente Firme!, es un clásico de Avilés, como la foca del parque del Muelle. Resulta obvio y fácil de entender que a Abelardo, salvo en la afinidad por las sardinas, no se le puede asociar con la foca, pero igual que ocurre con ella pertenece a esa génesis selecta de la mitología local que empieza por un paisano y sigue con un símbolo, una escultura o un hecho inseparable de las costumbres de un lugar.

El trasiego de la actualidad nos presenta estos días a un personaje muy querido y bastante peculiar, algo revolucionado por la proximidad de la entrega de las «Sardinas de oro», acto que se viene reproduciendo desde principios de la década de los setenta y que tiene como objeto premiar o distinguir a los asturianos o personas vinculadas con esta región que se han significado, de una u otra manera, en su defensa. Las «Sardinas de oro» son, a la vez, los galardones que más identifican a Asturias, después de los premios «Príncipe», y los más antiguos. La primera «Sardina» la recogió, curiosamente en Madrid, la tonadillera Antoñita Moreno, pero desde ese momento la sede fue Avilés de manera permanente e ininterrumpida, salvo un pequeño lapso de dos años que coincidió con la muerte de Víctor Urdangaray, piedra angular de los premios.

-Las «Sardinas» significan media vida para mí, por el tiempo que llevo entregado a ellas.

González Blanco sucedió al recordado Álvaro Álvarez al frente de Sabugo ¡Tente Firme!, que empezó siendo un grupo folclórico de música y danza y acabó impulsando unos premios que han traspasado fronteras y que cuentan entre sus distinguidos galardonados con la Reina doña Sofía, el Príncipe don Felipe, Severo Ochoa y Francisco Grande Covián, entre una numerosa lista que incluye a estadistas, políticos, hombres de letras y de ciencias, empresarios, instituciones, diplomáticos, artistas de todas las vertientes, etcétera. Los próximos galardonados, Rodrigo Rato, Javier Vallaure y la Universidad de Oviedo, recogerán sus «Sardinas» el próximo día 6 de junio en el teatro Palacio Valdés durante una gala, que año tras año se convierte en el acto social más relevante de la ciudad. Pronto, en 2009, se cumplirán treinta años de aquel día en que el Príncipe de Asturias recogió en Avilés la «Sardina de oro», en un acto que sirvió, además, para que Manuel Ponga se estrenase institucionalmente como alcalde de la primera Corporación democrática avilesina tras la vuelta al sistema de libertades.

Hubo un tiempo, hasta la jubilación, en que Abelardo González compartió las «Sardinas» con el vino, como representante de González Byass, donde trabajó desde los 20 años. Tenía tanto don de gentes y caía tan simpático que en cada bar donde tomaba un chato vendía ocho cajas. Y así uno tras otro, decenas de bares en Asturias. No ha perdido la costumbre y en la actualidad sigue recorriendo las mismas «capillas». Alguien ha dicho que mantener los buenos hábitos significa envejecer de manera más lenta y Abelardo González lo lleva a rajatabla. Se le nota. La ronda por las «capillas» tiene, además, en el caso de nuestro personaje un rasgo que acentúa su personalidad. El presidente de Sabugo ¡Tente Firme! es un forofo madridista indesmayable, de manera que cuando gana el Real Madrid hay pitos y flautas que tocar en los locales que va seleccionando en función de las adhesiones futbolísticas. Abelardo -por algo se apellida González Blanco como el mismísimo Raúl- interioriza la pasión por unos colores hasta el extremo que prefiere no ver los partidos del Real Madrid, ni saber lo que ocurre en el campo hasta que no concluye el encuentro. Es en ese momento, y si el resultado es favorable, cuando se transforma en Pepe el hincha. Pero esto que les acabó de contar y que es de dominio público entre los que lo frecuentan no significa, sin embargo, que Abelardo o Abelardín, como se le conoce cariñosamente, se convierta necesariamente en un energúmeno. Es, por el contrario y siempre lo ha sido, una persona bien educada, respetuosa y capaz de conciliar todo tipo de afectos.

Espigado como es, en el grupo de música y baile de Sabugo era el alto con voz de bajo hasta que se dieron cuenta de que desafinaba lo suficiente como para dedicarse a ver los toros detrás de la barrera. De hecho, en una ocasión se le instó desde la organización a acudir con mayor asiduidad a los ensayos, que en ocasiones evitaba para irse a jugar al mus, otra de sus grandes aficiones. Presume de buen jugador, pero sus conocidos más allegados coinciden en destacar que está ya para «una partida de homenaje». «Él prefiere seguir, como le ocurría a Donato en el Deportivo», comenta un amigo muy cercano.

Posteriormente vino la etapa en la que Abelardo González asumió la dirección del Grupo, siempre bien asesorado por Víctor Urdangaray. Y después, hace unos años, llegó la Fundación, que tiene entre sus patronos a Jacobo Cosmen, Francisco Rodríguez García, Daniel Alonso, Julio Alberto Lagares y Toni Fidalgo, y que cuenta, además, con una serie de miembros protectores de diferentes empresas de la región.

El día 6, subirá, como cada año, al escenario del Palacio Valdés para soltar una perorata que empieza con «distinguidas autoridades» y acaba con «he dicho». En fin, un clásico.