Soto del Barco, I. PULIDO

El pasado domingo, día 25, se cumplió un año de la apertura del tramo Soto del Barco-Muros del Nalón de la Autovía del Cantábrico. Durante estos últimos doce meses, Soto ha sido capaz de alcanzar una merecida tranquilidad que durante décadas le fue arrebatada por el permanente tráfico que atravesaba el corazón de la localidad. El que fuera el famoso «semáforo del Cantábrico», situado en El Parador, es ahora un apacible rincón en la vida cotidiana de un pueblo que trata de cicatrizar las heridas que la carretera le causó.

Los vecinos de El Parador han dicho adiós a las kilométricas retenciones que asiduamente les visitaban. El que fuera uno de los principales puntos negros de las carreteras asturianas se ha convertido en una glorieta vacía por la que apenas circulan vehículos.

Dada la nueva situación, el Consistorio sotobarquense se plantea el llevar a cabo mejoras urbanísticas en el entorno. «El actual número de carriles ha dejado de tener sentido debido al bajo número de vehículos que los utilizan. Queremos ensanchar las aceras para los peatones y elaboraremos un proyecto de alumbrado que esperamos esté listo para finales de este verano», afirmó Jaime Menéndez Corrales, alcalde de Soto del Barco.

Pero son los vecinos quienes aseguran haber experimentado un cambio radical. Han ganado en tranquilidad. «El cambio ha sido como del cielo a la tierra. Desde primeras horas de la mañana, el paso de coches y, sobre todo, de camiones nos llegaba a impedir el descanso. Ni que decir tiene que los atascos eran un incordio para todos, tanto conductores como transeúntes», asegura un vecino.

Los propietarios de establecimientos próximos a la carretera dicen que sus ventas no han descendido. «Quizás la nueva situación se vuelva menos favorable durante el período estival, época en que El Parador se convertía en lugar de paso de miles de turistas. De todos modos, las ventas siguen igual y los parroquianos de toda la vida no fallan», relata el propietario de un bar.

En la «rotonda» apenas se ven ya vecinos de Soto contemplando el lento y monótono fluir de los cientos de vehículos que pasaban por el concejo. La antaño habitual distracción en las aceras ha desaparecido. Sin embargo, la estampa se ha trasladado a la nueva glorieta de Muros del Nalón-Somao, donde ahora los atascos se ensañan con los usuarios de la carretera.

Un año después, quedan aún por concluir las obras del tramo Muros-Las Dueñas. El bajo Nalón tiene la esperanza puesta en que la apertura de ese tramo ponga punto y final de una vez por todas a las molestas retenciones de tráfico.

La nueva calma en el pueblo es una merecida recompensa, lograda tras años de padecer las consecuencias de los trazados viales que atraviesan el concejo de una punta a otra.

La situación estratégica de Soto, que obliga al paso de viajeros, no siempre ha sido una bendición. El progreso trajo consigo muchísimas ventajas a los sotobarquenses, pero, a la vez, supuso la destrucción de alguno de sus lugares más emblemáticos, como es el caso de El Parador». Primero fue la vía del tren, que divide en dos la mayor parte del centro del pueblo, y después llegó el tráfico rodado.

A partir de los años setenta del pasado siglo, las sucesivas ampliaciones de la carretera nacional 632 dañaron el casco de El Parador, sobre todo sus fachadas norte y este con el derribo de alguno de sus edificios más bellos.

Durante los años noventa, el bautizado como «semáforo del Cantábrico» saltó a los titulares de la prensa por sus kilométricas retenciones. Fue entonces cuando se ejecutó la actual rotonda, que tampoco resolvió el problema.

Y no fue hasta el pasado año cuando por fin los sotobarquenses vieron recompensadas las ansias de tranquilidad en sus calles. El puente sobre el Nalón no sólo salva un obstáculo geográfico, vino a saldar con Soto del Barco una deuda acumulada tras décadas de incordios.