El pensamiento marxista se enfrenta, según Hal Foster, a dos significativos desplazamientos: de la idea del sujeto concebido en términos de clase a interesarse por el sujeto social en la historia y de la crítica centrada en los medios de producción a un creciente interés «en los procesos de circulación y en los códigos de consumo». A la luz de estos desplazamientos se comprende la posición del arte político que ya no se erige, únicamente, como portavoz de los oprimidos sino como una manera de problematizar los discursos y crear bolsas de resistencia, cuando no de simulación. Bajo estas premisas trabaja el colectivo PSJM integrado por Pablo San José (Mieres, 1969) y Cynthia Vera (Las Palmas de Gran Canaria, 1973), que desde sus inicios se han presentado como una marca comercial que ofrece al mercado productos culturales, interesándose por las derivas seductoras y fetichistas de la mercancía en la sociedad de consumo.

En la Laboral han instalado una boutique con camisas, pantalones vaqueros, vestidos y zapatos con la marca Marx® estampada en todos los artículos, productos exclusivos con su correspondiente número de serie puestos a la venta al precio de 220 euros. Se trata de potenciar la diferencia, la individualidad, creando identidad mediante el consumo de lo «cool», porque «el sistema de marcas -escribe Richard Sennett- trata de que un producto básico que se vende en todo el mundo parezca distinto, trata de disimular la homogeneidad». Pero, también, se excita el deseo que ya no se encuentra constreñido por lo necesario, ni conoce límites desbordado por la continua estimulación publicitaria. Unos estímulos fragmentarios que reclaman una participación activa de la imaginación para completar un relato cuyo protagonista ya no es el producto sino la experiencia de poseerlo y disfrutarlo.

Por otra parte en la sociedad de consumo, como señalaba Baudrillard, los bienes se producen como signos y los signos como mercancías. No resulta, pues, extraño que el colectivo PSJM se haya apropiado de Marx, un mito revolucionario, para desmontarlo, manipularlo y volverlo a montar como un icono publicitario, en una operación que escenifica la derrota política y el triunfo del mercado. Paradójicamente el filósofo que realizó la mayor crítica al capitalismo se convierte en un fetiche en la sociedad espectacular.

En esta estrategia publicitaria no se han ahorrado esfuerzos por seducir al consumidor y los carteles en los mupis situados en Gijón junto al spot que se puede ver en la misma tienda potencian el simulacro y excitan los resortes psicológicos asociados al consumo. Tanto en el vídeo como en el cartel las imágenes connotan pasión y erotismo, reforzando el deseo por lo distante e inaccesible, un ardor que sólo se aplaca comprando el objeto que convierte al poseedor, también, en deseable.

El trabajo de PSJM siempre parte, como en este caso, de un concepto sencillo que el colectivo despliega colonizando diversos espacios públicos y museísticos, sirviéndose de los mecanismos propios de la industria para elaborar un discurso crítico, consciente de que nada se escapa al campo gravitacional del capitalismo, a su lógica comercial.