Dibujante de cómics

Saúl FERNÁNDEZ

A Miguel Ángel Martín (León, 1960) le pasa lo que a George Orwell, piensa que la libertad de expresión cuenta lo que nadie quiere escuchar. Y así, con estos presupuestos en las alforjas, el dibujante decidió meterse en el mundo de las viñetas. Martín es, entre otras cosas, el creador de Brian The Brain, el hiperdesarrollado chaval de los laboratorios Biolab, uno de los personajes más aplaudidos del mundo editorial español. Martín es, asimismo, el autor nacional más reproducido en objetos de «merchandising» y una verdadera celebridad en Italia, después de que la censura judicial impidiera la distribución del tebeo «Psychopathia sexualis».

-Cuatro años sin pasar por las librerías...

-Pero no he parado. Estuve preparando «Playlove», mi última novela gráfica, que salió el año pasado. En este tiempo estrenamos en el teatro Fígaro de Madrid «Kyrie Nuevo Europeo», una comedia que escribí yo mismo a partir de un personaje que sacamos en «La Crónica de León» hace algunos años. La dirigió Pepe Mora, que venía de «Al salir de clase», y contó con actores como Mariano Alameda o Nacho Vigalondo, cuando todavía no era famoso.

-¿Qué tal sienta la censura judicial italiana?

-El proceso contra mi editor en Italia, Jorge Vacca, me dio una publicidad impagable. No paré de moverme por el país haciendo exposiciones, dando conferencias sobre la censura... De Milán a Sicilia.

-¿Qué pasó?

-El depósito legal en Italia se hace en los Juzgados y el impresor se fue para allá con unos cuantos libros de «Psychopathia sexualis». Se fue de la boca y les dijo que tenía un material duro (la extirpación de un pene, por ejemplo). A la mañana siguiente, se presentó la Policía en los talleres y se quedó con la edición. Fueron cinco años de secuestro.

-¿De qué le acusaban?

-De inducción al suicidio, al homicidio y a la pedofilia, fíjese...

-Vaya.

-Pero bueno, mi editor italiano no se quedó quieto. Es argentino, vivió la dictadura y el secuestro del libro no le iba a detener. Soy un defensor acérrimo de la censura: es buena para el negocio. Sacó una edición clandestina de 1.000 ejemplares que se vendió en seguida. Cuando se levantó el secuestro se pusieron a la venta los tebeos y los preferidos eran los que tenían más moho. Llevaban cinco años en un almacén y habían sufrido la caída de alguna gota de agua. El libro se convirtió en un fetiche.

-Al final, después del lío, una celebridad en Italia.

-Pero trabajo, cada vez más, para España. Mis ingresos vienen de mi colaboración en la revista digital «soitu.com», en una sección sobre sexo que llevan dos psicólogos de Valencia. Además, está la colaboración en «Primera línea», una historieta de sexo y relaciones personales...

-¿Le gusta «Psychopathia sexualis»?

-Mucho. Y no sólo por lo que supuso en mi obra. Hace años que está agotado y ahora la editorial Rey Lear va a sacar una recopilación con todas mis historias de sexo y ultraviolencia.

-Sus creaciones cobran vida en forma de «merchandising».

-Me gusta mucho. El Brian The Brain que me han hecho en las Jornadas de Avilés está muy bien. Cuando hicimos la obra de teatro me fotografié con mis personajes. A los americanos, con el cine, esto no les resulta importante, pero a mí me hace ilusión.

-¿Se gana dinero con el «merchandising»?

-En mi caso no. Hay un porcentaje por pieza vendida, pero es muy poquitín.