E. CAMPO

Nacho Agote trabaja como un lutier del mar. Lo suyo son tablas de surf, que construye en su taller castrillonense con técnicas artesanales, combinando varias disciplinas. Su filosofía de trabajo es superar la dimensión del objeto, y que las tablas que llevan su firma tengan un valor que supere la mera utilidad de cabalgar sobre las olas. «Quiero que la tabla tenga algo especial para el que la ha encargado, que se identifique con ella. De tablas blancas están las tiendas llenas», sostiene. Las suyas pueden ser tan coloridas como la que realizó el artista Ramón Rodríguez con pinturas acrílicas y tonos azules y negros.

En toda Asturias sólo son tres los artesanos que se dedican a la construcción de tablas de surf. «La gente no está muy interesada en trabajar con las manos», lamenta Agote, que desearía más talleres. «Lo que pasa es que es un trabajo muy vocacional, en el que ganas poco y trabajas mucho». También echa en falta más afición por un deporte, el surf, que se está quedando sin cantera. «Además estamos un poco aislados de la corriente del surf de País Vasco y Francia». Los clientes, que siempre acaban siendo amigos, son los que dan a Agote las indicaciones para cada pieza, porque su trabajo es totalmente personalizado.

«No me interesa producir mucha cantidad, aquí la gente viene buscando otra cosa», asegura. Cada tabla requiere ocho o diez horas de trabajo, lo que se traduce en una semana de tarea porque no se puede hacer de seguido: «Hay que esperar para que coja consistencia. La resina necesita tomar la dureza necesaria», apunta el fabricante de tablas. En total puede hacer en torno a 80 al año.

Todas las suyas tienen una marca que las diferencia, una especie de «garabato» junto a la firma de autor. «Cada cual puede interpretar el logo como quiera», concede. Su vinculación a las tablas viene de antiguo, de cuando comenzó a construir las suyas con las que luego practicaba surf en Salinas. Y año a año fue perfeccionando su estilo. «No me gustaban mucho las tablas que había en España, donde empezaron a venderse tablas que se fabrican muy rápido; yo intento darles el valor que tenían antes», indica. En su taller, Nacho Agote tiene acotado cada espacio en función de las tareas. Una sala es específica para dar forma a las tablas, con herramientas de carpintero.

El cuerpo de la tabla es una plancha de espuma en cuya espina dorsal lleva un alma de madera para darle un poco de rigidez. Se hace con plantillas y dos o tres horas de trabajo. «Ahora se están volviendo a hacer tablas de otro tipo, como de madera. Yo creo que la espuma es el material que permite más flexibilidad. Va muy bien y te permite hacer muchas cosas, como introducir decoración», explica el constructor.

Cuando le da la forma, la lleva a otra sala para aplicarle fibra de vidrio. Después de colocar la resina, para que quede liso se lija. La decoración admite diferentes técnicas. Así, por ejemplo, Ramón Rodríguez realizó un diseño por las dos caras de la tabla, y asegura que lo que más trabajo le costó fue adecuarse al soporte. «No se puede retocar, no te pueden sudar las manos, no se puede cargar mucho de pintura ni poner colores muy oscuros», explica.

Mientras dure el petróleo, dice Nacho Agote, continuará fabricando estas tablas. «Es la que sé hacer, otros materiales cambian mucho. Es como la unión del carpintero y la madera», dice de su forma de trabajar. Todas las tablas que entrega acaban formando parte de una galería de fotos que puede visitarse en www.nachoagote.es.