Director de teatro, presenta dos obras en Avilés

Saúl FERNÁNDEZ

Al director argentino Daniel Veronese le gustan los títulos largos. Esta noche (20.15 horas) el teatro Palacio Valdés será el escenario de «El desarrollo de la civilización venidera». Mañana, a la misma hora y con la misma y reducida escenografía, pondrá en escena «Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo». Veronese, que viene de Buenos Aires, ha abierto la brecha por la que, desde hace algunos años, se están colando espectáculos producidos a orillas del Río de la Plata.

-¿Qué le pasan a los títulos de Ibsen para que se los haya saltado con tanta longitud?

-He vuelto a la costumbre de los títulos largos de mis comienzos. Las obras que representamos son versiones, tiene razón, de Henrik Ibsen. La transformación es tan grande que merece la pena cambiar los títulos. «El desarrollo de la civilización venidera» es una «Casa de muñecas» muy distinta, aunque el cuento se mantiene.

-El de Nora, que se va.

-Ese mismo. He representado a Chéjov en varias ocasiones y le puedo decir que se trata de un autor para la eternidad. Ibsen, en cambio, es un autor extraordinario, pero un autor de una época determinada. Me hubiera gustado haber asistido al estreno de «Casa de muñecas», hubiera sido una experiencia muy impactante. Lo que quiero decir es que es que el cuento de Nora se explica para unos espectadores de un tiempo determinado, pero ese tiempo ya no es el mismo. El portazo de Nora en la época de Ibsen, en el siglo XIX, necesitaba justificación, porque entonces era improbable que una mujer decidiera actuar como lo hizo ella. Este espectáculo trata de explicar aquella reacción.

-¿Hay que tener miedo «Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo»?

-No, no lo tenga Este título es una salida poética de «Hedda Gabler», también de Ibsen. Hablamos de la verdad, de la ficción... De los dos espectáculos este es el que he transformado más. El montaje mantiene el mismo elenco.

-Parece que le gustan las compañías de repertorio, como las de antes.

-Me gustaría... Tengo cinco o seis espectáculos que podrían formar parte de un repertorio fijo. Con unos veinte actores podríamos resolver todos estos montajes. Trabajamos en cooperativa, todos ganamos lo mismo. Yo, que soy el director, no estoy por encima de ningún actor. Cuando tenemos un proyecto, lo hacemos; cuando no podemos es porque a alguien de nosotros le ha salido un trabajo con el que de verdad gana dinero. Me gustaría contar con veinte actores y veinte actores. Sería fantástico.

-Usted abrió la brecha al teatro argentino.

-En realidad no sé qué explica la profusión de argentinos en el teatro español. Igual es que somos muchos y pasa como en Brasil. ¿Todos los brasileños son buenos jugando al fútbol? Hay cien millones de brasileños dando patadas a la pelota; malo será que once no sean excelentes... En Buenos Aires, en un fin de semana, hay como doscientos cincuenta espectáculos. Y no hay salas vacías. En España, además, nos tratan muy bien, estamos muy considerados y hay que agradecérselo.

-¿Y encuentra diferencias entre el teatro de aquí y el de allá?

-Por lo que escucho, más que por lo que veo, porque apenas tengo oportunidad de ver nada, creo que se hace imprescindible un replanteo del teatro en España. Hay que huir de esa actitud de "veo un montaje, me aburro y ya no vuelvo más". El teatro en España no está metido en la sociedad, no se vive del mismo modo que en Argentina. Cuando uno se aburre, el fin de semana siguiente busca otra cosa. Si aburrimos aquí, perdemos el espectador. Artísticamente, no hay grandes diferencias actorales. Los actores quieren ser dirigidos, los españoles están aferrados a consignas teatrales que tenemos que romper.

-¿Y qué será lo siguiente?

-«Glengarry Glen Rose», este diciembre en el Español. Para hacer buen teatro sólo se necesitan buenos actores, de las obras medianas se pueden sacar buenos espectáculos.