A. P. G.

El gijonés A. P. M. creía haber matado a la avilesina Marisé del Río cuando fue detenido, según fuentes de la investigación. Por eso no entendía que la «tortura telepática» continuase tras la agresión. «Sigo oyendo voces», dijo a los agentes tras ensañarse a mazazos con la presidenta de la Asociación protectora de animales La Paz. Entonces llegó a añadir que esas voces podían significar que era otra persona, y no Del Río, quien le estaba torturando, según la misma versión. Tanto en la Comisaría como en los juzgados ee refirió a la magia negra, a la telepatía, al budú e insistió en que vio a su víctima en dos ocasiones, para que le echara las cartas.

Los allegados a Marisé reconocen que era aficionada al esoterismo, si bien insisten en que en ningún caso realizaba actividad alguna relacionada con ese tipo de rituales.

El detenido, ahora en prisión, rechazó en todo momento que los agentes a cargo de la investigación se pusieran en contacto con sus familiares (supuestamente tiene cuatro hermanos, aunque sólo mantiene el contacto con uno de ellos). También rechusó acudir a un hospital para ser sometido a un reconocimiento médico. Lo que sí declaró fue que una vez se presentó voluntariamente en el hospital de Jove «porque estaba muy mal», según fuentes próximas a la investigación. Le dieron medicación, añadió, pero nunca la tomó.

A. P. M. dijo haber visto sólo en dos ocasiones a Del Río pero los allegados a la mujer relataron que llegó a presentarse en su domicilio hasta cuatro veces por distintos motivos: para comprarle los perros y para hacerle unos encargos de magia negra. La mujer se negó en ambos casos y comenzó a sufrir ataques, según la misma versión. Sus amigos relataron que le destrozó la puerta en varias ocasiones y que Marisé del Río llegó a presentar dos denuncias contra el hombre que después casi acaba con su vida. Sus solicitudes de ayuda cayeron en saco roto.