Los estuarios (actuales) son ambientes sedimentarios costeros de transición afectados por procesos dinámicos fluviales y mareales y, en menor medida, por oleajes y vientos, aunque estos últimos puedan jugar un papel primordial en la formación del sistema confinante de playa-dunas eólicas. Según la procedencia de los materiales que los configuran y colmatan (proceso natural de aterramiento de un estuario), cabe diferenciar dos tipos: estuarios generadores y estuarios aceptores de sedimento.

El estuario de Avilés, a diferencia de otros estuarios cantábricos, no se genera en torno a un gran río cordillerano (río tronco). Su cuenca hidrográfica está articulada por una serie de pequeños ríos costeros, lo que conlleva una disminución de la influencia fluvial y, en consecuencia, escasez de aportes sedimentarios de la propia cuenca; el estuario se debe, por tanto, catalogar como aceptor de sedimento. Los sedimentos que construyeron su sistema confinante playa expuesta-dunas costeras eólicas (playa de Salinas-El Espartal y campos dunares de posplaya), así como una gran parte de los que configuraron las formas sedimentarias en el interior del estuario (barras y bancales), desarrolladas en el relleno progresivo, procederían de aportes del río Nalón que, una vez llegan al mar, serán transportados por la corriente costera general (Oeste-Este). Las corrientes inducidas por el oleaje facilitan la llegada de los sedimentos a la línea de costa, mientras que las corrientes de compensación (resaca) y de deriva de playa procederían a su redistribución dentro del sistema (desplazamiento de arenas hacia el área oriental de la playa), facilitando el acceso al interior del estuario (colmatación). En condiciones de funcionamiento natural, y con equilibrio sedimentario, fracciones de arenas de la playa expuesta tienden a salir con oleajes de tormenta (otoño, invierno), retornando con oleajes de calma (primavera, verano).

Un estuario es, por tanto, un sistema complejo con tendencia a la colmatación que evoluciona condicionado por una serie de factores, unos naturales y otros antrópicos (intervenciones humanas en el medio). La aparición de cualquier cambio que interfiera en su dinámica, con independencia del origen, provocará siempre una respuesta, muchas veces previsible. El descenso de aportes sedimentarios del río Nalón, la progresiva ocupación de amplias áreas del estuario para usos industriales, las continuas ampliaciones portuarias, la construcción de diques y escolleras para la canalización del estuario y la protección del canal de desembocadura, pero, sobre todo, los continuos e intensos dragados para facilitar la navegación (más de diez millones de metros cúbicos en los últimos veintisiete años), acompañados, probablemente, por fenómenos naturales relacionados con el cambio climático (ascenso del nivel del mar o el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos), generaron «cambios» que se manifiestan con una reducción del perfil, por pérdida de arena, de la playa expuesta del sistema confinante del estuario de Avilés, la playa de Salinas.

Al romperse el equilibrio, el sistema, que mantiene su tendencia a la colmatación, recurre a sus reservas de arena ante el «enorme déficit sedimentario» con el que se encuentra. La reserva no es otra que las arenas de la playa y las dunas, que serán movilizadas. Bajo esta premisa, cuando en condiciones de oleajes de tormenta la arena, siguiendo un proceso normal, migra hacia la zona submareal, una parte permanecerá en la playa sumergida y otra parte, por acción de las corrientes de deriva de la playa, tenderá a desplazarse hacia el Este hasta quedar retenida en el dique de protección de entrada al canal de desembocadura y tan sólo una fracción pequeña es devuelta a la playa emergida (balance sedimentario negativo).

Descrito el problema y las causas que lo generan, la propuesta de solución debe contemplarse desde dentro del sistema y para ello debe recurrirse a la retroalimentación, proceso consistente en realizar una reposición de sedimento (para compensar la pérdida de arena de la playa) procedente del propio sistema. Para la ejecución de dicho proceso se procedería al vertido, en puntos previamente determinados, de los dragados procedentes de las diferentes áreas del estuario. Naturalmente, han de cumplirse dos premisas fundamentales: elección adecuada de los lugares de vertido y rigurosos análisis, tanto granulométricos como composicionales, que verifiquen la validez del sedimento para su utilización.