El extenso análisis de la oferta de ocio de la ciudad que este periódico publicó ayer revela que tras unos años de adormilada siesta a la sombra de las rentas de otra época, Avilés comienza a agitarse. Es un buen síntoma, aunque aún hace falta mucho recorrido. La prometida ciudad redimida bajo el esplendor del Niemeyer tiene ante sí un largo camino si quiere aprovechar ese trampolín. Pero todo trayecto se inicia con primeros pasos.

Avilés tiene mucho que ofrecer a sus ciudadanos a quienes la visiten. Lejos de la pugna localista y generalmente absurda entre Gijón y Oviedo, la Villa del Adelantado debe construir su propia identidad al margen de los dos hermanos mayores que se enzarzan en disputas intrascendentes. El tercero que se mete en una pelea de dos tiene altas posibilidades de acabar recibiendo bofetones en ambas mejillas. Lo mejor, seguir su propio camino, reforzar sus señas de identidad, ofertar algo distinto, diferente, inclasificable. Me quedo con ese «Sweet llambión» . El acierto del nombre ya invita a relamerse.