E. CAMPO

Dicen que la ruta de Santiago es fuente de sabiduría para quienes recorren sus caminos, pero Axel Steinkohl encontró esa sabiduría en el ser más inopinado: un burro viejo y manso que responde al nombre de «Federico». «Él me ha enseñado la tranquilidad», asegura este peregrino, que ayer pernoctó en Avilés durante su camino de vuelta. Al tranquilo paso del burro, Steinkohl encontró tiempo para dialogar, para reflexionar e incluso para cambiar sus planes. Porque en lugar de volver a Mallorca, la isla donde residió los últimos años, tiene el propósito de regresar, pollino mediante, a su casa, a la región alemana de Babiera. Por delante le quedan muchos meses de camino y la única prisa de superar las montañas suizas antes de que la nieve tapice sus cumbres.

La aventura de Axel Steinkohl comenzó hace dos meses, cuando voló desde Mallorca a Sevilla con el propósito de iniciar en la capital hispalense el Camino de Santiago. Era la segunda vez que se enfrentaba a este reto, si bien en la primera ocasión, en 2007, siguió el camino francés, y ahora se decantó por la ruta de la plata. «En Sevilla empecé a caminar, pero a los tres días me hice daño en la rodilla y no podía andar ni llevar la mochila ni nada», explica Steinkohl. Un fisioterapeuta le recomendó dos semanas de reposo, pero el peregrino no podía ni quería afrontar este parón en su camino y recuperó la idea que alguna vez había acariciado de comprar un burro para que cargara con las mochilas. Después de hacer varias gestiones consiguió comprar un asno en Puente de Maestre, cerca de Zafra.

Y en tierras extremeñas comenzó esta peculiar aventura, un «Federico y yo» protagonizado por un alemán que no tiene ninguna queja del cuadrúpedo que le tocó en suerte. Un peregrino inglés relató en «Dos burros en el camino de Santiago» sus desventuras con un asno, pero las historias no son paralelas, porque el del inglés sólo daba problemas. «El mío a veces también es cabezón, pero se porta muy bien», asegura. Cada mañana Axel Steinkohl y «Federico» son los últimos en abandonar el albergue, «tras poner todos los chismes encima del burro». Federico camina delante, y Steinkohl cojea detrás, aunque su rodilla ya está prácticamente curada. Durante el día se paran varias veces a repostar y descansar, y así llegaron a Santiago, primero, y ahora a Avilés. Llevan consigo la calma. «Cuando encuentras este ritmo te pasan cosas bonitas que te pierdes si vas deprisa», concluye el peregrino. Hoy retomará la ruta, ayudado por «Federico».