Oviedo, L. Á. VEGA

Oviedo, L. Á. V.

Sólo un milagro hará que Marisé del Río, la avilesina atacada a mazazos por un demente el pasado 22 de marzo, vuelva a ser la misma. Siete semanas después de la salvaje agresión, esta mujer de 63 años se recupera ya en la planta de Neurocirugía del Hospital Central de Oviedo, aunque arrastra gravísimas secuelas. El hombre que casi la mata le machacó literalmente la cabeza, de forma que ha perdido una parte importante de masa encefálica. La mujer no ha recuperado el habla y parece no entender. Se hace difícil pensar que pueda recuperarse completamente.

Marisé no es ni la sombra de la mujer animosa que fue, una auténtico torbellino, según quienes la trataban antes del ataque. Quizá el signo más evidente de lo ocurrido sea el hundimiento craneal que padece, que habla por sí mismo de lo límite de las lesiones que le infligieron. La mujer está sumida en el silencio más absoluto. Anteayer lunes le retiraron la sonda por la que se alimentaba, para ver si recupera algún remedo de función comunicativa.

Algo del vigor que exhibía antaño asoma aún a sus ojos, aunque parece no comprender cuando se le habla. Se limita a hacer gestos de negación con la cabeza, como queriendo indicar, quizá, que no puede comprender por qué le causaron semejante daño. En ocasiones, parece mirar como una niña desamparada en busca de apoyo. Luego se sume en el estupor, se acurruca sobre sí misma y deja caer la cabeza a un lado, con los ojos fijos en el suelo.

Una de sus compañeras de habitación, que lleva una semana con ella, explicó las dificultades de la convaleciente. «Va de la cama al sillón y de ahí al servicio, siempre igual. No la he oído decir nada en todo este tiempo», señaló la mujer. Durante estos últimos días, Marisé del Río ha recibido la visita de su hermana y su cuñado residentes en Avilés, así como de sus amistades. Un hombre va todas las noches a darle de cenar.

Días después del ataque, sus familiares señalaron que confiaban en que pudiese salir adelante. Es milagroso que haya podido sobrevivir a un ataque de la brutalidad del que sufrió. Sin embargo, el precio por seguir viviendo parece que será muy alto.

La recuperación, si alguna vez se completa, será muy lenta e incierta, a juzgar por el estado actual de la mujer. La mujer pasó un largo periodo de tiempo en la uci del Hospital Central, entre la vida y la muerte, aunque finalmente logró estabilizarse. Será duro para esta mujer volver al lugar donde casi la asesinaron.

Lo terrible del caso es que esta bestial agresión podía haberse evitado. El presunto autor, A. P. M., un enfermo mental de 43 años, había entrado en casa de la mujer tres días antes de la agresión. Allí mató a la perra caniche «Tona» de Marisé del Río, dejándole un destornillador clavado en la cabeza. La mujer denunció los hechos ante la Policía. Dirigió sus sospechas hacia A. P. M., al que había conocido tres años atrás a través de uno de las anuncios que publicaba la mujer como echadora de cartas. El hombre llevaba acosándola desde hace tiempo. En los últimos tiempos la cosa se había agravado al querer el hombre comprar a la mujer dos perros. Ella se negó. Quizá fue eso lo que desencadenó el ataque.

Marisé del Río, presidenta de la Asociación Protectora de Animales La Paz, sentía pánico por aquel hombre, de forma que había encargado que le instalasen una puerta bindada. la mañana del lunes, 22 de marzo, esperaba que se la instalasen, pero llegó antes A. P. M. La policía no había logrado dar con él en Gijón. En un rasgo de astucia impropio de alguien con las facultades mentales mermadas, se había escondido durante tres días en una pensión avilesina.

El día del ataque, el hombre rompió la puerta a mazazos, y luego la emprendió a golpes con la víctima. La alcanzó con la maza en la cabeza una y otra vez y la dejó en medio de un charco de sangre. Los vecinos avisaron a la Policía. Un agente logró dar con el presunto agresor en la estación de autobuses de la ciudad. «He sido yo el que he pegado en la cabeza a María José», confesaría. Llevaba un arsenal encima. En un bolsillo del pantalón, una navaja. La maza, aún con cabellos y sangre de la víctima, la guardaba en una bolsa de deporte que llevaba con él. El juez le envió a prisión sin contemplaciones.