E. CAMPO

Había tomado su café y encendido el hilo musical para esperar a su primera clienta de la mañana, como cualquier otro lunes. Pero eso fue prácticamente lo último que hizo, antes de que le sobreviniera la muerte. María Luisa Herrero, de 72 años, falleció a primera hora de la mañana de ayer en el salón de belleza que regentó durante más de tres décadas en la calle La Cámara. Según las primeras hipótesis policiales, la muerte se produjo por causas naturales, pero eso no impidió que el suceso motivara una gran conmoción entre los vecinos de la calle y de las clientas, que tenían en ella una amiga más que una peluquera.

Clientas fueron, de hecho, las primeras que advirtieron que algo extraño sucedía. Carmen García tenía su cita a las ocho de la mañana, y se encontró con que nadie respondía a sus llamadas, pero había indicios de que la peluquera ya estaba dentro: una luz que siempre encendía a la puerta y el hilo musical de fondo. Ella y otras mujeres que también acudieron al salón de belleza fueron quienes pidieron ayuda a un vecino, Manolo González, y localizaron una llave para poder entrar, a la vez que dieron la alerta a la Policía Local.

Cuando llegaron los agentes no tuvieron que derribar la puerta, gracias a esta llave, y nada más entrar encontraron a María Luisa Herrero tendida en el pasillo de su establecimiento, situado en el segundo piso del número 58 de La Cámara.

El personal sanitario que se trasladó en ambulancia al lugar de los hechos, pasadas ya las diez de la mañana, no pudo sino confirmar el fallecimiento de la peluquera. El juez llegó más tarde para ordenar el levantamiento del cadáver y su traslado al médico forense, que debe determinar las circunstancias de la muerte.

«Ella estaba bien de salud, tenía problemas de circulación pero nada más, estaba fenomenal», aseguró una conmocionada Carmen García a la puerta del bloque, clienta desde hace media vida. La incredulidad y el dolor eran constantes entre los amigos de la fallecida, ya que el boca a boca pronto extendió la noticia del suceso, junto a la presencia de agentes de Policía y de los servicios sanitarios. La avilesina no residía en la calle La Cámara, pero era muy conocida.

Entre los secadores y cosméticos del negocio que levantó con tesón finalizó sus días María Luisa Herrero, una mujer trabajadora hasta el final cuya calidad humana y profesional le permitió tener clientas fijas durante más de tres décadas. «Era una persona estupenda», decían ayer las amigas ahora huérfanas, que siempre la tendrán en el recuerdo.