Francisco L. JIMÉNEZ

¿Padece dolores de cabeza? ¿Desmotivación? ¿Falta de apetito? ¿Irritabilidad? Si sus vacaciones han finalizado recientemente y ha vuelto a la rutina laboral lo más probable es que sea víctima del llamado estrés posvacacional, un estado de ánimo propio de esta época del año al que cada vez se le concede más importancia si bien la mayoría de los expertos en psiquiatría rechazan la posibilidad de relacionar ese tipo de malestares con el ámbito de lo médico. Lo cierto es que la vuelta al trabajo tras el asueto estival, según una reciente encuesta realizada a una muestra de 996 personas por la empresa de recursos humanos Randstad, genera estrés al 56 por ciento de los españoles y es, además, la causa de una pérdida de productividad que impide a la mitad de los trabajadores alcanzar el 100 por ciento de su rendimiento habitual hasta pasada una semana desde su reincorporación al trabajo.

Los avilesinos no se libran del estrés posvacacional, si bien cada uno lo sobrelleva a su manera. Conchita Casado, administrativa de 34 años de una clínica de la ciudad, relata así su retorno al trabajo hace quince días tras un mes de vacaciones: «Cada año lo llevo peor y sobre todo esta vez que me fui un mes entero. A la semana de estar de vacaciones ya estaba pensando en la vuelta al trabajo, lo que no deja de ser un agobio». La también administrativa Myriam García Lombardía, que ayer mismo se reincorporó al trabajo tras quince días de vacaciones, asegura que «lo peor es volver a madrugar» y que, consciente de que es importante la actitud para afrontar el Angliru de la vuelta al curro «me apoyo en las compañeras y procuro asumir el hecho con optimismo y una cierta organización para no verme desbordada por el trabajo acumulado».

El despertador de Conchita Casado suena ahora a las 7.30 horas de la mañana -«tardé en acostumbrarme porque en vacaciones me levantaba cuando el cuerpo me lo pedía»- y como se desplaza desde Gijón a Avilés para trabajar ha vuelto a la rutina del autobús y el «tuperware», donde transporta la comida para comer en la propia clínica donde trabaja (hace jornada continua). «Los primeros días me notaba más cansada que cuando quedé de vacaciones y un tanto desconcentrada», explica esta empleada. El de Conchita Casado podría ser un cuadro típico de estrés posvacacional, a tenor de las conclusiones a las que llegaron los expertos de Randstad, con al añadido de que se encuadra en el colectivo que más sufre el síndrome (las mujeres) y en la franja de edad más proclive (entre 30 y 44 años).

Los psiquiatras insisten en distinguir entre lo que no es más que una situación vital ordinaria (la vuelta al trabajo) y los problemas mentales. Así lo dijo este verano en los cursos de La Granda el catedrático de Psiquiatría y presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental, Enrique Baca Baldomero: «En España hay más de dos millones de personas con problemas mentales graves que necesitan ser atendidos, al igual que sus familias. Pero por otra parte tenemos que decir a la gente que estar un día triste porque le deja la novia no es una depresión, que volver al trabajo es un fastidio pero no una enfermedad y que quedarse en paro es un problema grave, pero no un trastorno psiquiátrico».