«Busca un trabajo que te guste, y nunca tendrás que trabajar ni un solo día de tu vida»

Jim Fox.

El retorno a la rutina laboral tras el libre albedrío de horarios que permiten las vacaciones puede provocar un desajuste de hábitos de vida pues implica un sobreesfuerzo físico o intelectual y una tensión emocional, lo que puede desencadenar unos mecanismos de reacción y adaptación que son normales y nos preparan para afrontar la lucha diaria. Tener cierto grado de tensión suele mantenernos activos, con más energía, nos ayuda a aprovechar mejor el tiempo y hacer más de lo que nos creemos capaces, pero a veces las situaciones desatan respuestas que sobrepasan la capacidad de adaptación y tolerancia del individuo.Estas circunstancias llevan a un estado de agitación y ansiedad que altera las funciones tanto físicas como psíquicas y conductuales.

Los síntomas físicos de este síndrome son el cansancio, la fatiga, la falta de apetito, dolores musculares, dolores de cabeza y molestias en el estómago. Mientras que los síntomas psicológicos son tristeza, irritabilidad, intolerancia, ansiedad, trastornos del sueño, somatizaciones, disfunciones o baja actividad sexual y disminución de la líbido, falta de concentración y creatividad y una gran falta de interés y motivación por el trabajo, entre otros. Aunque los síntomas suelen desaparecer en un máximo de diez días, si después de ese periodo de tiempo la persona se sigue sintiendo mal, debería ir a un profesional, pues podría ser que padeciera una depresión velada.

Si el trabajo que se realiza es estimulante o las relaciones con los compañeros son positivas, su duración es menor. Aquellos que realizan tareas administrativas e intelectuales tienen mayor tendencia a padecer esos síntomas que quienes desempeñan un trabajo físico o mecánico, ya que poseen menos tiempo para ajustarse a la nueva situación. El periodo de adaptación suele ser también más corto para el hombre que para la mujer, ya que éste suele tener más facilidad para relacionarse con los compañeros.

Las personas de 30 a 50 años son las más susceptibles de verse afectadas ya que son las que más expectativas ponen en el periodo vacacional a lo largo del año. Los perfeccionistas, las personas inseguras y quienes tienen previamente patologías psicológicas son las más afectadas. Los profesionales más afectados son aquellos que tratan directamente con otras personas: policías, enfermeras/os y profesoras/es, que, además, son los que tienen más vacaciones y el problema empeora porque estos profesionales en su trabajo tienen que enfrentarse a problemas graves, lo que supone un cambio más brusco que para el resto. De hecho, este tipo de profesiones tiene un índice mucho más alto de abandono después del periodo vacacional.

Otros componentes pueden ser las vacaciones sin descanso, no tener una desconexión real con la actividad habitual, no dormir lo suficiente o no tener conciencia del vértigo que implica pasar de la quietud a la acción. Asimismo, la insatisfacción, la precariedad, la impotencia, la debilitación, la consunción, la postración, la extenuación, el agotamiento, el colapso o la fatiga que produce una situación laboral que no nos complace pero que creemos que no tenemos más remedio que vivir, que no compense el trabajo ni económica ni emocionalmente, que las condiciones no sean las adecuadas, que se estén asumiendo más tareas de las que corresponden al status en la empresa o al salario y que las tareas sobrepasen las habilidades destrezas y conocimientos.

En cuanto a los compañeros de trabajo, no siempre y no todos pueden ser de nuestro agrado, del mismo modo que nosotros no seremos de la complacencia de todos. Saber en quién podemos depositar nuestra confianza y a quién debemos reservar sólo un trato de cumplida cordialidad y respeto que garantice unas relaciones adecuadas nos hará sentirnos menos inestables y menos vulnerables con lo que disminuirá la ansiedad.

De lo malo, quizás no podamos cambiar las circunstancias de nuestro trabajo, pero seremos más conscientes de lo que nos rodea y sabremos detectar las situaciones que nos bloquean, los problemas no nos cogerán desprevenidos y esto nos permitirá sopesar anticipadamente nuestras reacciones y controlar mejor nuestras emociones que, en definitiva, es lo que mantendrá al temible estrés lejos.

Algunas recomendaciones para afrontarlo pueden ser: fraccionar las vacaciones para desenchufar varias veces al año; la máxima de las vacaciones es descansar por lo que la mayor parte de las mismas debe destinarse a ello, lo que no quiere decir que no se puedan realizar actividades pero buscando un ajuste y un equilibrio descanso/actividad dando prevalencia a lo primero porque mucha acción puede crear agotamiento; retornar al hogar dos días antes de reintegrarse al puesto de trabajo para adaptar el reloj biológico a la agenda profesional de forma progresiva; ejecutar trabajos de baja intensidad; y nada de intentar actualizar el trabajo el primer día después de las vacaciones.

El sedentarismo no beneficia en nada. Por el contrario, la actividad física mantiene el tono muscular, activa la circulación, ayuda a controlar el peso y además libera endorfinas que reducen el cansancio provocado por el estrés. Caminar de media hora a una hora, subir a pie las escaleras, dar paseos en bicicleta o nadar, aprender alguna técnica de relajación y practicarla en los momentos de más ansiedad nos liberará del estrés.

Asimismo, es recomendable mantener una óptima rutina en los horarios de las comidas y del sueño (dormir ocho horas por la noche y 30 minutos aproximadamente de siesta) para mantener la salud física y mental, el rendimiento en el trabajo y la capacidad de razonar; realizar actividades innovadoras (iniciar un nuevo estudio, adquirir nuevos conocimientos, conocer nuevas personas, ir al gimnasio, un nuevo deporte o afición, etcétera); dejar tiempo para realizar actividades que gusten y que diviertan ya sean trabajos manuales, deporte, excursiones, juegos de mesa, lectura, cine, teatro, salir a tomar algo o a cenar, ver la TV...; y dedicar tiempo para compartirlo con nuestros seres queridos -padres, hermanos, hijos, abuelos, amigos, etcétera- porque cuidar y enriquecer nuestro entorno emocional nos dará un apoyo necesario y cardinal cuando nos sintamos superados.